Mapa del territorio ocupado por el
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Desde los atentados terroristas
del 11 de septiembre de 2011 en los Estados Unidos, el mundo occidental vive en
alerta constante ante el peligro que el islamismo radical supone para la
estabilidad mundial.
No obstante, el nacimiento de las
facciones radicales del Islam no proviene de ese acontecimiento sino más atrás
en el tiempo. Hay constancia de que los primeros grupos islámicos violentos
modernos surgen, en el Próximo Oriente, entre las décadas de los sesenta y los
setenta. Emergen como unas organizaciones que luchan contra sus gobiernos
locales, exclusivamente, porque los consideran sus principales enemigos. Ese es
el caso de la Yihad Islámica egipcia, la responsable del asesinato del
presidente Anwar Sadat en el año 1981.
La ideología de estas formaciones
fue evolucionando hacia un extremismo que, con el tiempo, desemboca en la
concepción de una yihad global, o una Guerra Santa a escala mundial, en la
década de los noventa. El yihadismo global se transforma en una posición
doctrinal que, adoptada por gente como Osama Bin Laden, antepone la lucha
contra los Estados Unidos y Occidente al combate frente a los gobiernos locales
del Próximo Oriente.
La concepción de una yihad
global, por tanto, implica que las prioridades de los grupos islámicos
violentos tradicionales se inviertan. De hecho, uno de los principales
ideólogos de al-Qaeda, el Dr. Ayman al-Zawahiri, en su texto Caballeros bajo la bandera del Profeta,
plantea que antes de que un Estado islámico se instale en países como Egipto,
los musulmanes “necesitan defender todo el mundo islámico de la inminente
amenaza militar planteada por los Estados Unidos y Occidente”. Los militantes
de la yihad global, desde ese momento, adoptan un patrón operativo mundial. La
nueva forma de entender la yihad implica bien hostigar objetivos
internacionales en el territorio autóctono islámico, o bien llevar a cabo los
ataques terroristas en el extranjero, lejos de sus propias bases de combate, en
zonas como Estados Unidos o Europa.
Con el tiempo surge el Estado
Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y se constituye el autodenominado “Estado
Islámico” en los territorios de Siria e Irak. Su irrupción en el Próximo
Oriente altera notablemente la trayectoria de los movimientos islámicos
violentos, como en el caso de al-Qaeda, en dirección al yihadismo mundial. Pero
¿cómo nace el Estado Islámico?
Los miembros del EIIL son
herederos de Al-Qaeda, la organización suní que funda Osama Ben Laden a finales
de los ochenta. Tras la muerte del líder en una operación militar
norteamericana, en el 2011, toma las riendas del grupo radical el médico
egipcio Al Zawahiri. Por otro lado, en el año 2002, el jordano Abu Musa al
Zarqaui funda una filial de Al-Qaeda en Irak. A su muerte, en un bombardeo de
Estados Unidos en el 2006, Al-Qaeda crea otra organización que se denomina
Estado Islámico de Irak y cuyo liderazgo asume, en 2010, Abu Bakr al Bagdadi.
El Estado Islámico de Irak, posteriormente, se une a la rebelión siria junto al
Frente Al Nusra, la sucursal de Al-Qaeda en Siria. Poco después se anuncia la
unión de las milicias de Irak y Siria, se rompe con Al-Qaeda y nace el EIIL. El
término abarca un territorio mucho más extenso que la actual Siria. Según
autores como Pedro Martínez Montávez, el EIIL no se circunscribe únicamente a
la Siria política actual, sino a una Siria natural, geográfica y cultural más
amplia que cubriría a países como la misma Siria y otros como Jordania,
Palestina y gran parte de Irak.
El EIIL da sus primeros pasos en
Irak, un país donde los chiíes, mayoritarios, y los suníes protagonizan una
guerra civil, desde la funesta intervención de Estados Unidos en la zona, que
deja el país prácticamente dividido. Además, ciertos países colindantes, como
Irán, aprovechan la ocasión para intervenir y penetrar en la zona. Las milicias
chiíes iraquíes son apoyadas por Irán, un país que cuenta también con una
mayaría chií. ¿Cuándo surge la discordia entre chiíes y suníes?
El origen de las discrepancias
entre estas dos ramas del Islam, el chiismo y el sunismo, hunde sus raíces en
la historia. A su muerte, Mahoma no dejó definido quién debía ser
su sucesor. Los chiíes querían que el califa fuera un descendiente directo del
profeta, mientras que los suníes, mayoritarios en el Islam, creían suficiente
con que el califa fuera un hombre sabio y justo. Desde entonces, y hasta la
actualidad, se viene arrastrando esta disputa dentro del Islam.
Siguiendo el hilo de los
acontecimientos del Próximo Oriente, las primeras elecciones en Irak, tras el
derrocamiento del régimen de Saddam
Hussein, dan el triunfo a los chiíes, con Nuri al-Maliki a la cabeza, y cuenta
con el beneplácito de los Estados Unidos y con el respaldo de Irán. Sin
embargo, más que apaciguar las beligerancias entre las dos comunidades
islámicas, al-Maliki incrementa el odio hacia la población suní. En este
tiempo, se desmantela por completo al ejército y a la policía, y se destruye toda
la infraestructura del estado. Los suníes, que antes ocupaban buenos puestos
tanto en el ejército como en la policía, se quedan sin oficio, sin poder y sin
influencia. La humillación que muchos de ellos sienten hace que se enfrenten a
los Estados Unidos y, de forma indirecta, al gobierno del país. Es más, muchos
de ellos se adhieren a organizaciones yihadistas como las que estamos tratando.
No son pocos los que piensan que
la intervención norteamericana en Irak,
con todas sus consecuencias posteriores, es uno de los mayores crímenes de la
historia apoyado por muchos países occidentales.
En la actualidad, el grupo
yihadista del Estado Islámico devasta la sociedad del Próximo Oriente. Se
muestra como una organización sumamente violenta, que cuenta con un gran
armamento y con miles de seguidores. Es un grupo que ha propiciado que países
tan distantes como Rusia y Estados Unidos, o como Arabia Saudí e Irán, lo
consideren como un gran enemigo común. Observan como el Estado Islámico va
extendiendo su califato hasta unos límites aún no establecidos. Hasta el
momento ha tomado ciertas zonas de Irak y de Siria y, desde allí, pretende
extender su control a otros territorios próximo orientales. Se trata de un
grupo radical que pretende plasmar en la tierra lo que antes sólo estaba en las
sagradas palabras y, por lo tanto, sus acciones sólo hacen ensombrecer la
concepción que el resto del mundo tiene de la religión islámica.
Estados Unidos y sus aliados del
Golfo, por otra parte, pretenden precipitar la situación de Siria y hacer caer
el régimen establecido. Se tenía la idea de que interviniendo allí su
presidente Bashar al-Asad no tardaría en ser depuesto y, por tanto, que se
podría formar un gobierno de coalición de mayoría suní. Es una equivocación que
no hace más que facilitar el avance del Estado Islámico en Siria y que se está
convirtiendo en un monstruo fuera del control incluso de los países que lo
crearon.
La guerra de siria avanzaba sin
rumbo mientras el radicalismo se va apoderando de la revolución. En este escenario
tan agreste, el Estado Islámico no tarda en hacerse fuerte y en hacerse con el
control de extensos territorios en el norte del país. Los suníes de Siria, más
aferrados a la religión y represaliados durante más tiempo que en Irak, le
facilitaron las conquistas obtenidas. El Estado Islámico pretende mantener la
supremacía sobre todos los grupos que operan en Siria e intenta que al-Nusra,
la rama de al-Qaeda en este país, les rinda pleitesía, pero no lo consigue. Al
contrario, se abre más la brecha entre estas dos organizaciones hermanas.
El EIIL entra en la guerra de
Siria y se hace más fuerte. De hecho, sufre un cambio tan brusco que seguro que
tiene que estar apoyado por algún tipo de financiación exterior muy potente,
que les permite dar ese salto de calidad frente al resto de grupos
combatientes. Nos surgen, por tanto, algunas cuestiones. ¿Cómo se constituye un
grupo que supera tanto militarmente a al-Qaeda? ¿Cómo se arma de una manera tan
extraordinariamente rápida y potente? ¿Cómo puede haber adquirido esa
organización interna si no es con suficiente apoyo o con directrices
exteriores? Hasta la fecha no se puede responder a estas preguntas con detalle.
Ayman al-Zawahiri, el actual
número uno de Al-Qaeda, ordena al EIIL que deje el campo de batalla sirio al
grupo Jabhat al-Nusra y que regrese a Irak. Su petición tiene poco éxito y, es
más, provoca la disputa de ambos grupos por la hegemonía del movimiento
yihadista mundial. El EIIL, de hecho, considera que el mando que al-Zawahiri
tiene en Al-Qaeda es ilegítimo y que se desvía de la línea marcada por Bin
Laden. La reyerta entre las organizaciones se extiende a otras zonas del mundo. Por un lado, unas
filiales de Al-Qaeda, como los grupos al-Murabitun en el Sahara o al-Shabaab en
Somalia, manifiestan su lealtad (o Bay'ah) a al-Zawahiri. Por otro lado, otros
grupos, como Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) o Al-Qaeda en la Península
Arábiga (AQPA), proclaman su apoyo al EIIL. Se hace patente que la rivalidad
entre ambas organizaciones no se limita exclusivamente a la metodología
(manhaj), sino que afecta al liderazgo del movimiento y lo internacionaliza.
En la actualidad, y desde la
muerte de Bin Laden, parece que el EIIL se muestra más vigoroso que la
debilitada Al-Qaeda, deteriorada por las escisiones internas. No es fácil
prever la dirección que va a tomar la disputa entre las distintas facciones
yihadista, pero es probable que afecte a una extensión geográfica bastante
amplia y que dure mucho tiempo.
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