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Códices medievales: ¿cómo se elaboraban?

Los códices medievales son uno de los legados culturales más valiosos que han llegado hasta nuestros días

Códice medieval Cruz de la Victoria, Don Pelayo

Los códices medievales son uno de los legados culturales más valiosos que han llegado hasta nuestros días. Valiosos tanto por su contenido como por el arduo trabajo artesanal necesario para elaboración.

¿Qué es un códice?

La palabra códice proviene del latín caudex, corteza de árbol, tronco”. Este origen etimológico haría referencia a los antiguos libros de leyes de época romana realizados sobre tablas de madera a las que se aplicaba una capa de cera, las cuales se amarraban con un cordel.

Posteriormente se ha considerado como códice a todo aquel libro manuscrito elaborado anteriormente a la invención de la imprenta. Sin embargo dentro de los códices, se diferencian diferentes tipos: 

· Códices Iluminados: libros decorados iluminados” con hojas o polvo de oro y plata y tonalidades brillantes. Las letras capitales estaban especialmente elaboradas.

· Códices miniados: libros manuscritos dibujados a mano para cuyas ilustraciones se utilizaban pigmentos de sustancias terrosas, residuos de metales o minerales metálicos.

· Libros de horas: tipo especial de manuscrito iluminado que contenía una colección de oficios y oraciones para uso de los fieles. Incluían salmos penitenciales, letanías, oficios de difuntos entre otras lecturas.

· Códices pictóricos: los libros apenas contienen texto, la información se transmitía mediante dibujos.

Proceso de elaboración de un códice y artífices

Los códices medievales se elaboraban cuidadosamente por los monjes en los scriptorium”, habitaciones reservadas exclusivamente para la composición y copia de estos valiosos manuscritos. En su escritura intervenían numerosos artífices:

· Los pergaminarios eran los monjes encargados de llevar a cabo la preparación de las hojas de pergamino.

· Los copistas, eran los encargados de realizar las copias de los textos a pluma utilizando pigmentos resistentes. Es destacable el hecho de que debían realizar las copias de forma fiel al original, copiando incluso los errores. Además, el copista debía organizar la estructura previa de cada una de las páginas, delimitando los márgenes, los espacios para las miniaturas o ilustraciones así como el trazado de las líneas horizontales para mantener la rectitud de la copia.

· Los rubricantes eran los encargados de hacer la majestuosas letras capitales y de señalar cada uno de los capítulos en color rojo y ocre.

· Los miniaturistas e iluminadores llevaban a cabo las ilustraciones y miniaturas de los libros, encargándose de la ornamentación. Utilizaban los colores rojo, azul y verde principalmente, así como finas capas de oro y plata. Los dibujos se realizaban a los lados del texto o junto a las letras capitulares.

· Los correctores revisaban las copias para comprobar que no incluían errores nuevos. Si detectaban uno, lo raspaban o diluían la tinta para difuminarlo.

El material más utilizado para la elaboración de códices hasta el siglo XV fue el pergamino, a pesar de que el coste era especialmente elevado. Sin embargo, por su naturaleza, era un material sólido y flexible que podía doblarse fácilmente en cuadernillos cosidos entre sí. Además, al no tener que enrollarse, como ocurría anteriormente con el uso del papiro, se podían utilizar pigmentos más resistentes lo cual aseguraba una mayor durabilidad de las cuidadas ilustraciones.

Para llevar a cabo la escritura utilizaban la penna (pluma) que sujetaban con la mano derecha, mientras que con la mano izquierda sujetaban el rasorium (raspador), con el que eliminaban los errores así como las posibles impurezas del pergamino.

Cuando un códice había terminado de ser escrito, dibujado y corregido, se unían los diferentes cuadernos y se cosían por la parte en la que habían sido plegados. Finalmente se incorporaban las cubiertas protectoras: estas podían ser de madera revestidas con tejidos como el terciopelo o la seda o de piel.

Los libros, generalmente, se almacenaban en posición horizontal debido a su gran volumen, encadenados a la mesa mediante una pieza con forma triangular, para evitar que pudieran desplazarse.

Pacientemente elaborados entre los silenciosos muros de los monasterios, los códices son auténticas fuentes del saber en la que se entrelazan la religión, el poder y la historia así como la pulcritud y belleza de sus dibujos y caligrafía.

Bibliografía

Pecourt, M. D. L. D. C. (1999). El mundo de los códices (pp. 15-42). Institución Fernando el Católico.

Sosa, G. (1967). El arte del libro en la Edad Media (Códices-Incunables). Buenos Aires, o. V. 1966. 370 S. Re: Bibl. Вc. Chartes 126 (1968) 520 [Desgraves, L.]. Bull. Bibl. France12, 738.

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