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Descubren en la Maragatería una nueva estación rupestre.

En un enclave de Viforcos donde hubo una ermita hay varias rocas con cazoletas.

Detalle de una roca con gran cantidad de cazoletas (marcadas con puntos negros), localizada en Viforcos // Juan Carlos Campos
No es fácil distinguir cazoletas, mensajes de 6.000 años de antigüedad grabados en las rocas, de las simples oquedades naturales. Juan Carlos Campos, un devoto la arqueología que ha puesto de moda los petroglifos desde que descubrió los primeros en la Maragatería, recibe continuas llamadas de aficionados al tema de toda la provincia para notificarle nuevos hallazgos. «La mayoría acierta», dice. «Ya tienen información y casi siempre son realmente grabados prehistóricos», asegura.

Le envían fotos y él visita los enclaves para certificar si se trata de símbolos enigmáticos esculpidos hace milenios.

Como en otras ocasiones, acudió a uno de esos avisos y comprobó que, efectivamente, Ana Franganillo había localizado una estación rupestre en Viforcos, localidad del municipio de Santa Colomba de Somoza. Las rocas cinceladas con decenas de cazoletas (marcas circulares) se hallan en un paraje cercano al río Argañoso.

Campos ha bautizado como ‘Viforcos 1’ el primer enclave, muy deteriorado por la erosión, que ha borrado algunos signos. Se trata de un afloramiento de pizarra, en el que una plancha horizontal tiene perforadas seis cazoletas «bordeadas por un surco, que las hace resaltar formando una figura de tendencia oval». A muy poca distancia se encuentra ‘Viforcos 2’, un afloramiento prácticamente idéntico al anterior, con otras seis cazoletas grabadas en la parte superior.

Explica Campos que las dos rocas gemelas están en un lugar donde existió una ermita de la que ya no quedan restos. No se trata de una coincidencia. Los enclaves sagrados se han perpetuado desde los primitivos cultos ancestrales. Aunque, eso sí, «no deja de ser sorprendente que después de siglos los únicos vestigios que permanezcan allí sean las cazoletas».

Pero el gran descubrimiento es ‘Viforcos 3’. Mientras la mayor parte de los petroglifos de la Maragatería fueron cincelados sobre las blandas pizarras, en este caso el soporte es un afloramiento horizontal de dura cuarcita. La iconografía se compone de cazoletas exclusivamente, aunque hay más de 70, que rodean una cubeta rectangular excavada quizá aprovechando una hendidura de la propia roca. Pese a que continúan siendo uno de los grandes enigmas, símbolos que hasta la fecha nadie ha conseguido desentrañar, en los últimos años han prosperado algunas teorías, para tratar de explicar cómo es posible que los mismos signos, grabados hace miles de años, se repitan en lugares tan dispares como el desierto israelí de Negev y Norteamérica. Algunos expertos han avanzado que pudo existir un lenguaje global en el pasado.

Símbolos como las cazoletas, cruciformes, figuras humanas esquemáticas y, lo que resulta más increíble, los laberintos de siete vueltas que han aparecido en la Maragatería es posible encontrarlos también en culturas tan dispares como la precolombina, la cretense o la tribu de los indios Hopi. Existen otras teorías que sostienen que los petroglifos fueron realizados por chamanes y brujos en un estado alterado de conciencia, quizá inducido por el uso de plantas alucinógenas.

Han pasado seis años desde que Campos localizó los primeros petroglifos en la Maragatería. Tras un estudio inicial de la Universidad de León, que certificó su antigüedad en más de 6.000 años, Campos y un grupo de aficionados se han quedado solos en la búsqueda de nuevos símbolos del Calcolítico y en intentar desvelar por qué están aquí.

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