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¿Tiendas en museos o museos en tiendas?

La creciente actividad comercial en las instituciones culturales sobre sus colecciones supone un ingreso económico importante, las tiendas en los museos son ya un imprescindible en cualquier de ellos

Tienda del Museo del Prado
Hoy en día, visitar un museo y no encontrar una pequeña tiendas o lugar donde comprar un recuerdo de este es prácticamente imposible. Desde los pequeños museos hasta los más grandes encontramos todo un repertorio de “souvenir”.

La existencia de pequeñas tiendas a la salida de una exposición ya existe desde mediados del siglo XVIII, pero en el año 2008, el que llaman el Andy Warhol japonés, Takashi Murakami, realizó una exposición en el Broadway Museum Art y, al finalizar, había una tienda con los elementos que acababan de ver en la exhibición. Este conocido artista ha trabajado, además, con diseñadores de la talla de Louis Vuitton. ¿Supone esto el inicio de una “comercialización” de las instituciones culturales del arte?

Exposición de Takashi Murakami
Las pequeñas, o grandes, en algunos casos, tiendas que encontramos a la salida de la visita de estas infraestructuras culturales no son cualquier cosa. Suponen un gran estudio de marketing en el que deben de ofrecer, no ya las simples tazas ni imanes, sino artículos en muchos casos de autentico lujo. Para ello, el Thyssen se vale de grandes diseñadores para su colección de joyas o de artículos tan variados como lámparas, cojines, muebles,… y todos ellos relacionados con la marca de esta institución. Además siempre suele haber dos líneas, por una parte la de la colección permanente y por otra los elementos que se han diseñado en relación con las exposiciones temporales.

Ha llegado a suponer un gran incremento en las cuentas de los museos, subiendo hasta un 10 % en los ingresos en el caso de Guggenheim de Bilbao o superando los 3 millones de euros en el Thyssen-Bornemisza. En el caso del Museo del Prado, en el año 2014,  las ventas de elementos de merchandising fueron de más de 5 millones de euros.

Con la llegada de la crisis, la cultura y el ocio se convirtieron en un lujo, con lo que el porcentaje de visitas disminuyó bastante, así como las ayudas por parte del gobierno. Sin embargo, estas nuevas iniciativas ayudan a la subsistencia de las instituciones.

Museo Guggenheim Bilbao, fachada norte, junto a la ría de Bilbao
No solo encontramos libros u elementos de papelería (que por otra parte siguen siendo los más vendidos), sino que además las cafeterías o la celebración de congresos o ferias dentro de estos centros son otro incentivo más para su economía.

El mantenimiento de los museos, no solo de sus instalaciones (muy sofisticadas para poder conservar en condiciones idóneas las obras de arte) y del personal, sino además de las restauraciones, supone un alto costo que en muchos casos no es suficiente con las visitas.

Para conseguir algo más realizan auténticas estrategias de franquicias comerciales para rentabilizar, por otra parte, la inversión en todos estos elementos que están disponibles para todos los visitantes. ¿Son por ello negocios más que instituciones culturales?

Como ejemplo, podría citar el Guggenheim o el Louvre, que abren “filiales” en diferentes partes del mundo. En algunos casos lo hacen importando más bien “poco” las colecciones que tengan en su interior. En el caso de los museos Guggenheim son símbolo de grandes construcciones arquitectónicas en las que albergan algunas obras de grandes artistas, pero no tienen colecciones tan importantes como pueden ser la del Museo del Prado o del Museo Orsay en París.

Ser una institución pública cultural no quita que sean gestionadas como negocios  ya que, como se ha comentado antes, precisan de unas retribuciones económicas altas que, en muchos casos, el estado no puede mantener.

Imágenes| Wikipedia

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