Comer los pecados del fallecido fue una costumbre funeraria popular
Desde el siglo XVII
está documentada en Inglaterra la figura del comepecados. Esta persona se
encargaba de comer simbólicamente los pecados de un muerto para que éste
pudiera alcanzar la salvación de su alma. Cuando un hombre o mujer fallecía,
los familiares en ocasiones llamaban al devorador de pecados al lecho de muerte
y le hacían sentar en una silla o taburete. Por encima del cadáver, le pasaban
algo de comida y bebida, normalmente pan o queso y cerveza o leche. A veces
posaban la comida en el pecho del difunto unos instantes. Cuando el comepecados
consumía los alimentos, se creía que éste absorbía
inmediatamente los pecados del difunto.
Después de llevar a cabo su función, los devoradores de pecados recibían una compensación económica por su particular servicio a la comunidad. Estos personajes pertenecían a un estrato social muy bajo, a menudo eran pobres y vagabundos, dispuestos incluso a sacrificar la salvación de su alma por poder obtener dinero y comida.
Después de llevar a cabo su función, los devoradores de pecados recibían una compensación económica por su particular servicio a la comunidad. Estos personajes pertenecían a un estrato social muy bajo, a menudo eran pobres y vagabundos, dispuestos incluso a sacrificar la salvación de su alma por poder obtener dinero y comida.
Irónicamente, a pesar
de la popularidad de los comedores de pecados y su función en la salvación del
alma de otros, éstos eran a menudo
repudiados por la sociedad. No era infrecuente que, después de llevar a
cabo el ritual de asimilar los pecados ajenos, al salir de la casa del difunto,
éstos fueran insultados e incluso se les arrojasen palos, trozos de carbón o
cualquier otro elemento.
Estos hombres solían
vivir separados del resto de la población, recluidos en lugares apartados y
eludiendo el contacto con otras personas. El hecho de que una persona estuviera
dispuesta a vender su salvación por tan poco dinero estaba muy mal visto a ojos
de la sociedad. Se le veía como una persona
con inclinaciones diabólicas y en relación con la brujería. En ocasiones se
llegaba a quemar el plato de madera del que había comido.
Es posible que el
origen de esta costumbre se encuentre en una interpretación erronea y simplista del Antiguo Testamento. En
Levítico 16:21-22 se describe cómo Arón explica los pecados e inquinidades de
sus hijos fallecidos a una cabra, transmitiéndole simbólicamente los pecados de
éstos. La cabra se suelta luego en el desierto para que vague y no encuentre el
camino de vuelta. De este pasaje bíblico procede precisamente la expresión
“chivo expiatorio”. Una interpretación demasiado literal de este episodio pudo
llevar a concluir que los pecados podían pasar de una persona a otra.
Esta costumbre se
mantuvo con pocas modificaciones hasta principios del siglo XX, especialmente
en el ámbito rural. La práctica, sin embargo, desembocó en una versión más
dulcificada en el siglo XIX, en relación con la importancia del luto de este
siglo. En algunas zonas de Holanda e Inglaterra las mujeres de la familia
cocinaban unas galletas, conocidas como galletas
de muerto, que comían los familiares alrededor de la cama en la que yacía
en cuerpo. Estas galletas podían llevar incisas las iniciales del difunto o
aludir al finado en el envoltorio. Parece seguro que esta costumbre deriva
directamente de los comepecados del ámbito rural de épocas anteriores. Aún en
la actualidad en algunas zonas de Inglaterra se siguen comiendo estos dulces de
difunto.
Bibliografía
DAVIDSON, Hilda Ellis
(1993): Boundaries and Thresholds: Papers
from a Colloquium of the Katherine Briggs Club.
PUCKLE, Bertram S.
(1926): Funeral Customs.
V.V.A.A. (1911): Encyclopædia Britannica.
Autora| Irene Lázaro Romero
Vía| Ver bibliografía
Imagen| Wikimedia Commons
Comentarios