Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

Otro reconocimiento...







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Marcos Di Facio, en su blog “San Martín, Ser Nacional” de Argentina, recompensa mi esfuerzo en la elaboración de Antrophistoria con un premio. Gracias por el reconocimiento y por tus visitas.

Guerra química en el siglo III antes de Cristo.

Un investigador de la Universidad de Leicester (Reino Unido) ha identificado la que parece ser la evidencia arqueológica más antigua de una guerra química encontrada hasta la fecha. Data nada menos que del siglo III antes de Cristo en lo que hoy es Siria y cuyas víctimas fueron un grupo de soldados romanos a manos de los sasánidas persas.
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En una reunión del
Archeological Institute of America, el experto británico Simon James presentó argumentos en relación a una veintena de soldados romanos, cuyos restos fueron encontrados en una mina próxima a la ciudad de Dura-Europos, en Siria, según los cuales sus muertes no se produjeron por heridas de espada o lanza, sino por asfixia, motivada por un ataque con gas venenoso.
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Betún y azufre.

"Para los persas, matar a veinte personas en un espacio de menos de dos metros de alto y ancho, y alrededor de 11 metros de largo, requería poderes de combate sobrehumanos", añade. Los restos encontrados revelaron que los persas utilizaron betún y cristales de azufre para asfixiar a los romanos en pocos segundos. Y es que cuando se encienden estos materiales, emiten densas nubes de gases asfixiantes.
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"Los persas habrían escuchado a los romanos abriendo un túnel y les prepararon una desagradable sorpresa", explica James. La utilización de estos productos en un asedio con minas ha sido mencionada en textos clásicos. Además de la evidencia arqueológica, se deduce que los persas eran conocedores de esta forma de combate.
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Extraído de 20 minutos

Frases que oigo...

Un líder... La fabricación de un líder es muy sencilla, sólo tienes que coger un masa y ponerte delante.

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Diez años de cárcel... Toda persona, bien estudiada, tiene al menos diez años de cárcel.
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Recordar... Recordar es volver a vivir.

¿Cómo se construyeron las calzadas en Hispania?

El proceso era laborioso pero muy efectivo y se basaba en la acumulación de diferentes capas de material. Primero se excavaba un lecho de un metro y medio de profundidad, aproximadamente, y sobre él se disponía un nivel de canto rodado y piedras: el statumen. El siguiente estrato lo formaba una argamasa mezclada con guijarros, a la que se denominaba rudus. Sobre esta base se colocaba el nucleus, que era grava compactada con arcilla, arena o tierra suelta. De esta forma, se incrementaba la elasticidad de la calzada y se favorecía el drenaje del agua. Finalmente se construía el pavimentum, la parte que estaba a la vista y sobre la que circulaban carros y caballos. Estaba elaborado bien con adoquines y piedrecitas, o bien con un enlosado de piedras planas colocadas muy juntas. En los costados de la calzada se alineaban los canales para el desagüe y generalmente se construían junto a ellos aceras amplias para que pudieran andar los peatones. El país estaba surcado por una amplia red de calzadas que comunicaban las principales villas de la Península. Según el Itinerarium Antonini, escrito hacia el siglo III, había en Hispania 34 vías, con 6.953 millas romanas de recorrido, lo que equivaldría aproximadamente a unos 11.000 km. Las principales carreteras hispanas fueron la vía Augusta o Hercúlea, que recorría toda la costa mediterránea: comenzaba en Ampurias y a través de Tarraco, Sagunto, Castulo y Córdoba llegaba hasta Cádiz. La vía de la Plata recorría el centro peninsular y unía Astorga con Itálica, pasando por Salamanca, Alcántara o Mérida. También tuvieron importancia la vía del Norte y la del Atlántico.
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Extraído de Muy Interesante

¿Cómo llegaron a tierras europeas los primeros humanos?

El mapa muestra las posibles nuevas rutas tomadas, desde África, por los primeros seres humanos modernos en el proceso de expansión y colonización del resto del mundo. El Plano también incluye información sobre el denominado "corredor húmedo" a través de los territorios de Libia.

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La identidad de los indígenas canarios.

Tras el redescubrimiento de las Islas Canarias en el siglo XIV, los indígenas canarios fueron catalogados por el "pensamiento occidental" como bárbaros o infieles, pues éstos eran objeto de evangelización, esto es, de asimilación, de grado o por fuerza, a través de la cristianización forzosa. De esta manera, quedaba así legitimada la conquista, colonización y evangelización de las islas y de sus moradores. Téngase presente, en relación con esta visión etnocéntrica, que la construcción de la identidad va asociada a la sensación de control, de poder, de diferencia moral, de superioridad sobre los fenómenos de la naturaleza humana y sobre los otros. Y los que supuestamente no tienen esta sensación son considerados, simplemente, como primitivos, salvajes, no tan humanos.
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Con posterioridad, una vez incorporadas las Islas Canarias a la Corona de Castilla, la conquista y la colonización generaron la presencia de una población multiétnica en el archipiélago. Paralelamente, la intervención de la Iglesia católica romana propició que los nativos canarios fuesen considerados como seres humanos, hecho que implicaba que los cristianos debían aceptar que los indígenas canarios eran también descendientes de Adán y Eva y, por tanto, originarios del Próximo Oriente. Así, entre los siglos XV y mediados del siglo XIX, los distintos estudiosos especularon si los indígenas canarios podían ser descendientes de los iberos, cartagineses, israelitas, cananeos o incluso de los tartesios, mientras que escritores todavía mucho más imaginativos afirmaban que eran los descendientes de los supervivientes de la Atlántida.
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¿ABORÍGENES? A partir de finales del siglo XIX, la práctica totalidad de los autores que se dedicaron al estudio arqueológico y antropológico de los indígenas canarios se refirieron a ellos, de forma genérica, con el término aborigen, independientemente de cuál fuese la cuna de origen propuesta y el hipotético momento de su arribada a las islas. El término aborigen se ha seguido empleando hasta la actualidad, generalizándose su uso en el lenguaje académico y popular, a pesar de que tal denominación no es correcta para el ámbito canario por diversas razones.
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En primer lugar, porque con el término aborigen se hace referencia a las poblaciones que están en un lugar desde los orígenes, que son originarios del suelo en que viven. Por tanto, si tenemos presente que los primeros pobladores de Canarias proceden del norte de África, no pueden ser catalogados como aborígenes una vez asentados en las islas. Tales poblaciones fueron aborígenes en su punto de origen africano, pero no en Canarias.
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En segundo lugar, con el término aborigen se designa a los que son originarios de un país o territorio, por oposición a los que se han establecido posteriormente. Por consiguiente, los primeros pobladores de Canarias fueron oriundos (del latín oriri unde, traer origen de alguna parte) del norte de África, y sus descendientes serían indígenas (del latín inde geniti, engendrados allí) canarios.
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Y en tercer lugar, no debemos perder de vista que el término aborigen tiene un carácter peyorativo, discriminatorio, pues mantiene presente el discurso neocolonial y las relaciones sociales de dependencia económica, social, política y cultural de los conquistados en relación con los conquistadores. El término, además, está asociado con seres que aún no han llegado al estadio de la "civilización" e implica la infravaloración de la identidad e historia de sociedades a las que se considera diferentes e inferiores.
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INDÍGENAS. Por consiguiente, el término indígena es, etimológicamente, el más correcto y menos discriminatorio para definir a los antiguos pobladores de Canarias, pues con él se hace referencia a las personas nacidas en un lugar, independientemente del momento cronológico en que esto acontece, pero en el caso canario dentro de la Prehistoria. El término indígena tiene un carácter descriptivo-objetivo y es, a la vez, una categoría etimológica y semánticamente correcta.
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Sin embargo, fuera del ámbito de la arqueología, y en el caso de las sociedades contemporáneas, el término indígena se emplea para identificar a los grupos étnicos, lingüísticos o raciales que tienen una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y que tienen la determinación de preservar, desarrollar y transmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad étnica como base de su existencia continuada como pueblo, de acuerdo con sus propios patrones culturales, sus instituciones y sus sistemas legales. Este es el caso, por ejemplo, de las comunidades indígenas de América Latina.
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En el caso canario, esta continuidad histórica entre las sociedades indígenas precoloniales y postcoloniales existió desde el punto de vista biológico, pero no desde el punto de vista socio-cultural, pues el proceso de aculturación desarrollado en Canarias a raíz de la conquista supuso la progresiva destrucción de los valores sociales y culturales de la sociedad indígena, el denominado etnocidio, pero no así la destrucción biológica, pues estimaciones recientes indican que en torno a un 10% de la población indígena se incorporó a la nueva sociedad resultante de la conquista. No perdamos de vista al respecto que la economía canaria pasó a caracterizarse a partir de entonces por un modelo de crecimiento agrario, inscrito a su vez en el marco de una economía atlántica e internacional. Ello dio pie al desarrollo de una economía dependiente y periférica desde el siglo XVI, así como de una sociedad colonial.
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Por consiguiente, mientras que en Canarias el concepto indígena se emplea para designar a sociedades "fósiles", arqueológicas, en el caso americano la realidad es bien distinta y la significación del concepto trasciende a la contemporaneidad. Por tanto, el concepto indígena, aplicado al caso canario, lleva implícitamente una clara connotación temporal: hace referencia a las poblaciones insulares presentes en las islas desde el primer poblamiento del archipiélago hasta su redescubrimiento en el siglo XIV por los europeos, momento a partir del cual comenzaron a quebrarse las bases del mundo indígena.
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EL EJEMPLO AUSTRALIANO. Otra realidad histórica que refuerza la idoneidad del concepto indígena para el caso canario la encontramos en el ámbito australiano, es decir, en otro territorio insular. En este contexto la palabra aborigen aparece en inglés desde al menos el siglo XVII y ha sido usada para describir a sus pobladores indígenas ya desde el año 1789. Pronto se convirtió en un nombre propio y se empleó para referirse a todos los indígenas australianos. Sin embargo, como nombre ha adquirido connotaciones negativas, incluso despectivas entre algunos sectores de la propia comunidad indígena, que lo ven como poco sensible e incluso ofensivo. Durante un tiempo se pensó que la expresión más aceptable y correcta era "Australian Aborigines", aunque también ésta luego tendió a evitarse por las asociaciones históricas hechas con el colonialismo. Actualmente, la expresión indígenas australianos ("Australian Indigenous") es la que ha ganado más aceptación, particularmente desde los años 80 del siglo XX.
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¿PREHISPÁNICOS? Otro concepto igualmente erróneo y generalizado en el lenguaje académico -y por ende en el lenguaje popular- es prehispánico. Tal denominación se comenzó a aplicar en la Arqueología canaria durante el franquismo para designar el periodo histórico comprendido desde el primer poblamiento de las Islas Canarias hasta la anexión de las mismas por la Corona de Castilla. El término fue introducido en el ámbito canario por Julio Martínez Santa-Olalla, un autor falangista afín al régimen y, de hecho, tal denominación lleva implícita toda una carga ideológica, pues con ella se reforzaba la vinculación de Canarias con la identidad y nación hispana, al tiempo que la identidad cultural precedente se anulaba, cobrando ésta sentido sólo en función del aporte hispano. Baste recordar que, por esas fechas, la lectura nacionalista de la Prehistoria canaria se tradujo en la vinculación de los indígenas canarios con las culturas ibero-mauritana e ibero-sahariana, cuya cuna de origen se ubicó en el Sahara Español. Es decir, con tal denominación, la cultura indígena existente antes de la conquista y colonización de las islas era simplemente prehispánica, anterior al aporte civilizador español, aspecto éste que implicaba la infravaloración del propio bagaje cultural canario y, por ende, del bagaje norteafricano de los primitivos isleños (de raigambre líbico-bereber), el cual encontraba sentido a partir de un marco de referencia español. La denominación, por tanto, obedece a un criterio seudohistoricista y no a una realidad objetiva per se.
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El término prehispánico tampoco puede aplicarse para designar la fase final de las culturas canarias, es decir, el periodo comprendido entre el redescubrimiento de las islas por los españoles y europeos y la desaparición de la cultura indígena, pues habría que presuponer que la cultura indígena desaparece, repentina e irremisiblemente, tras la conquista y colonización de las islas, algo que no parece haber sucedido. Asimismo, de todos es sabido que el redescubrimiento de las islas no fue una tarea exclusivamente hispana (intervinieron también genoveses, normandos, etc.), por lo que el término prehispánico, empleado para definir ese periodo, también es incorrecto a todas luces.
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El uso del concepto prehispánico durante el franquismo, por tanto, pone de manifiesto la existencia de una clara intencionalidad significativa -en el ámbito conceptual- que entronca, obviamente, con la propia naturaleza del discurso nacionalista del régimen franquista. El lenguaje, al ser una creación subjetiva o intersubjetiva, es un medio de transmisión del pensamiento y un instrumento a través del cual los sujetos exponen su concepción del mundo. Es decir, la infraestructura metahistórica lleva implícita una explicación por implicación ideológica. Por consiguiente, el uso hoy en día del concepto prehispánico es erróneo y lleva implícita una carga ideológica que, paradójicamente, ningunea la realidad cultural de las sociedades indígenas canarias objeto de estudio.
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EN SÍNTESIS. La desafortunada pervivencia en el lenguaje académico -y por ende popular- de conceptos como prehispánico o aborigen, pone de manifiesto que su uso ha estado en función de lo que se ha aprendido, de lo que se ha visto, de lo que se admite como probable y de lo que se postula. Y todo ello ha acontecido en un contexto científico en el que la reflexión teórica y conceptual ha sido prácticamente inexistente. El empleo de ambos conceptos en el ámbito de la Arqueología canaria es, por tanto, erróneo. En el caso concreto del concepto prehispánico, su incongruencia no radica exclusivamente en el hecho de que sea una herencia del franquismo sino, además, en el hecho de que tal concepto no describe una realidad objetiva per se y en que es excesivamente reduccionista desde el punto de vista crono-cultural.

El ADN que descifró el origen de los manuscritos.

Parece difícil encontrar un punto en común entre dos disciplinas tan distintas como el estudio de la literatura medieval y la genética, pero dos hermanos estadounidenses lo han hecho al desarrollar una nueva herramienta que permite poner fecha a manuscritos medievales de los que se desconoce cuándo fueron escritos.
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La nueva técnica analiza el ADN mitocondrial presente en las páginas de dichos libros antiguos, la mayoría escritos sobre piel animal. La idea fue del profesor de Inglés de la Universidad estatal de Carolina del Norte (EEUU) Timothy L. Stinson.
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Según explicó a Público, su inquietud surgió mientras estudiaba un viejo poema inglés del siglo XIV, El sitio de Jerusalén. “Estaba intentando confirmar la fecha y localización original de los manuscritos que contenían copias del poema y se me ocurrió que muchos de estos libros estaban escritos sobre piel de animales, por lo que quizás podríamos usar el ADN para desarrollarun técnica más exacta para fechar y localizar manuscritos”, subraya. Stinson, que presentará el nuevo sistema en la próxima reunión anual de la Sociedad Bibliográfica de EEUU –en Nueva York, el 23 de enero–, cree que “miles de manuscritos medievales podrían beneficiarse de la técnica” que ha desarrollado junto con su hermano Michael, profesor de Biología en el Southside Virginia Community College (EEUU).
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Los sistemas más comunes.
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El investigador señala que, hasta la fecha, existen dos procedimientos para intentar datar un manuscrito antiguo: el análisis de la escritura a mano (paleografía) y el de los dialectos empleados. Ambos sistemas son “de gran ayuda” porque los dos “han ido evolucionando con el tiempo” y porque los dialectos tienden a pertenecer a regiones, y son los que utilizaban los escribas antes de que se estandarizara la forma de deletrear, apunta el profesor estadounidense.
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Sin embargo, las dos técnicas “tienden a ser bastante inexactas”. Y para demostrarlo, Stinson utiliza un ejemplo: “¿Qué dialecto nos encontraríamos, por ejemplo, si un escriba nacido en Kent copiara un manuscrito de Warwick después de vivir en un monasterio en York durante 30 años?”.
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Los autores del trabajo creen que su proyecto irá más allá de ayudar a la identificación de manuscritos medievales. Por un parte, ofrecerá luz sobre un asunto del que se desconoce casi todo: el comercio de pergaminos en la Edad Media. “Se asume que la mayoría de los pergaminos se producían y utilizaban localmente, pero el análisis del ADN podría demostrar esto o lo contrario”, señalan.
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Respecto a los animales utilizados en la elaboración de los manuscritos, variaba según la zona. Aunque son frecuentes los libros de reses, ovejas y cabras, estas últimas eran más utilizadas en el sur de Europa, y los primeros son más comunes en los países del norte y el oeste del continente.
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Extraído de Público