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El mayor fracaso de Da Vinci fue una tarta de boda

Entre leyenda y realidad sobrevive la historia de la tarta de boda de los Sforza, un gigantesco proyecto de Da Vinci para llevarse las manos a la cabeza

La tarta de boda de los Sforza, un gigantesco proyecto de Da Vinci que quedó en aguas de borraja
Como no podía ser de otra manera, la inventiva de Leonardo aterrizó en el menú de boda de los Sforza. Nada de atiborrar los platos de los comensales con montañas de alimentos, no, que Da Vinci era un artista. Por eso se empecinó en vestir la mesa nupcial con la elegancia que posee el minimalismo culinario: «Una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana, los testículos de un cordero con crema fría» o «dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga».

Pero Ludovico Sforza, que entendía más de apariencias y de coronas, sustituyó el artístico menú por otro que incluía, por ejemplo, «200 terneras, capones y gansos, 600 salchichas de sesos de cerdo de Bolonia, 60 pavos reales, cisnes y garzas reales» y «1.200 pasteles redondos de Ferrara». El día y la noche.

La tarta más grande del mundo

A pesar de esto, Leonardo fue elegido maestro de ceremonias del enlace de Ludovico y de Beatrice D´Este. Después de una jornada de prolegómenos memorable, Da Vinci reunió a su equipo antes de la llegada del sol para explicarles cuál era el siguiente paso a seguir. El florentino quería pasar a la historia, y lo hizo por la puerta grande. Ya no solo con el plan en sí, que era de llevarse las manos a la cabeza, sino que el desenlace y el azar animaron mucho al destino: no habría tarta de boda sobre la mesa, sino que la mesa estaría dentro del pastel nupcial. En realidad, el enlace entero se celebraría dentro de una gigantesca tarta de 60 o 70 metros de longitud, depende de quién lo cuente, en la que el mobiliario estaría también medio fabricado con azúcares y bizcochos.

Pero como el dulce atrae a las moscas, la enorme tarta de Da Vinci hizo lo propio con todo tipo de animales que rondaban con mirada aviesa el manjar del florentino. Así es que cuando regresó por la mañana, Leonardo vio con pavor cómo la tarta había hecho las delicias de todo bicho viviente: «Ratas, gusanos, insectos y aves tuvieron el convite de su vida», dice Gálvez.

Aquello era un inmenso fracaso, una vergüenza para el artista y un pinchazo hondo en su pundonor. El fin de su carrera, nada menos. Así es que Da Vinci salió de la Plaza de Armas dejando por los suelos su obra, la tarta más grande del mundo, mientras los bichos seguían inmersos en su festín particular y las calles italianas murmuraban que «el genio de Florencia era incapaz de dar de comer a trescientas personas».

Bibliografía

GÁLVEZ, C., Matar a Leonardo da Vinci (Crónicas del Renacimiento I), Suma, 2014.

Vía| La Vanguardia, Ver bibliografía

1 comentario:

Unknown dijo...

Por eso el dijo si pude hacer la la última cena de Señor ! En su pintura lo ise todo