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Los baños hidratantes en la antigua Roma.

Los baños públicos fueron lugares ideales para la relajación y el distendimiento.
Los baños hidratantes gozaron de gran popularidad en la antigua Roma. Popea, esposa de Nerón, siguiendo las prácticas de Cleopatra VII, en todos sus viajes se hacía seguir por un rebaño de trescientas burras que cada mañana eran ordeñadas para garantizar su hidratante baño matutino.
Sólo los más afortunados, desde el siglo III a.C., tenían baño en casa y podían permitirse la lavatio diaria, pues lo más común era lavarse todo el cuerpo cada semana o cada nueve días en correspondencia con los días de mercado, las nundinae. Asimismo, varias familias de la aristocracia romana contaron con bañeras portátiles que solían instalar en las habitaciones contiguas a la cocina para poder disponer de agua caliente.
En los baños se utilizaban esponjas naturales, las spongiae, y jabones también naturales como el struthium, la soda o aphronitum, el fango, la harina de habas o la piedra pómez, muchos de ellos detergentes abrasivos que obligaban a utilizar después de cada baño aceites perfumados para hidratar la piel. Además, existían diferentes tipos de toallas dependiendo de su utilidad: la sabana o toalla de baño; la facial o toalla para el rostro; y la pedale o toalla para los pies.

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