Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

La identidad de los indígenas canarios.

Tras el redescubrimiento de las Islas Canarias en el siglo XIV, los indígenas canarios fueron catalogados por el "pensamiento occidental" como bárbaros o infieles, pues éstos eran objeto de evangelización, esto es, de asimilación, de grado o por fuerza, a través de la cristianización forzosa. De esta manera, quedaba así legitimada la conquista, colonización y evangelización de las islas y de sus moradores. Téngase presente, en relación con esta visión etnocéntrica, que la construcción de la identidad va asociada a la sensación de control, de poder, de diferencia moral, de superioridad sobre los fenómenos de la naturaleza humana y sobre los otros. Y los que supuestamente no tienen esta sensación son considerados, simplemente, como primitivos, salvajes, no tan humanos.
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Con posterioridad, una vez incorporadas las Islas Canarias a la Corona de Castilla, la conquista y la colonización generaron la presencia de una población multiétnica en el archipiélago. Paralelamente, la intervención de la Iglesia católica romana propició que los nativos canarios fuesen considerados como seres humanos, hecho que implicaba que los cristianos debían aceptar que los indígenas canarios eran también descendientes de Adán y Eva y, por tanto, originarios del Próximo Oriente. Así, entre los siglos XV y mediados del siglo XIX, los distintos estudiosos especularon si los indígenas canarios podían ser descendientes de los iberos, cartagineses, israelitas, cananeos o incluso de los tartesios, mientras que escritores todavía mucho más imaginativos afirmaban que eran los descendientes de los supervivientes de la Atlántida.
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¿ABORÍGENES? A partir de finales del siglo XIX, la práctica totalidad de los autores que se dedicaron al estudio arqueológico y antropológico de los indígenas canarios se refirieron a ellos, de forma genérica, con el término aborigen, independientemente de cuál fuese la cuna de origen propuesta y el hipotético momento de su arribada a las islas. El término aborigen se ha seguido empleando hasta la actualidad, generalizándose su uso en el lenguaje académico y popular, a pesar de que tal denominación no es correcta para el ámbito canario por diversas razones.
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En primer lugar, porque con el término aborigen se hace referencia a las poblaciones que están en un lugar desde los orígenes, que son originarios del suelo en que viven. Por tanto, si tenemos presente que los primeros pobladores de Canarias proceden del norte de África, no pueden ser catalogados como aborígenes una vez asentados en las islas. Tales poblaciones fueron aborígenes en su punto de origen africano, pero no en Canarias.
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En segundo lugar, con el término aborigen se designa a los que son originarios de un país o territorio, por oposición a los que se han establecido posteriormente. Por consiguiente, los primeros pobladores de Canarias fueron oriundos (del latín oriri unde, traer origen de alguna parte) del norte de África, y sus descendientes serían indígenas (del latín inde geniti, engendrados allí) canarios.
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Y en tercer lugar, no debemos perder de vista que el término aborigen tiene un carácter peyorativo, discriminatorio, pues mantiene presente el discurso neocolonial y las relaciones sociales de dependencia económica, social, política y cultural de los conquistados en relación con los conquistadores. El término, además, está asociado con seres que aún no han llegado al estadio de la "civilización" e implica la infravaloración de la identidad e historia de sociedades a las que se considera diferentes e inferiores.
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INDÍGENAS. Por consiguiente, el término indígena es, etimológicamente, el más correcto y menos discriminatorio para definir a los antiguos pobladores de Canarias, pues con él se hace referencia a las personas nacidas en un lugar, independientemente del momento cronológico en que esto acontece, pero en el caso canario dentro de la Prehistoria. El término indígena tiene un carácter descriptivo-objetivo y es, a la vez, una categoría etimológica y semánticamente correcta.
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Sin embargo, fuera del ámbito de la arqueología, y en el caso de las sociedades contemporáneas, el término indígena se emplea para identificar a los grupos étnicos, lingüísticos o raciales que tienen una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y que tienen la determinación de preservar, desarrollar y transmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad étnica como base de su existencia continuada como pueblo, de acuerdo con sus propios patrones culturales, sus instituciones y sus sistemas legales. Este es el caso, por ejemplo, de las comunidades indígenas de América Latina.
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En el caso canario, esta continuidad histórica entre las sociedades indígenas precoloniales y postcoloniales existió desde el punto de vista biológico, pero no desde el punto de vista socio-cultural, pues el proceso de aculturación desarrollado en Canarias a raíz de la conquista supuso la progresiva destrucción de los valores sociales y culturales de la sociedad indígena, el denominado etnocidio, pero no así la destrucción biológica, pues estimaciones recientes indican que en torno a un 10% de la población indígena se incorporó a la nueva sociedad resultante de la conquista. No perdamos de vista al respecto que la economía canaria pasó a caracterizarse a partir de entonces por un modelo de crecimiento agrario, inscrito a su vez en el marco de una economía atlántica e internacional. Ello dio pie al desarrollo de una economía dependiente y periférica desde el siglo XVI, así como de una sociedad colonial.
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Por consiguiente, mientras que en Canarias el concepto indígena se emplea para designar a sociedades "fósiles", arqueológicas, en el caso americano la realidad es bien distinta y la significación del concepto trasciende a la contemporaneidad. Por tanto, el concepto indígena, aplicado al caso canario, lleva implícitamente una clara connotación temporal: hace referencia a las poblaciones insulares presentes en las islas desde el primer poblamiento del archipiélago hasta su redescubrimiento en el siglo XIV por los europeos, momento a partir del cual comenzaron a quebrarse las bases del mundo indígena.
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EL EJEMPLO AUSTRALIANO. Otra realidad histórica que refuerza la idoneidad del concepto indígena para el caso canario la encontramos en el ámbito australiano, es decir, en otro territorio insular. En este contexto la palabra aborigen aparece en inglés desde al menos el siglo XVII y ha sido usada para describir a sus pobladores indígenas ya desde el año 1789. Pronto se convirtió en un nombre propio y se empleó para referirse a todos los indígenas australianos. Sin embargo, como nombre ha adquirido connotaciones negativas, incluso despectivas entre algunos sectores de la propia comunidad indígena, que lo ven como poco sensible e incluso ofensivo. Durante un tiempo se pensó que la expresión más aceptable y correcta era "Australian Aborigines", aunque también ésta luego tendió a evitarse por las asociaciones históricas hechas con el colonialismo. Actualmente, la expresión indígenas australianos ("Australian Indigenous") es la que ha ganado más aceptación, particularmente desde los años 80 del siglo XX.
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¿PREHISPÁNICOS? Otro concepto igualmente erróneo y generalizado en el lenguaje académico -y por ende en el lenguaje popular- es prehispánico. Tal denominación se comenzó a aplicar en la Arqueología canaria durante el franquismo para designar el periodo histórico comprendido desde el primer poblamiento de las Islas Canarias hasta la anexión de las mismas por la Corona de Castilla. El término fue introducido en el ámbito canario por Julio Martínez Santa-Olalla, un autor falangista afín al régimen y, de hecho, tal denominación lleva implícita toda una carga ideológica, pues con ella se reforzaba la vinculación de Canarias con la identidad y nación hispana, al tiempo que la identidad cultural precedente se anulaba, cobrando ésta sentido sólo en función del aporte hispano. Baste recordar que, por esas fechas, la lectura nacionalista de la Prehistoria canaria se tradujo en la vinculación de los indígenas canarios con las culturas ibero-mauritana e ibero-sahariana, cuya cuna de origen se ubicó en el Sahara Español. Es decir, con tal denominación, la cultura indígena existente antes de la conquista y colonización de las islas era simplemente prehispánica, anterior al aporte civilizador español, aspecto éste que implicaba la infravaloración del propio bagaje cultural canario y, por ende, del bagaje norteafricano de los primitivos isleños (de raigambre líbico-bereber), el cual encontraba sentido a partir de un marco de referencia español. La denominación, por tanto, obedece a un criterio seudohistoricista y no a una realidad objetiva per se.
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El término prehispánico tampoco puede aplicarse para designar la fase final de las culturas canarias, es decir, el periodo comprendido entre el redescubrimiento de las islas por los españoles y europeos y la desaparición de la cultura indígena, pues habría que presuponer que la cultura indígena desaparece, repentina e irremisiblemente, tras la conquista y colonización de las islas, algo que no parece haber sucedido. Asimismo, de todos es sabido que el redescubrimiento de las islas no fue una tarea exclusivamente hispana (intervinieron también genoveses, normandos, etc.), por lo que el término prehispánico, empleado para definir ese periodo, también es incorrecto a todas luces.
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El uso del concepto prehispánico durante el franquismo, por tanto, pone de manifiesto la existencia de una clara intencionalidad significativa -en el ámbito conceptual- que entronca, obviamente, con la propia naturaleza del discurso nacionalista del régimen franquista. El lenguaje, al ser una creación subjetiva o intersubjetiva, es un medio de transmisión del pensamiento y un instrumento a través del cual los sujetos exponen su concepción del mundo. Es decir, la infraestructura metahistórica lleva implícita una explicación por implicación ideológica. Por consiguiente, el uso hoy en día del concepto prehispánico es erróneo y lleva implícita una carga ideológica que, paradójicamente, ningunea la realidad cultural de las sociedades indígenas canarias objeto de estudio.
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EN SÍNTESIS. La desafortunada pervivencia en el lenguaje académico -y por ende popular- de conceptos como prehispánico o aborigen, pone de manifiesto que su uso ha estado en función de lo que se ha aprendido, de lo que se ha visto, de lo que se admite como probable y de lo que se postula. Y todo ello ha acontecido en un contexto científico en el que la reflexión teórica y conceptual ha sido prácticamente inexistente. El empleo de ambos conceptos en el ámbito de la Arqueología canaria es, por tanto, erróneo. En el caso concreto del concepto prehispánico, su incongruencia no radica exclusivamente en el hecho de que sea una herencia del franquismo sino, además, en el hecho de que tal concepto no describe una realidad objetiva per se y en que es excesivamente reduccionista desde el punto de vista crono-cultural.

El ADN que descifró el origen de los manuscritos.

Parece difícil encontrar un punto en común entre dos disciplinas tan distintas como el estudio de la literatura medieval y la genética, pero dos hermanos estadounidenses lo han hecho al desarrollar una nueva herramienta que permite poner fecha a manuscritos medievales de los que se desconoce cuándo fueron escritos.
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La nueva técnica analiza el ADN mitocondrial presente en las páginas de dichos libros antiguos, la mayoría escritos sobre piel animal. La idea fue del profesor de Inglés de la Universidad estatal de Carolina del Norte (EEUU) Timothy L. Stinson.
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Según explicó a Público, su inquietud surgió mientras estudiaba un viejo poema inglés del siglo XIV, El sitio de Jerusalén. “Estaba intentando confirmar la fecha y localización original de los manuscritos que contenían copias del poema y se me ocurrió que muchos de estos libros estaban escritos sobre piel de animales, por lo que quizás podríamos usar el ADN para desarrollarun técnica más exacta para fechar y localizar manuscritos”, subraya. Stinson, que presentará el nuevo sistema en la próxima reunión anual de la Sociedad Bibliográfica de EEUU –en Nueva York, el 23 de enero–, cree que “miles de manuscritos medievales podrían beneficiarse de la técnica” que ha desarrollado junto con su hermano Michael, profesor de Biología en el Southside Virginia Community College (EEUU).
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Los sistemas más comunes.
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El investigador señala que, hasta la fecha, existen dos procedimientos para intentar datar un manuscrito antiguo: el análisis de la escritura a mano (paleografía) y el de los dialectos empleados. Ambos sistemas son “de gran ayuda” porque los dos “han ido evolucionando con el tiempo” y porque los dialectos tienden a pertenecer a regiones, y son los que utilizaban los escribas antes de que se estandarizara la forma de deletrear, apunta el profesor estadounidense.
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Sin embargo, las dos técnicas “tienden a ser bastante inexactas”. Y para demostrarlo, Stinson utiliza un ejemplo: “¿Qué dialecto nos encontraríamos, por ejemplo, si un escriba nacido en Kent copiara un manuscrito de Warwick después de vivir en un monasterio en York durante 30 años?”.
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Los autores del trabajo creen que su proyecto irá más allá de ayudar a la identificación de manuscritos medievales. Por un parte, ofrecerá luz sobre un asunto del que se desconoce casi todo: el comercio de pergaminos en la Edad Media. “Se asume que la mayoría de los pergaminos se producían y utilizaban localmente, pero el análisis del ADN podría demostrar esto o lo contrario”, señalan.
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Respecto a los animales utilizados en la elaboración de los manuscritos, variaba según la zona. Aunque son frecuentes los libros de reses, ovejas y cabras, estas últimas eran más utilizadas en el sur de Europa, y los primeros son más comunes en los países del norte y el oeste del continente.
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Extraído de Público

El oasis que permitió atravesar África.

Una de las migraciones más importantes para la evolución de las distintas poblaciones humanas se dio hace unos 100.000 años entre la zona subsahariana del continente africano y sus costas mediterráneas.

¿Cómo fueron capaces los habitantes del centro de África de atravesar el desierto -en grandes grupos- para asentarse en el litoral y expandirse tanto por Europa como por Asia? "El camino obvio parece el Nilo", afirma Anne Osborne, del Bristol Isotopic Group de la universidad de esa ciudad (en Reino Unido) en la revista PNAS, "pero las evidencias arqueológicas indican que no fue así, que el Nilo no fue el principal conducto de conexión entre esta zona de África y el Mediterráneo".

La pregunta entonces es cómo pudieron traspasar una barrera tan infranqueable como el Sáhara, un lugar en el que puede llegar a haber precipitaciones inferiores al milímetro anual. "El Sáhara ha sido sin duda una de las barreras físicas mayores para el ser humano. Siempre hemos sabido que el clima en esta y otras zonas del planeta ha fluctuado, pero no había evidencias de que se produjese una bonanza que permitiese el paso de tribus por una zona tan hostil".

Un corredor húmedo.

Esa bonanza se produjo al parecer hace unos 117.000-130.000 años en la actual Libia. "Hoy en día Libia alberga una de las zonas desérticas más hostiles del planeta" continúa Osborne "pero no siempre fue así. Hemos podido comprobar que en la época antes citada desembocaba un río frente a las costas libias. Y el río conectaba ambas partes, la zona fértil subsahariana y las prósperas costas mediterráneas", especifica Osborne.

Era lo que se conoce como un corredor húmedo, un lugar por donde el paso de los hombres era posible. Aunque había evidencias arqueológicas, faltaba encontrar una prueba geológica. "Hay determinados elementos que son más abundantes en el agua dulce que en el agua salada. Lo que hemos hecho es analizar organismos planctónicos y verificar la cantidad de estos compuestos en sus estructuras calcáreas. Pudimos comprobar que en los sedimentos que correspondían a esta época frente a las costas de Libia tenían una elevada concentración de las composiciones propias del agua dulce".

Por tanto había un río que con el tiempo desapareció, que debió permitir el paso de humanos que luego se dispersarían por el litoral mediterráneo. Pero hay más. Los últimos indicios coinciden en que en esa zona debía de haber dos grandes lagos que probablemente suministraban agua a la zona. Queda así un poco más esclarecida la probable ruta migratoria utilizada para dar el salto desde África hacia Eurasia hace unos 100.000 años.

Extraído de Público

En el teatro de la vida.


“A los jóvenes les enseñan hoy que lo importante es hacerse un nombre en el mundo, conquistar un puesto en la sociedad, entrar por la puerta grande en el teatro de la vida. Pero pienso que lo difícil no es entrar, sino salir a tiempo. Y a marcharse dignamente se aprende viajando… A fin de cuentas lo que vale es viajar, elegir un paisaje, perseguir un sueño, cargar la propia maleta y renunciar al resto. No se pierden las cosas al emprender el camino de ida. Uno suele olvidarse los guantes, el paraguas, una maleta o un libro, al volver.”
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Grata sorpresa.



Me encuentro con que Sarah, en su blog “Una brujilla en la buhardilla”, me agradece el esfuerzo y la elaboración de Antrophistoria con este fabuloso premio. Detalles de este tipo me animan a continuar el blog.
¡¡Muchas gracias!!

Neandertales y sapiens.

Posiblemente no exista una polémica tan duradera en el tiempo como la convivencia de dos especies de homínidos en un territorio. La coexistencia en Europa durante por lo menos unos 8.000 años de dos especies ha dado a la literatura científica uno de los elementos de discusión más impresionantes que se haya conocido jamás.

Efectivamente, este fenómeno esta relacionado con la extinción de los neandertales y con la sustitución de esta especie europea por los homínidos africanos de nuestra especie, Homo sapiens. El reemplazo se acaba hace unos 25.000 años, según los datos proporcionados por los registros arqueológicos de las cavidades de Gibraltar y estudiados por el colega Clive Finlayson y sus colaboradores.

Sabemos que por lo menos hasta entonces, y a lo largo de un período, coexistieron en el planeta unas cuatro especies de homínidos: Homo erectus, Homo neanderthalensis, Homo sapiens y el recientemente descubierto Homo floresiensis. Así pues, la diversidad era la base de la progresión de nuestro género en el planeta.

Pero lo que nos interesa ahora es la convivencia de Homo sapiens y de Homo neanderthalensis en Europa. Esto fue así, pero no tenemos pruebas sistemáticas respecto a que hayan habitado de forma sincrónica un mismo territorio. Por ejemplo, nunca se han encontrado en un yacimiento restos esqueléticos craneales de las dos especies en un mismo nivel con actividad antrópica.

Tampoco, en excavaciones modernas, se ha encontrado en un mismo yacimiento un nivel musteriense (industria lítica característica de los neandertales) que tenga por encima un nivel auriñaciense (cultura material propia de los humanos anatómicamente modernos, los sapiens). Normalmente, siempre se encuentran los niveles auriñacienses por encima de los musterienses, siguiendo, por lo tanto, una secuencia lógica.

En general, parece ser que las dos especies son excluyentes en un mismo territorio. Sin embargo, el colega Eric Trinkaus y otros plantean la posibilidad de hibridación. Si esto fuera así, quedaría clara la convivencia de las dos especies en un mismo lugar.

Una reciente publicación, este mismo mes, en el PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America), incide de nuevo sobre este tema basándose en los hallazgos que ha dado el yacimiento Sima de las Palomas, en Cabezo Gordo, en el litoral mediterráneo, concretamente en la región de Murcia.

Muchos arqueólogos continuamos pensando que no existen pruebas claras de esta convivencia. Necesitaremos muchas más para poder formular una teoría a favor de la coexistencia sincrónica y del contacto extraespecífico entre Homo neanderthalenis y Homo sapiens.

Resulta apasionante que estos enigmas tengan difícil solución, pues estimula el debate científico al establecer problemas y obligar a buscar soluciones, sobre todo si éstas son de tipo empírico. También es conveniente que la población se implique en estos debates en aras de socializar el conocimiento entre la especie.
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Extraído de El Mundo

Por qué la teoría de la evolución aún es válida.

La mayoría de los biólogos considera un hecho que todas las formas de vida que se conocen son el fruto de una evolución por selección natural desarrollada durante miles de millones de años. La teoría, ideada por separado por los británicos Charles Darwin y Alfred Russell Wallace, ha acumulado evidencias que la fortalecen durante siglo y medio, pero aún existen grupos (en su mayoría, ajenos a la biología) que cuestionan su validez.

Con motivo del 200 aniversario del nacimiento de Darwin y con el fin de mostrar que la teoría de la evolución por selección natural es un principio validado empíricamente, la revista Nature ha recopilado 15 ejemplos publicados en la última década que sustentan la tesis.

Uno de estos ejemplos es el que hace referencia a los pinzones de las Galápagos, también conocidos como pinzones de Darwin (en la infografía). Cuando el científico llegó a las Galápagos a bordo del Beagle, observó que en las islas existían varias especies de pinzones con aspectos muy parecidos salvo por sus picos.

Cada tipo de pinzón lo tenía diferente en función de su dieta: los que vivían en el suelo lo tenían ancho, los que habitaban en zonas de cactus lo tenían alargado... Darwin planteó que todos tendrían un antepasado común que habría emigrado a la isla tiempo atrás. Después, por selección natural, habrían comenzado a aparecer las nuevas especies. Desde entonces, el caso de los pinzones se ha convertido en un ejemplo clásico para explicar la aparición de nuevas especies a partir de un tronco común como método de adaptación a los distintos nichos ecológicos.

Competencia que obliga a mejorar.

La evolución es una carrera de armamentos. Si el depredador mejora su técnica de caza, la víctima potencial se verá obligada a mejorar sus cualidades elusivas. En 2007, investigadores belgas observaron una de estas competiciones: la que enfrenta a la pulga de agua con los parásitos que la infectan. Cada vez que la pulga lograba mejorar su respuesta a las infecciones, los parásitos mejoraban su capacidad para aprovecharse del organismo de los crustáceos.

Confirmando las predicciones teóricas, los parásitos lograron adaptarse a su huésped en un periodo de pocos años. Su capacidad para infectar a las pulgas cambiaba poco con el paso del tiempo, pero la virulencia y la aptitud del parásito se incrementó progresivamente, siendo siempre igualada por la capacidad de las pulgas para resistir.

Evolución acelerada.

Investigadores británicos observaron que la variación genética de los carboneros de un bosque en Oxfordshire era distinta en diferentes partes de la espesura. Esta pauta de variación conducía a diferentes respuestas a la selección natural en distintas zonas del bosque.

El efecto se veía reforzado por la ‘dispersión no aleatoria’: pájaros individuales se seleccionan y se reproducen en diferentes hábitats para mejorar su adaptación. Los científicos observaron que cuando el flujo genético no es homogéneo, la diferenciación evolutiva puede producirse en periodos muy breves.

Dinosaurios emplumados.

Una de las críticas iniciales a la teoría evolutiva era la ausencia de rasgos de transición que ilustrasen el paso de un grupo de animales a otro. Sin embargo, poco después de la publicación de ‘El origen de las especies’, se descubrió el primer fósil de ‘Archaeopteryx’, un animal que unía características de los reptiles, como los dientes, con las plumas propias de las aves.

Aunque ‘Archaeopteryx’ es considerado el primer ave conocida, muchos afirmaron que podía tratarse de un dinosaurio con plumas. Desde entonces, nuevos hallazgos han apuntalado la hipótesis de los dinosaurios plumíferos. El año pasado se anunció el hallazgo de ‘Epidexipteryx’, un pequeño dinosaurio de vistoso plumaje que podía serle útil en sus conquistas.

Los ancestros de las ballenas tenían pezuñas.

Las ballenas llevan millones de años viviendo en los océanos, pero las evidencias recogidas por los investigadores muestran que, como mamíferos que son, su árbol genealógico surgió en tierra firme. Los abundantes fósiles de los primeros diez millones de años de evolución de las ballenas cuentan la historia de criaturas acuáticas como el ‘Ambulocetus’, con características que hoy en día sólo se encuentran en las ballenas y extremidades similares a las de los animales terrestres que son sus ancestros. Menos conocidos eran los animales terrestres que se encuentran en una etapa anterior del proceso evolutivo de estos cetáceos.

El ‘Indohyus’ era un animal con algunas características parecidas a las de vacas, ciervos u ovejas, que pasaba gran parte de su vida en el agua. Pese a tener muchas similitudes con las ballenas, su dieta era muy diferente. Esto sugiere que fue un cambio de dieta lo que les impulsó a instalarse definitivamente en el agua. El estudio de ‘Indohyus’, publicado en 2007 en ‘Nature’, demuestra que en el registro fósil existen potenciales especies de transición.

La selección no ofrece soluciones óptimas.

La selección natural obliga a mejorar al material disponible, no produce soluciones óptimas. Por eso a los tetrápodos, cuando llegaron a la tierra, no les crecieron ruedas sino patas. Un caso de la adaptación del material disponible es el de la ‘Muraena retifera’.

Al ser demasiado estrecha y alargada, la cavidad de su boca es muy pequeña para succionar a sus presas a su interior, como hacen otros peces. Como solución, estos animales han desarrollado una segunda mandíbula que surge del interior de su boca y arrastra a sus presas para engullirlas.

‘Tiktaalik’, muestra de la transición del agua a la tierra.

Los hallazgos de los últimos 20 años indican que los primeros tetrápodos desarrollaron sus patas cuando aún vivían en el agua. Hasta ahora los pioneros de la vida terrestre sólo se conocían por pequeños fragmentos fósiles mal conservados.

Descubrimientos recientes han permitido conocer a ‘Tiktaalik’, un depredador acuático con muchas similitudes con los tetrápodos, que muestra con claridad una fase esencial de la transición del agua-tierra.

Extraído de Público