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Decían que Franco vendía España por 15.000 nazis y alguna cosa más

El Cabanellas de Franco afirmó en Salamanca que 'para realizar nuestra España nos uniremos con el diablo, si es preciso'. Y así fue

Hitler se ofreció a enviar a Franco 15.000 SS «para construir un Cuerpo de Policía digno de confianza»
En 1937 se ponía mucho énfasis al pensamiento. Europa cocía a fuego lento sin saber cuál sería el nefasto desenlace de su futuro inmediato. Entonces, y aunque con censura previa, las convicciones morales de quienes escribían la guerra daban la información con nostalgia y positivismo poético, de modo que, dependiendo de la gravedad del momento, un domingo cualquiera de noviembre podía pasar sin problemas a un atardecer onírico de agosto. Era la determinación de defender lo de uno en vez de atacar lo del otro.

Hoy, ya a toro pasado, leer la entonces actualidad sabiendo la desgracia en la que se sumiría el continente le pone a una los pelos de punta. Cosas de cercanía histórica.

Portugueses y alemanes

Por aquellos años, España estaba en guerra. La totalidad de los diarios republicanos nacionales y no rellenaron sus páginas con información referente al auxilio extranjero que recibía el ejército de Franco durante la Guerra Civil. «El enanillo hace todo lo que puede», decía La Voz en febrero de 1937 a raíz de un artículo publicado por madame Tabouis en L'Oeuvre. En él relataba cómo el Portugal de Salazar ofrecía una «descarada ayuda» al ejército nacional en forma de gasolina y armamento: 
«Las factorías Beirolas y la fábrica Chalas construyen para él granadas, bombas, bandas de ametralladoras y cartuchos.»

No fueron pocos los avisos en prensa que aludían a este rescate pro franquista. Así, desde la derecha de la Península se proveía de soldados al ejército sublevado. Además de la diafanidad de Von Faupel, de quien Paul Temoin decía en L´Humanite ser «graso como un fraile», la presencia de tropas alemanas en España fue bien visible en decenas de rincones. Desde las barricadas que los nazis levantaron junto a la frontera francesa —según contaban «las familias expulsadas por los fascistas de Guipúzcoa que marchan a Bilbao»—, hasta la hermosa ciudad de Salamanca, donde el número de soldados franquistas por metro cuadrado era la mitad que el de los voluntariosos nazis. Temoin, después de cruzar algunas palabras con el General Cabanellas en el hoy desaparecido Gran Hotel de la ciudad castellana, delineaba con exquisitez literaria la diferencia entre ambos combatientes:

«Los Fritz se dejan enternecer. Disfrutan de buena paga: catorce pesetas diarias, ¡y van tan bien vestidos! Imponen a los miserables ‘regulares’, que son los soldados peor vestidos del Mundo. Van limpios, bruñidos en su uniforme reseda, que es exactamente el de los campos de trabajo hitlerianos: blusa de paño grueso, cuello abierto, botas de cuero mate. El pequeño gorro español cubre sus cráneos rapados».

Italianos y alemanes

Como no podía de ser de otra manera, además de Alemania, por ideología no podía faltar la figura del Duce. De ahí que soldados italianos copasen España durante la Guerra Civil. Por importancia se mencionan los «que relevaron a los falangistas» en la toma de Málaga, en la que se daba por sentado que había sido fundamental la intervención italoalemana.

En concreto, el pacto de retro entre ambas potencias habría sido sellado a raíz de una visita de Goering a los dominios italianos en la que se habría materializado el número de soldados que acudirían en auxilio de Franco. Entonces a Málaga no le quedó más remedio que caer aplastada por la acción del peso extranjero mientras Hitler veía a tiro de piedra su deseo de amedrentar a Marruecos y Mussolini el de poner las zarpas sobre Gibraltar. Un peso que, según The Manchester Guardian, se habría despeñado en forma de 12.000 soldados italianos más siete barcos de la misma nacionalidad, junto a 60 aviones nazis y el buque Graf Spee como cabeza de la flota de Franco.

Así que fue este collar fascista lo que hizo que muchos aseveraran que la Guerra Civil española determinaría el futuro comunista de Europa, una pantomima propagandística de Guerra Fría que triunfó en los altos estratos sociales de Inglaterra y de Francia, y que convirtió a España en una golosina a repartir entre el resto del autoritarismo europeo. Eso sí, todos ronroneando con una nariz de pega.

Españoles y alemanes

De manera que fue por el abanico de nacionalidades dispares por lo que hubo que poner orden entre las bocas que se hacían agua ante el mismo pastel, y Von Faupel se encargó de negociar el tratado entre Franco y Hitler. No fue el único, pero ABC publicaba el 26 de febrero de 1937 algunos de los puntos que contenía ese acuerdo, resaltando en la cabecera lo referido al contingente humano.

Obviamente, Franco debía enfrentarse a la Unión Soviética, por lo que, además de salir pitando de la Sociedad de Naciones, tenía que adherirse a la alianza germanonipona sin rechistar. No había otra. Si la URSS me ataca, tú me ayudas.

A parte de esto, como se decía que Franco no era capaz de seguir en pie y se vislumbraba que por sí solo el ejército nacional no sería capaz de ganar nada, el Reich se ofreció a enviar 15.000 hombres de las SS —algunos diarios le restan un cero— «para construir un Cuerpo de Policía digno de confianza». Para ello, esos alemanes aprenderían a hablar castellano y se formarían durante un par de meses en el arte de ganar la guerra a la República: 
«Sus uniformes españoles están ya preparados y tienen ya puestos incluso los galones», decía el corresponsal de Facetas de Actualidad Española.

Y para que Franco no se quedase más solo que la una, el pacto incluía también 200 especialistas de la propaganda que durante cinco años, y a cambio de la nacionalidad española, Goebbels pondría a disposición del Generalísimo para crear un Estado Mayor como dios mandaba.

Todo ello unido a las rentas anejas ya conseguidas por Alemania, tales como la explotación de numerosas minas de cobre y hierro o las ingentes cantidades de oro que se pagaron al que sería uno de los más sádicos e irracionales asesinos de la historia de Europa. Pero como decía Cabanellas en el hall del Gran Hotel salmantino, «para realizar nuestra España nos uniremos con el diablo, si es preciso». Y sucedió exactamente así.

Vía| Biblioteca Nacional de España, Hemeroteca ABC, Hemeroteca La Vanguardia

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