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Escuelas Residenciales Indígenas de Canadá

El proyecto legal de Canadá para exterminar a la población nativa

La asimilación de los niños y niñas indígenas en la cultura occidental amenazaría la pervivencia de su cultura

En el siglo XIX, Canadá inició un genocidio cultural sobre los pueblos conocidos como Primeras Naciones (First Nations) asentando sus bases con la Gradual Civilization Act (1857) y la Gradual Enfranchisement Act (1869), las cuales pretendían asimilar a las poblaciones nativas de la zona en granjeros cristianos angloparlantes o francoparlantes. Con esto se asumía la “superioridad” de las culturas francesa e inglesa frente a la cultura originaria de ese territorio. En aquel momento se entendía que los indígenas eran gente con problemas mentales que necesitaban ser tutelados por el hombre blanco.

Para conseguirlo se crearon unas escuelas residenciales indígenas, en régimen interno, donde los niños y niñas nativos ingresaban a la fuerza para educarlos tal como pretendía el gobierno. Normalmente eran gestionados por congregaciones eclesiásticas (católica, anglicana y unificada) y sus métodos provocaron que muchos niños escapasen, enfermasen e incluso muriesen por distintos motivos.

Durante los casi 150 años que estuvieron activos estos internados se estima que unos 150.000 niños entraron en ellas. En 1884 la escolarización fue obligatoria para todos aquellos menores de 16 años; si no acudían, su familia podía ser multada o encerrada en la cárcel. Había que "matar lo indio en el niño".

Se conoce la existencia de malnutrición, abusos (físico, sexual y psicológico), falta de higiene, aglomeración, enfermedades y frío dentro de estas escuelas; parte de esto fue justificado como modo de civilizar a los niños.

Pero según pasaban los años la situación no iba mejorando: se crearon leyes como la de esterilización obligatoria (para la población nativa, se entiende) en 1928, en Alberta, y más tarde, en 1933 para la Columbia Británica.

La Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá (CTR en inglés), un organismo creado en 2009 y que se dedica a buscar pruebas de la discriminación sufrida en estos centros, recogió cerca de 7.000 testimonios distintos; también ha confirmado que entre 1940 hasta bien entrada la década de 1950 estos niños fueron utilizados en experimentos para conocer cómo resistía el cuerpo humano ante la desnutrición. El número real de niños fallecidos no se puede concretar, más aún con el rechazo del gobierno de facilitar determinados documentos, aunque ya se han confirmado 6.000 dentro de estas escuelas (incluidos los suicidios), así que el número pudo ser mayor aún.

A estos niños se les prohibía hablar en su lengua original o practicar cualquier manifestación de su cultura original bajo pena de ser humillados o castigados físicamente. Esto ha generado entre sus supervivientes altas tasas de consumo de drogas o alcohol, suicidio o violencia doméstica. Además, debido al gran éxito de las escuelas residenciales, esos niños que consiguieron salir no han mantenido su cultura o su idioma, además de romper los lazos familiares.

Básicamente lo que pretendía el gobierno canadiense con esto era, por un lado, obtener los recursos de los territorios donde se asentaban estas poblaciones y, por otro, desprenderse de sus obligaciones legales y económicas con respecto a los indígenas. Los niños eran enviados lejos de sus familias para evitar que se escaparan o que las familias pudieran hacer algo por ellos. Si morían dentro de las escuelas, eran enterrados en fosas comunes pero sus familias no eran avisadas si quiera. Poco a poco y generación tras generación las culturas de las Primeras Naciones desaparecerían. Por suerte, la última de estas escuelas fue cerrada en 1996, casi un siglo y medio después de su implantación.

El primer ministro canadiense, Stephen Harper, ofreció una disculpa de parte de todo el gobierno de Canadá en 2008, y la CTR aprovechó para solicitar que aprobara las 94 recomendaciones, entre ellas la petición de que Canadá adopte e implemente la Declaración de los derechos de los Indígenas de la ONU, algo que Harper no ha aceptado.

El sucesor de Harper, Justin Trudeau, ha solicitado que el papa Francisco I pida perdón en nombre de la Iglesia por su participación, ya que sería una parte del proceso de sanación para los supervivientes. Pero Francisco I se ha negado alegando que no puede dar esa respuesta a nivel personal.

Imagen| Wikipedia

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