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¿Sabes cómo se originó la guerra en la Prehistoria?

La guerra entre los humanos es un hecho social que tiene su origen en tiempos prehistóricos y que en muchos aspectos  no presenta grandes diferencias con las actuales

Escena de guerra. Cueva del Civil en Tirig, Castellón
Los humanos no están genéticamente  determinados para la guerra, sino que ésta tiene un carácter cultural, consustancial a las relaciones humanas. En un principio,  sus causas más comunes son  la competencia por recursos escasos o por una elevada presión demográfica sobre los mismos. También  lo es la defensa del territorio, que se da en casi todos los animales (por ejemplo en los chimpancés, que lo defienden de forma agresiva incluso mediante el uso de armas rudimentarias, como troncos y piedras).

Un hecho que confirma que se trata de un hecho social y no innato en el  hombre, es que existen sociedades que no conocen  la guerra. Así, los inuit (esquimales) acceden de forma  pacífica a que cualquier persona se instale entre ellos, ya que no tienen sentido de la propiedad territorial,  mientras que hay otros grupos tribales que  responden a la invasión de sus tierras marchándose hacia otro lugar.

Otras formas de evitar la confrontación es la movilidad mediante la fisión y dispersión grupal, o los combates rituales.

Los conflictos bélicos durante el Paleolítico y el  Epipaleolítico
           
Existen evidencias arqueológicas de muertes violentas en los homínidos antecesores del humano moderno. La más antigua conocida se ha encontrado en el yacimiento de Atapuerca y data de 430.000 años de antigüedad.

Del Paleolítico Superior se han encontrado evidencias claras al aparecer las armas utilizadas (puntas de proyectil)  entre los restos óseos, en yacimientos como  la Cueva de Grimaldi (Liguaria, Italia),  la Cueva de San Teodoro (Sicilia) o Montfort-sur-Lizier (Francia), entre otras.

También de  la etapa del  Epipaleolítico continúan  apareciendo restos óseos con  huellas de muertes violenta, como  los hallados en el Valle del Dnieper, en las estepas pónticas,  o los 59 esqueletos encontrados en Jehel Sahaba, norte de Sudán, por disparo de flecha (uno de ellos hasta con cuatro puntas de sílex  clavadas en sus huesos).  La novedad  respecto a la fase anterior es que se han interpretado, dado que ya no se trata de casos individuales, sino de enterramientos colectivos, como individuos pertenecientes a unidades militares, muy posiblemente víctimas de algún  combate.

Otro testimonio de estos conflictos  intergrupales lo encontramos en las pinturas rupestres, ya de época neolítica, en las que se  pueden observar  grupos atacándose con arcos y flechas, a veces incluso pudiéndose advertir las estrategias y formaciones militares utilizadas. Algunos ejemplos los encontramos en Cueva del Civil en Tirig, Barranc de les Dogues y Cova de Roures , todos ellos en Castellón.
           
El Neolítico y las guerras actuales

Muchos investigadores sitúan en el Neolítico el origen de la guerra en sí, como consecuencia de la sedentarización en  poblados estables  y del cambio a un  sistema productivo que produjo desigualdades socioeconómicas. Este cambio ocasionó  la territorialización de las tierras circundantes para uso agrícola y de ganadería  y la acumulación  de excedentes de producción, así como de objetos de lujo  asociados al prestigio social.

De forma paralela, estos poblados comenzaron  a fortificarse mediante sistemas formados por murallas, fosos y torreones, observándose un progresivo proceso de militarización  para defender sus riquezas. A este factor se sumó un gran crecimiento demográfico que  incrementó la competencia territorial. Otro factor de conflicto pudo ser la diversificación de las religiones, particularizándose para cada territorio o poblado.

El crecimiento demográfico ejercerá una presión sobre el control del territorio y sus recursos, los cuales tendrán que defender. A su vez, los  excedentes de producción  se fueron concentrando en manos de unos pocos, que pasaron a constituir las clases dirigentes de la  nueva sociedad  jerarquizada, dejando atrás las sociedades más o menos igualitarias.

De esta forma, se creaba el marco político en el que tendrán lugar los  enfrentamientos bélicos, que  se llevaban  a cabo según  los  intereses político-militares y económicos (defensivos, expansionistas o de reforzamiento del poder) de esas clases dirigentes. Para ello, a veces  creaban  identidades colectivas en las que se apoyaban  para dar  órdenes como las de  sacrificarse por el faraón, el rey o la patria.

Las consecuencias eran ahora más catastróficas en cuanto al número de muertos, debido al crecimiento demográfico, al grado de participación y a la mayor frecuencia de conflictos.

Como se puede observar, muchos de los factores que influyeron en  los conflictos bélicos del Neolítico guardan grandes similitudes con los de  las guerras actuales,  ya que éstas  tienen  mucho que ver con el sistema económico,  intereses político-militares y económicos, desigualdades, elevada mortandad, provisión de armamento o militarización,...

Imagen| ihistoriarte

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucho mito del "Buen Salvaje" veo por aquí. Los inuit conocieron perfectamente la guerra; se enfrentaron a los vikingos en conflictos armados, cuando éstos llegaron a Groenlandia. Y los dorset (que al parecer eran bastante más "pacíficos" entre las gentes que había por allí) desaparecieron totalmente, invadidos en su zona. Hay que tener cuidado con presentar posibilidades utópicas a la hora de hablar de las diferentes sociedades.