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La Guerra Civil que no mató a los republicanos de Tudela de Duero

Porque allí no hubo guerra. Fue la represión de los golpistas lo que decidió que su corporación municipal debía ir al paredón

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La democracia que murió de forma generalizada tras el estallido de la Guerra Civil española, también lo hizo a nivel particular en muchas zonas de nuestro país. Democracia que un plumazo nacional borró de la realidad de la época.

Así ocurrió en Tudela de Duero, Valladolid, con la corporación municipal y otros vecinos de relevancia institucional en los campos públicos que fuese. Como señala Orosia Castán, se hace necesario recordar que todos estos involuntarios de vida «habían sido elegidos de manera democrática para ocupar los cargos que desempeñaban». Esto viene a decir que todos murieron por el asesinato previo de la democracia española. En Tudela no hubo guerra, solo represión.

La condena a muerte no llegó sin avisar

En este caso de Tudela, los republicanos, por enemigo, tenían la guadaña pisándole los talones desde mediados del año 1936. Como el invierno, los golpistas se presentaron de sopetón y armando escándalo en la ciudad vallisoletana la mañana del 19 de enero de 1937. Por el barullo que se preparó, un grupo de vecinos se acercaron hasta el Ayuntamiento para interesarse por el asunto. Allí esperaba la guardia sublevada, allí fueron informados esos vecinos del Golpe, y de allí conducidos a las Cocheras de Tranvías de Valladolid, un edificio al que se tuvo que echar mano por estar hasta arriba de gente las dos cárceles que existían en la capital.

El juicio a los catorce vecinos fue inmediato, uno hipotecado de antemano en el que no fue permitida una defensa para los detenidos y en el que, como señala Orosia Castán, «en ningún momento pudiese demostrarse la acusación por la que les iban a arrebatar la vida». De hecho, aquellos hombres solo se habían acercado al consistorio para dar cuenta de qué estaba pasando.

Una sentencia a muerte atolondrada a manos de quienes iban en contra de un sistema legalmente establecido. Si uno se para a pensar en el asunto, y pone la objetividad sobre la mesa —es decir, dejando a un lado quién o qué era el enemigo—, se dará cuenta que la ilegalidad era portada por aquellos que estaban haciendo imponer una justicia ilegítima, sesgando así todo proceso democrático y cabal.

De cualquier modo, la corporación municipal de Tudela de Duero fue atravesada por las balas y enterrada en una fosa común del cementerio del Carmen, Valladolid. Todos, excepto los dos cuyas familias tuvieron tiempo de pagar la caja de su muerto y las tasas correspondientes, que aun sin vida, los impuestos son lo primero. Y sin guerra.

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