Tito Livio: el maestro de la historia romana

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La Jacquerie

El levantamiento popular francés de la Plena Edad Media

Recreación de la Jacquerie, el levantamiento popular francés de la Plena Edad Media
El concepto revuelta y revolución, aunque hayan podido pasar por sinónimos, difieren en esencia el uno del otro.

La revuelta, como puede serlo también la rebelión, es un término aplicado al acto, espontáneo o no, de inconformidad, insatisfacción e incluso de furia que, se materializa en un levantamiento protagonizado por un grupo social concreto, el cual dirige su desencanto hacia un enemigo concreto. Ésta posee dos rasgos primordiales: la certeza de lo intolerable y la acusación. Esto quiere decir que una persona acumula una serie de sentimientos producido por las situaciones que la rodean y decide “no aguantar más”. Acto seguido, busca un responsable a quién dirigir su furia (acusación.

La revolución, por otro lado, es otra contestación a los problemas que se plantea en las dialécticas sociales. Es la reacción racional, meditada y con carga ideológica que pretende articular un cambio social canalizando sus fuerzas en un grupo antagonista. Es producto de los problemas sociales que descansan en una coyuntura económica y que pretende el desmoronamiento del sistema existente y su sustitución por otro modelo distinto.

Por tanto, vemos que las revueltas no son, en absoluto, una revolución pequeña o una revolución que no ha triunfado (R. Mausrier). De hecho, tal y como dice Fouquir, la revolución se considera siempre constructiva y prelude a desembocar en un futuro risueño, mientras que la rebelión es un levantamiento titánico que hace crujir las cosas sin un futuro previsto.

Estos fenómenos se han dado a lo largo de toda la historia y ha hecho posible la solución a problemas que la propia dialéctica presentaba conforme las sociedades crecían.

En Francia, país con una tradición revolucionaria tan conocida, desde el 1789, vemos como una de las mayores revueltas que hubo en su historia ha sido difuminada, tal vez por el oscurantismo y la estigmatización de la Edad Media, tal vez por la poderosa sombra de la Revolución Francesa del siglo XVIII.

La Jacquerie es, sin duda, un levantamiento, una rebelión, que se ve enmarcada en un contexto donde las revueltas fueron la tónica de los pueblos medievales de los siglos XIII-XIV.

Tuvo lugar entre el 28 de mayo del 1358 y el 9 de junio del mismo año. Apenas duró dos semanas pero, sin embargo, tuvo consecuencias que impactaron, tanto en la memoria colectiva, como en la tradición revolucionaria francesa.

El epicentro de este levantamiento fue Sain-Leu d’Esserant, luego fue extendiéndose por el núcleo parisino, aunque se creyó durante mucho tiempo que los campesinos cercanos a París no se sublevaron.

El término Jacquerie proviene de Jacques Bonhomme, llamado así por el cronista Juan le Bel, siendo una equivocación, ya que su nombre real fue Guillermo Cale, dirigente de dicha revuelta. A partir de este error nominal, se conoció a los campesinos adheridos a dicho movimientos “jacques”.

En Plena Edad Media, toda Europa era regida por el sistema feudal, el cual establecía un vínculo de señor y sus aldeanos que funcionaba a modo vasallático, donde la explotación de éste y el enriquecimiento de aquél era lo primordial de esta relación social.

Francia también engrasaba su maquinaria con este vasallaje típico del feudalismo. La situación concreta del país era delicada, ya que el prestigio de la nobleza estaba cayendo por la derrota de los caballeros del rey en Countran, lo que hizo cuestionar la verdadera función de este cuerpo militar dentro del orden social. Además, la coyuntura económica era desastrosa, manteniendo un conflicto bélico contra Inglaterra en la conocida Guerra de los Cien Años. A esta situación, se le suma la gran depresión de la Plena Edad Media, la cual obligó evocó a la subida de impuestos. Todos estos factores auspiciaron un caldo de cultivo que acabaría estallando en la sublevación jacquerie.

El encarcelamiento del rey de Francia fue el detonador del movimiento campesino que fue, en principio, espontáneo, pero que más tarde fue reconducido por líderes que surgieron del conflicto.

Los aldeanos y ciudadanos se reunían en las plazas y, armados con los utensilios de trabajo y cualquier objeto que les sirviera para causar daño, emprendieron un camino que dejó como rastro la sangre de nobles y señores así como el humo de los castillos y las casas que iban desolando a su paso. Los dirigentes como Cale o Etienne Marcel canalizaron la furia de este movimiento hacia objetivos estratégicos y tácticos, además difundir y propagar los objetivos de la Jacquerie con una profunda carga ideológica en sus discursos.

Pese a la actuación conjunta de las bandas Jacques y de los dirigentes, no consiguieron dar soluciones al pueblo, siendo en su momento de mayor debilidad, objeto de la Contra-Jacquerie, un ejercicio de represión brutal por parte de la nobleza que, restaurada y con apoyo de Carlos el Malo, consiguieron aplastar la revuelta que, tras dos largas semanas, finalizó con la derrota de las fuerzas sublevadas y por la captura de Cale en una emboscada, donde tras apresarle, le castigaron, torturándole  y decapitándole como aviso para el resto del pueblo.

Esta experiencia nos deja testimonios como el de los cronistas Juan le Bel o Foissant, quienes reflejan esta llamarada que se expandió por la oratoria de sus dirigentes y se llevó a cabo “sin más armas que bastones herrados y cuchillos”.

Sin lugar a dudas, a pesar de no ser un fenómeno revolucionario rigurosamente, fue un acontecimiento que fue capaz de arrinconar contra la pared a la autoridad nobiliaria, impactando, como decía anteriormente, en la memoria colectiva del pueblo francés que sería en antecedente de la Revolución Francesa.

Bibliografía

Fouquin, Guy: Levantamientos Populares en la Edad Media, París, 1976.

Freud: Malestar en la Civilización. Prensa Universitarias de Francia, París, 1971.

Marx, Karl: Manifiesto del Partido Comunista, 1996.

Marx, Karl y Engels: La ideología Alemana, París, 1970.

Imagen| Utpictura18

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