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Mastro Titta, el verdugo de los papas

Mastro Titta fue verdugo del Vaticano durante 68 años

Grabado de Mastro Titta después de una ejecución pública

Giovanni Battista Bugatti fue el verdugo que sirvió durante más tiempo al Vaticano, trabajando en el puesto desde 1796 a 1864, hasta que se retiró con 86 años de edad, habiendo ejecutado a 516 personas. Su apodo procede de la contracción de maestro di giustizia (maestro de justicia). Conocemos con exactitud los años durante los que trabajó porque llevaba un minucioso diario con el nombre de la persona ejecutada, sus crímenes y la fecha de la ejecución.

Sin embargo, la figura de Mastro Titta no se corresponde con el arquetipo de verdugo. Bugatti era de baja estatura y vestía elegantemente, además, quizá por su longevidad en el puesto, no cumplía con el anonimato propio de los verdugos. Quizá por este motivo, se le alojó en el barrio del Borgo, alejado del centro neurálgico de la ciudad y de los principales lugares de ejecución: la Plaza del Popolo y el puente del Castel Sant'Angelo, para evitar que le atacasen las familias de los ejecutados. Cuando los ciudadanos romanos le veían cruzar al otro lado del Tíber vistiendo su túnica roja para las ejecuciones y cargando con su hacha al hombro, sabían que había una ejecución. Las palabras Mastro Titta pasa ponte (“el Mastro Titta pasa el puente”) se convirtieron en un dicho con el mismo sentido de “van a rodar cabezas”. 

Las ejecuciones del Vaticano constituían un ritual en sí mismo. El Papa rezaba en privado por el alma de aquel al que iban a ejecutar. El reo mientras tanto pasaba sus últimas doce horas con la hermandad religiosa de San Juan Bautista Decapitado, que se encargaba de rezar con él y escuchar su última confesión. Las ejecuciones papales no podían llevarse a cabo hasta después de la puesta de sol, cuando ya se hubiera rezado el Ave María. En ese momento, se llevaba al preso en procesión solemne hasta el patíbulo donde Mastro Titta realizaba la ejecución, al principio con un hacha y más adelante con una guillotina. Ésta todavía se conserva en el Museo de Criminología de la ciudad junto a su túnica manchada de sangre. 


Para casos excepcionales se empleaban otros métodos de ajusticiamiento. En crímenes especialmente desagradables, se ataban las extremidades del preso a cuatro caballos que tiraban de ellas, en una forma de ejecución clásica desde la Antigüedad. Otro método consistía en acabar con el condenado mediante un mazazo en la cabeza como si se tratase de ganado. Para asegurar que la ejecución había funcionado, posteriormente se pasaba a degollar al prisionero. Teniendo en cuenta este último modelo de ejecución, no sorprende que la túnica que vestía Mastro Titta para las ejecuciones fuera de color rojo para disimular las manchas.

Después de la ejecución, Mastro Titta mostraba la cabeza cercenada al público desde las cuatro esquinas del patíbulo para demostrar que la justicia divina se había llevado a cabo pero también para aleccionar al público y que se abstuviera de la actividad criminal. Se dice que las madres llevaban a sus hijos a las ejecuciones y, en el momento en que bajaba la guillotina, les propinaban un golpe en la nuca como advertencia y macabro método de educación. 

Mastro Titta se retiró del oficio con 86 años, obteniendo de la iglesia una pensión generosa a cambio de sus años de servicio. En la cultura popular, la figura de Titta tiene matices variados. Se le presenta como un personaje siniestro y oscuro, características propias de los verdugos en el arte y la literatura, quizá en relación con las palabras le dedicaron Dickens y Byron. Sin embargo, en 1962 se publicó en Italia la obra de teatro Rugantino, que en los años 70 se llevó al cine. En ella, Mastro Titta aparece como personaje secundario cómico y esta es la imagen que de él tienen los italianos en la actualidad.

Bibliografía

ALLEN JR., John L. (2001): "He executed justice", National Catholic Reporter.

DICKENS, Charles (1998): Pictures from Italy, Penguin Random House.

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Imagen| Wikimedia Commons

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