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La importancia de la Arqueología en la construcción del pasado

Una crítica a la Historia Política

La Liberté guidant le peuple, una pintura realizada por Delacroix que representa la historia política
La Historia, al ser humana, está compuesta de los diferentes elementos que influyen y que son propios de la naturaleza humana: políticos, filosóficos, culturales, etc. Si dejamos de lado una de estas partes, estamos haciendo una historia “amputada”, desviada, parcial. Por eso, creo que es importante tener en cuenta todos los aspectos posibles, tanto socioeconómicos, como políticos.

La historia política, es una historia de rupturas: 476-1492, 1492-1789, etc. Representa la disciplina, y en cierta medida obstruye. Es la culpable de que existan esos vacíos que se presentan como una especie de limbo poco estudiado, complejo y hasta a veces olvidados. Para mí esta Historia no sirve. Está claro que no se pasa de un año a otro de Edad Media a Moderna, o de Antigua a Edad Media. Esto es fruto de la Ilustración y el academicismo. Además, supone algo muy rígido que inhabilita ciertas investigaciones.

Por otro lado, metodologías que se centren sólo en la economía o en el materialismo histórico como el marxismo, también están haciendo una Historia parcial.

La división que hicieron los ilustrados de la Historia sirve para la creación de Departamentos, para la administración de las universidades, y en definitiva, para la organización de la ciencia.

Sin embargo, creo que hay que ser muy críticos y no tener una visión de la Historia ni hacer una interpretación de la misma como bloques cerrados, ya que todo fluye y guarda relación con lo anterior y posterior: digamos que todo es causa-efecto, todo tiene unas causas que lo preceden y unas consecuencias posteriores, muchas veces fuera del bloque cerrado de “Edad Media”, “Edad Moderna”, etc., por lo que hay que hacer caso a los procesos y no tanto a las divisiones.

Precisamente creo que esta es la clave para salvar esa enorme barrera que nos imponen las divisiones: estudiar procesos históricos, sin atender a si empieza en el siglo XIII y termina en el XVII, por ejemplo.

Si la Historia está plegada de transiciones, ¿cómo podemos acotar su estudio?

De nuevo creo que la arqueología tiene una poderosa arma. Desde la New Archaeology se plantearon estos problemas sobre quién estudia lo que está en medio. Se hizo una declaración de intenciones para, a través de la arqueología, estudiar las continuidades y los cambios por ejemplo, entre el siglo XV y XVI. Lo interesante es que desde la arqueología, se pueden observar los cambios en todas las escalas sociales y por lo tanto, puede romper las barreras academicistas.

Si atendiéramos, por ejemplo, a los procesos y no hiciéramos una Historia por siglos o basadas en fechas, no existirían tantas transiciones, es decir, no tendríamos tantos “vacíos” o lagunas poco claras y poco estudiadas (tardoantigüedad, etc.).

Por lo tanto, existen dos caminos para superar estas barreras: la arqueología, por los motivos antes expuestos; y el estudio de procesos históricos.

Hace poco tiempo tuve la ocasión de observar un examen de Historia de Bachillerato. Me quedé alarmado con el tipo de Historia que se está enseñando en colegios: una Historia basada en fechas y nombres propios, en rupturas, en Historia Política y no en procesos, en Historia Económica o Social.

Todos sabemos que la Historia está formada por procesos, que fluyen y no están estáticos ni son bloques cerrados. Creía que este academicismo estaba mucho más superado. Por ejemplo, los jóvenes sabrán que el 26 de septiembre de 1815 se firmó el tratado de la Santa Alianza pero no sabrán ni qué carácter tenía ni lo que significa la Restauración. Más allá de eso: no sabrán qué es el Antiguo Régimen, el Absolutismo o el feudalismo. También sabrán que Robespierre fue guillotinado el 28 de julio de 1794, pero ni siquiera sabrán qué es la burguesía o cómo se gestó la Revolución. No me extraña que las aulas en mi carrera estén vacías.

Desgraciadamente, esta Historia “de tambor y trompeta” se sigue cultivando por parte de  muchos especialistas; y es la que casi siempre se distingue con el Premio Nacional: la que presta la máxima atención a las aventuras de reyes y nobles.

Como dice Julián Casanova en un artículo, “es como si el tiempo no hubiera pasado, como si el Ministerio de Cultura, el organismo que otorga esos premios desde el comienzo de la democracia, fuera todavía el Ministerio de Información y Turismo de la dictadura”.

¿Por qué no se enseña una Historia que tenga en cuenta factores económicos, sociales y culturales? Una que muestre interés por sectores más amplios de la sociedad.

¿Sirve para algo esta Historia que se está enseñando?

Imagen: Marisolroman

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