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Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder

Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano.

Trajano y Adriano fueron dos de los emperadores más importantes y exitosos del Imperio romano. Ambos nacieron en Hispania, la provincia romana que abarcaba la totalidad de la península Ibérica, y fueron los primeros emperadores de origen no itálico.

La relación de Trajano y Adriano fue de padre e hijo adoptivo, una práctica común entre las élites romanas para asegurar la sucesión y la continuidad dinástica. Sin embargo, sus personalidades y sus políticas fueron muy diferentes, y reflejaron las distintas circunstancias históricas que les tocó vivir.


Trajano: el optimus princeps y el apogeo del imperio

Trajano nació en el año 53 d.C. en Itálica, una ciudad fundada por los veteranos de la segunda guerra púnica cerca de la actual Sevilla. Su familia era de origen hispano-romano, y tenía una larga tradición militar. Trajano siguió los pasos de su padre y su abuelo, y se convirtió en un destacado general y gobernador de varias provincias. Su carrera le llevó a Germania, Siria, Asia Menor y Dacia, donde obtuvo grandes victorias y el reconocimiento del Senado y el pueblo.

En el año 98 d.C., Trajano fue adoptado por el emperador Nerva, que no tenía hijos propios y necesitaba un sucesor que garantizara la estabilidad del imperio. Nerva murió poco después, y Trajano se convirtió en el primer emperador nacido fuera de Italia. Su reinado, que duró hasta el año 117 d.C., fue considerado por muchos como el apogeo del imperio, tanto en extensión como en prosperidad. Trajano fue el primer emperador en cruzar el río Danubio y conquistar la Dacia, una región rica en oro y otros recursos. También expandió las fronteras del imperio hacia el este, llegando hasta el golfo Pérsico y anexionando las provincias de Armenia, Mesopotamia y Asiria. Estas conquistas le valieron el título de optimus princeps, el mejor gobernante, otorgado por el Senado.

Pero Trajano no solo fue un gran conquistador, sino también un hábil administrador y un generoso benefactor. Bajo su mandato, el imperio disfrutó de una época de paz interna, justicia, tolerancia y bienestar. Trajano impulsó numerosas obras públicas, como acueductos, puentes, carreteras, puertos y templos. Entre sus construcciones más emblemáticas se encuentran el foro y la columna que llevan su nombre, el arco de Trajano en Benevento, y el puente sobre el Danubio, el más largo de la antigüedad. Trajano también se preocupó por el bienestar de sus súbditos, y creó un sistema de asistencia social para los niños pobres, financiado con el botín de las guerras. Asimismo, fomentó la cultura y las artes, y protegió a los intelectuales y filósofos, como Plinio el Joven, que fue su amigo y consejero.


Adriano: el viajero y el consolidador del imperio

Adriano nació en el año 76 d.C. en Roma, pero su familia era originaria de Itálica, la misma ciudad que Trajano. Su padre era primo del padre de Trajano, y murió cuando Adriano tenía 10 años. Trajano se hizo cargo de su educación y le nombró su heredero, aunque no le adoptó formalmente hasta poco antes de su muerte. Adriano se enteró de que era el nuevo emperador cuando estaba en Antioquía, al frente de las tropas que habían participado en las campañas de Trajano en Oriente.

A diferencia de su padre adoptivo, Adriano no buscó ampliar las fronteras del imperio, sino consolidar las existentes y asegurar su defensa. Por eso, renunció a algunas de las conquistas de Trajano, como Mesopotamia y Asiria, y ordenó la construcción de fortificaciones, como el famoso muro que lleva su nombre en Britania. Adriano fue un emperador viajero, que recorrió casi todas las provincias del imperio para inspeccionar su situación y atender sus necesidades. Durante sus viajes, impulsó el desarrollo urbano, el comercio, la cultura y la religión. Adriano fue un gran admirador de la cultura griega, y se hizo llamar el "segundo fundador de Atenas". Allí erigió numerosos edificios, como el templo de Zeus Olímpico, el arco de Adriano y la biblioteca de Adriano. También visitó Egipto, donde se interesó por su antigua civilización y sus misterios. Allí murió su amado Antínoo, un joven de origen bítino que le acompañaba en sus viajes. Adriano le deificó y fundó una ciudad en su honor, Antinópolis.

Adriano fue un emperador culto y refinado, que se dedicó al estudio, la filosofía, la poesía y la música. Escribió obras en latín y en griego, y se dice que compuso el famoso verso "Animula vagula blandula", que expresa su melancolía ante la muerte. También fue un arquitecto innovador, que diseñó su propia villa en Tívoli, una obra maestra de la arquitectura romana que combinaba elementos de diferentes culturas. Adriano no tenía hijos, y adoptó a dos sucesores: primero a Elio, que murió antes que él, y luego a Antonino Pío, que fue el siguiente emperador. Adriano murió en el año 138 d.C., tras una larga enfermedad, y fue enterrado en un mausoleo que hoy se conoce como el castillo de Sant'Angelo.

Trajano y Adriano fueron dos emperadores hispanos que dejaron una profunda huella en la historia de Roma. Sus reinados representaron el máximo esplendor y la mayor extensión del imperio, así como una época de paz, cultura y progreso. Su legado se puede apreciar todavía hoy en las numerosas obras que realizaron o que inspiraron, y en la admiración que despertaron entre sus contemporáneos y las generaciones posteriores.

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