Tito Livio: el maestro de la historia romana

¿Quién fue Tito Livio? Imagen meramente ilustrativa. Tito Livio fue un historiador romano que vivió entre el año 59 a.C. y el 17 d.C., aprox...

¡Oro va!: El fingido derroche de los Farnesio

Por ricos, los Farnesio vestían la mesa con oro macizo. Platos, cubiertos y demás, estaban fabricados con este material. Hasta ahí, nada que pueda escaparse a la costumbre de un adinerado

Pablo III con Alejandro y Octavio Farnesio. Tiziano
Parece ser que, a pesar de lucir la etiqueta de noble en su posición social, los Farnesio no estaban marcados con esa misma categoría en lo que a moral se refiere. De hecho, uno de sus miembros más conocidos a nivel mundial, Pablo III, llegó a Papa después de haber sido ordenado cardenal sin ser si quiera sacerdote. El dedo mágico fue el de Alejandro VI de Borgia, quien gozaba de los favores de Julia Farnesio, la hermana de Pablo.

Benjamin Blech y Roy Doliner cuentan en Los secretos de la Capilla Sixtina, que después de que Pablo fuese ordenado Papa, «le llegaba el turno a la familia Farnesio de disfrutar del papado y de los cofres de oro del Vaticano». Y debió de ser grande el gozo a juzgar por alguna de las costumbres que tenía esta familia de nobles acaudalados.

Los invitados, con la boca abierta

Era en el salón de la última planta del espectacular Palacio Farnesio donde la familia acostumbraba a ofrecer algunos de los banquetes más excéntricos que ha conocido Roma.

Por ricos, los Farnesio vestían la mesa con oro macizo. Platos, cubiertos y demás, estaban fabricados con este material. Hasta ahí, nada que pueda escaparse a la costumbre de un adinerado. Lo que ya no es tan común, es que al terminar estas comilonas se tiren por la ventana los utensilios con los que uno ha disfrutado de los manjares.

Eso precisamente era lo que acostumbraba a hacer esta familia de nobles. Todo el oro de la mesa era lanzado por la ventana trasera del Palacio hasta caer en las orillas o en el mismo Tíber. Los invitados, no es para menos, con la boca abierta.

Pero no servía más que para aparentar, y la mayor gloria de este derroche no era para los Farnesio, sino para los criados que bajaban hasta la orilla del río armados con redes a recoger el preciado oro.

Aquí la mente puede echar a volar, si bien Blech y Doliner aseguran que los trabajadores de palacio hacían la repesca de los utensilios «para poder ser reutilizados en el siguiente banquete», es decir, que los Farnesio gustaban de figurar como los amos del derroche en Roma por llevar los bolsillos hasta arriba de dinero. Nada más.

Bibliografía

BLECH, Benjamin y DOLINER, Roy, Los secretos de la Capilla Sixtina. Aguilar, 2009


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Imagen| Wikimedia

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