Vestigios en San Lorenzo Tenochtitlán revelan aspectos de la vida y alimentación de esa civilización.
La investigación de arqueólogas de la UNAM recibirá el premio Alfonso Caso
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Las arqueólogas Ann Cyphers y Judith Zurita todavía recuerdan la inquietud que hace 25 años provocó entre los habitantes de San Lorenzo, Veracruz, la noticia de que un grupo de mujeres lideraría un proyecto arqueológico en la zona. Todas las exploraciones anteriores en ese sitio, ubicado en las inmediaciones del río Coatzacoalcos, habían sido encabezadas por hombres.
Además, relatan, la gente que habita esas tierras donde hace unos 3 mil años floreció la primera civilización mesomericana pensaba que la arqueología consistía en encontrar "grandes piedras olmecas".
"Me veían como un fracaso porque no estaba buscando cabezas colosales. Yo buscaba casas, talleres, habitaciones, restos que me dijeran cómo vivieron los olmecas. En ese tiempo había poca conciencia de los restos arqueológicos", dice Cyphers, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, quien desde hace 25 años lidera el Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlán.
Sin buscarlo, a mediados de los 90, la arqueóloga de origen estadounidense y sus colegas hallaron de manera fortuita la cabeza colosal número 10 en el fondo de una barranca, a donde había llegado por deslaves en el terreno. Esa "gran piedra" y otros artefactos y objetos hallados en lo que fue la primera capital olmeca ahora se exhiben en el Museo Comunitario de San Lorenzo Tenochtitlán, inaugurado en 1995.
Sin embargo, hay otra parte de esta investigación que no ha sido ampliamente difundida y que después de 25 años de intensas temporadas de campo y minuciosos trabajos en laboratorio salen hoy a la luz en el libro Retos y riesgos en la vida olmeca, que da cuenta de la vida cotidiana y la dieta de esa civilización en una época temprana (entre el 1800 y 1000 a.C).
Los usos del grano.
Según el estudio, que hoy recibirá en el Museo Nacional de Antropología el premio "Alfonso Caso", el máximo galardón en investigación arqueológica que entrega el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el maíz no fue la base de la alimentación olmeca, contrario a lo que siempre se ha creído. El análisis de algunos vestigios y de restos botánicos sugieren que, más bien, era utilizado como bebida, posiblemente alcohólica, durante las ceremonias y ritos.
La dieta de los olmecas era muy diversa, comenta la investigadora Judith Zurita, quien es especialista en el estudio de paleoambiente, análisis de fitolitos y estudios arqueológicos: "Se asume que desde épocas muy tempranas el maíz fue la base de la alimentación, quizá estaba presente pero no era lo más importante. Había un dieta rica en tubérculos, pescado, tortugas y palma. Era una dieta diversa, justo porque se trata de un ambiente variado, por ser una selva tropical".
Estos hábitos alimenticios y estrategias de supervivencia aparecen detallados en dicha publicación, en la que colaboran Cyphers, Zurita y la académica Marci Lane Rodríguez, y que es editada por el IIA de la UNAM, con el apoyo del Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental A.C, y de Petróleos Mexicanos.
El volumen detalla los resultados de los análisis de fitolitos, polen, macrorrestos carbonizados y residuos de alimentos extraídos de recipientes arqueológicos, los cuales también revelan las estrategias que los olmecas de esta zona tejieron para poder enfrentar las crisis ambientales que desde tiempos antiguos ocurren cada año en esa región del sur de Veracruz: la canícula y las extensas inundaciones en épocas de lluvia.
Una de las soluciones, explican las autoras, fue la diversificación de su dieta y el almacenamiento de alimentos ahumados como, por ejemplo, el pescado. De acuerdo con las especialistas, esas prácticas siguen vigentes entre la población actual para sobrevivir a las épocas críticas del año.
"Los olmecas en lugar de buscar especializarse en el maíz, buscaban diversificar su dieta, así buscaban la seguridad alimentaria", dice Cyphers.
Esas estrategias fueron por muchos años la clave de la supervivencia de los habitantes de esta zona, sin embargo, llegó un momento de crisis alimentaria y sobrepoblación que contribuyó a la decadencia de esta primera capital olmeca. "San Lorenzo era una isla, unas 2 mil 200 hectáreas de terreno seco y firme, pero conforme se fue incrementando la población olmeca se iban extendiendo sobre esa isla hasta dejar poco terreno para la producción de alimentos. Eso causó una crisis de alimentos y pudo ser un factor para la decadencia de la población. No creo que sea sólo ese el factor, siempre hay muchos, pero sin duda esto contribuyó a su colapso", sostiene Cyphers.
Sitio en riesgo.
El clima adverso en esa región de Veracruz ha sido también un factor negativo para los trabajos de excavación que las investigadoras han realizado durante estos 25 años. Por ello resulta complicado mantener en buen estado de conservación los vestigios arqueológicos, por lo que advierten que es urgente buscar estrategias para proteger ese sitio.
"Es muy importante que este sitio se proteja. Es la capital más antigua de la civilización olmeca, que es la cultura madre. San Lorenzo no es como Teotihuacan,Tula o Chichén Itzá, que están construidos con mampostería de piedras, en un ambiente bastante benigno. En la zona olmeca del sur de Veracruz todo está hecho de tierra y el ambiente es muy problemático, todo se deteriora, todo se pudre. Es un milagro que 3 mil años después aún esté de pie este sitio", advierte Cyphers.
"La deforestación y la ganadería actualmente contribuyen al deterioro de la cuna de la civilización olmeca. Es muy importante conservar este lugar porque ahí se encuentran las evidencias que permitirían a nuestros hijos comprender la grandeza de la primera civilización de Mesoamérica", añade.
Justo para concienciar a los herederos de la civilización madre sobre la conservación de los restos arqueológicos, las investigadoras emprendieron en 2012, en algunos municipios del sur de Veracruz, una serie de cursos y conferencias para hablar sobre la importancia del patrimonio ambiental y cultural, lo cual contribuye a que las nuevas generaciones comiencen a entender que la arqueología no sólo se trata de encontrar grandes esculturas olmecas, sino también de conservar los restos arqueológicos en su entorno y evitar los saqueos.
Vía: El Universal
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