Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

Un neandertal bajo las aguas del Mar del Norte.

Las gélidas aguas del Mar del Norte esconden restos de neandertales de hace entre 30.000 y 60.000 años. El fósil de un fragmento del cráneo de un individuo, adulto joven, de esta especie extinta ha revelado que los huesos humanos también se conservan sumergidos durante decenas de miles de años y guardan secretos que pueden ayudar a conocer cómo se movieron nuestros parientes.

El hallazgo tuvo lugar en la costa holandesa en un área conocida como Zeeland Ridges. En la Edad de Hielo, hace unos 500.000 años, ésta era una zona seca, con ríos, valles y lagos, en la que habitaban grandes manadas de mamuts lanudos, rinocerontes lanudos, renos y caballos.

De hecho, el fósil fue localizado entre restos de otros animales y utensilios, como hachas de piedra de hace unos 60.000 años, cuando se dragaba el fondo a unos 15 kilómetros de la costa holandesa. Se trata de un fragmento de la parte frontal y suprarorbital del cráneo, un hueso muy fácil de identificar de los neandertales.

El profesor Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Alemania, fue el encargado de confirmar que se trataba de un neandertal.El análisis de los isótopos químicos ha revelado también que se trataba de un carnívoro total. Lo que no se ha podido hacer es la datación con carbono del fósil, dado que para ello se debe preservar el colágeno y, según Hublin, había demasiado poco en el hueso.

Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, que ha participado en este trabajo, está convencido de que en las profundidades del Mar del Norte hay un tesoro del pasado, "y sería maravilloso poder tener la tecnología para ir a buscarlo".
.
Extraído de El Mundo

Cazadores de conejos de hace 13.000 años.

Seres humanos primitivos de hace unos 13.000 años, al final del Paleolítico superior, tallaban con dibujos las puntas de lanza de hueso que utilizaban para la caza, sobre todo de los conejos, un animal escurridizo y veloz que era muy apreciado en su dieta, pese a las dificultades de su captura.

El yacimiento de Molí del Salt, en Tarragona, ha puesto este año al descubierto un botín de 5.000 nuevos restos fósiles, casi todos de este pequeño mamífero, y las herramientas de piedra hechas con sílex que utilizaron.

"Lo más llamativo son las dos puntas de lanza hechas en hueso encontradas este año, que se suman a las de otras campañas y de las que se fabricaban muy pocas, ya que su producción era compleja. Son dos piezas de entre cuatro y cinco centímetros de largo, que serían herramientas de caza", explica Manuel Vaquero, director del proyecto del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES).

El hecho de que sean talladas en hueso, lo que supone mucho más tiempo de fabricación que las de piedra, apuntan que puede deberse a que tuvieran un significado simbólico que se desconoce.

También han encontrado dos grabados en piedra hechos con sílex, de entre 20 y 30 centímetros de largo, en los que se observan representaciones de animales y motivos geométricos. "Son excepcionales en Cataluña, donde hasta estas excavaciones no había arte de hace más de 10.000 años", añade el paleontólogo. Bajo las incrustaciones que ahora tendrán que desprender se adivinan unas líneas.

Con estos grabados ya son 13 los objetos de este tipo que se han encontrado en Molí del Salt en los últimos 10 años, que es el tiempo que lleva la excavación en marcha.

Riqueza del yacimiento.

El yacimiento es conocido desde los años 50, cuando se encontraron algunas piezas de sílex en el suelo. Fue en los años 90 cuando, durante una visita a la zona, se observó que había un depósito en un abrigo rocoso que podía contener restos paleontológicos.

En 1999 se hizo un sondeo, donde se vio que el depósito llegaba hasta un metro y medio de profundidad, es decir, unos 15.000 años. Comenzó entonces un proyecto científico que, en una década, ha dado ya muchos frutos, aunque sólo se ha trabajado en los primeros 20 centímetros.

Se trataba de un lugar de habitación o campamento al que los humanos primitivos, que eran cazadores y recolectores, acudían a realizar sus actividades cotidianas, como es trabajar la carne y las pieles o preparar sus herramientas. Por ello hay muchos restos fósiles de los animales que comían, sobre todo de conejos, que suponen casi el 90% del total.

Vaquero explica que "hasta hace 40.000 años los humanos no comían este de forma habitual porque su caza requiere una tecnología muy compleja".

Este año, las excavaciones se han ampliado 15 días, desde el 4 de mayo al 12 de junio, debido a la gran cantidad de material que aparece, por lo que los paleontólogos avanzan muy lentamente.
.
Extraído de El Mundo

China reanuda 24 años después las excavaciones de los Guerreros de Terracota.

Veinticuatro años después, los arqueólogos chinos reanudarán el próximo sábado las excavaciones en la zona de los Guerreros de Terracota, cerca de la ciudad de Xian (provincia de Shaanxi, en el centro del país), informó la agencia oficial de noticias Xinhua.

La primera excavación comenzó en 1978 y finalizó en 1984, y en ella se encontraron 1.087 figuras claves. La segunda se llevó a cabo en 1985, pero se suspendió por razones técnicas. "La excavación en la tercera fosa durará al menos un año", dijo Wu Yongqi, trabajador del museo.

Los especialistas esperan encontrar una figura clave que revele algunos de los misterios del Primer Emperador chino, Qin Shihuang, cuyo mausoleo, aún no abierto por los arqueólogos, se encuentra a unos dos kilómetros del museo de Terracota, en Xian.

"Esperamos encontrar alguna figura como 'el comandante' del enorme ejército subterráneo", señaló Liu Zhancheng, jefe del equipo de arqueólogos del museo. Qin fue el primero en unificar los diversos reinos chinos tras siglos de guerra mutua, y gobernó ese imperio entre los años 221 y 210 a.C.

Según los historiadores, estaba obsesionado con vivir eternamente y se hizo enterrar escoltado por un ejército de 8.000 soldados, músicos, concubinas, oficiales y escribas para que lo acompañara en la otra vida.

Su mausoleo fue descubierto por casualidad por unos campesinos en 1974 y se cree que tardó 38 años en ser construido por 720.000 esclavos. Y es que los guerreros actuales son una parte del ejército que se modeló, pero el resto siguen enterrados en los alrededores del mausoleo, aunque los arqueólogos temen que desenterrarlos dañe irreversiblemente las estatuas.

Cuando el grupo de guerreros que ahora está a la vista de los turistas fue descubierto, en 1974, las estatuas estaban pintadas con vivos colores, pero éstos se volatilizaron en poco tiempo, por el contacto con el aire libre.

Según la prensa china, otro de los grandes retos en la nueva excavación para el equipo de arqueólogos es descubrir el éxito de décadas de preservación de los colores y el mantenimiento de las figuras que están intactas.
.
Extraído de El Mundo

Bernard Vincent: «La Sevilla de las tres culturas es sólo un mito».

“La imagen pacífica de la Sevilla de las tres culturas es un mito que tiene su inicio pasada la Edad Media. Existieron muchos conflictos porque cada una de las comunidades –cristiana, musulmana y judía– estaba convencida de la superioridad de su fe y de poseer la verdad absoluta... por eso eran tan duros los límites de aquella convivencia”. Así se explicaba ayer el célebre hispanista Bernard Vincent, actual director de la Escuela de Estudios Sociales de París, que pronunció ayer en el Alcázar la conferencia La tragedia de los moriscos.

Invitado por el Centro de Estudios Andaluces, con motivo de la celebración del IV centenario de la expulsión de los moriscos de España, a raíz de la firma del decreto por Felipe III, el profesor Vincent analizó “el drama” de una comunidad “que embarcó en los puertos de Sevilla y Málaga sumida en la miseria, sin pertenencias, en condiciones trágicas y extremadamente peligrosas para su integridad física”.

De este modo, el profesor de la Universidad de la Sorbona tachó de “fracaso” la política de asimilación de los moriscos emprendida por la Corona española en el siglo XVI, etapa en que otros países europeos también vivieron un proceso de “confesionalización”. La expulsión de la población morisca, que Felipe III aprobó en 1609, supuso, según Bernard, “una tercera vía entre las otras dos opciones de las que el monarca disponía para abordar la permanencia de moriscos en el territorio español, tras la asimilación”, que Vincent denomina “etnocicio”, y el genocidio.

Sin embargo, entre 1502, cuando la corona española obligó a los mudéjares a convertirse al cristianismo, y 1609, fecha en que decretó su expulsión, la mayoría de esta comunidad “siguió profesando su fe”, ya que los moriscos “no cambiaron sus ideas por el hecho de recibir el bautismo”, dijo. “Algunos autores han querido mitificar esta vía moderada de asimilación comparándola con políticas del siglo XX relacionadas con la integración de las minorías, pero es una equivocación”, dijo el autor, que recordó también el papel que jugó la represión a la población morisca por parte de la cristiana en etapas en que la convivencia entre ambas se tornaba “más conflictiva”, señaló el historiador, que puso como ejemplo “el rumor que nació en Sevilla en 1580, y que se extendió hasta la Sierra de Ronda, de una sublevación de los moriscos en Andalucía. El ejército salió a la calle, junto con la población cristiana, y se produjo una auténtica caza de moriscos”.

Entre 1609 y 1614 salieron de España alrededor de 350.000 moriscos, un hecho “que trajo consecuencias muy negativas para la economía”, finalizó Vincent. “La calidad de su trabajo era un hecho, su profundo saber tecnológico, el arte de la seda y sus conocimientos agrícolas, todo eso salió de España junto a los moriscos, y trajo unas consecuencias gravísimas”.

La necesidad de pertenencia originó la religiosidad humana, según un estudio.

Una antropóloga de The College of William and Mary, en Estados Unidos, ha publicado recientemente un libro en el que se ofrece una interesante y coherente explicación para el origen de la religiosidad en la especie humana. Según Barbara King, la necesidad de pertenencia de los individuos de nuestra especie, y el desarrollo de lazos afectivos individuales y sociales cada vez más complejos, nos llevaron a establecer también conexiones con los ancestros fallecidos, los espíritus de los animales y los “seres superiores”. Por otro lado, a medida que evolucionaron nuestro lenguaje y nuestra cultura, los símbolos y las prácticas rituales comenzaron a jugar un papel más central entre los homínidos, contribuyendo a darle sentido a su mundo. Por Yaiza Martínez.

Un libro de reciente publicación, escrito por la profesora de antropología de
The College of William and Mary, en Estados Unidos, Barbara King, añade una nueva dimensión al debate sobre los orígenes de la religión.

El libro, titulado Evolving God, A Provocative View on the Origins of Religion, parte de los conocimientos de la autora acerca del comportamiento de los grandes simios para explorar el desarrollo de la empatía, la construcción de sentido, el acatamiento de las reglas y la imaginación en estas especies. Todos estos elementos están considerados como los precursores de las religiones.

King establece en su libro que, concretamente, sería la evolución del “sentido de pertenencia”, desde nuestros más antiguos ancestros hasta el homo sapiens, lo que se encontraría en el origen de la religiosidad humana.

Se entiende como “sentido de pertenencia” el grado avanzado de filiación o ligazón existente en un grupo, esencial para la organización y el desarrollo de éste, y también clave en el establecimiento de la identidad de cualquier individuo. Para todo este trabajo la autora estudió a monos y simios de Gabón (Kenya), y del Smithsonian Institution’s National Zoological Park durante más de 20 años.

Intangibles no comprendidos.

Según se explica en la presentación de Evolving God, el estudio de la evolución ha revelado hasta ahora una inestimable información acerca de muchos aspectos del conocimiento y de la culturas humanas, de la fisiología de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro, así como del desarrollo de la caza, de la tecnología o de los grupos sociales.

Sin embargo, nos queda aún por alcanzar la comprensión de algunos intangibles de la experiencia humana, especialmente, el de la religiosidad.

Los intentos por descubrir los orígenes de ésta mediante análisis genéticos o mediante la neurociencia han conseguido verter cierta luz sobre este enigma, pero las conclusiones conseguidas hasta ahora son incompletas.

Centrándose en sus propias y extensas investigaciones sobre el comportamiento de nuestros más cercanos parientes entre los primates, Barbara King ofrece una perspectiva holística y comprensible de porqué y cómo la religión llegó a desarrollarse.

Relaciones complejas y espiritualidad.

King se centra en cómo los grandes simios, nuestros ancestros, y los humanos modernos se relacionan unos con otros social y emocionalmente, y traza el aumento de la complejidad de la comunicación a lo largo del curso de la evolución.

Así, demuestra que, con el incremento de nuestra capacidad cerebral, el alcance y la naturaleza de los lazos socio-emocionales se transforman. Inicialmente, se producen las relaciones interpersonales, que posteriormente se convierten en relaciones grupales (familias y comunidades).

Después, se producen las conexiones con los ancestros fallecidos, los espíritus de los animales y los “seres superiores”.

El relato de todo este desarrollo se inicia en Evolving God hace más de seis millones de años, cuando vivieron nuestros más antiguos predecesores (que compartimos con otros primates); continúa a través de todo el periodo del Neandertal y de la Edad de Piedra; y culmina con la aparición de las primeras religiones, en el seno de las primeras sociedades humanas.

Necesidad de pertenencia.

Según la autora, sería la necesidad terrenal de pertenencia -nuestra búsqueda del sentido de pertenencia- lo que condujo a la aparición de la imaginación religiosa humana, y a la necesidad de relación con los dioses, los espíritus o un solo Dios.

Las pruebas que presenta King son tomadas de los resultados de las investigaciones más recientes en primatología, que demuestran que una vez que los animales son capaces de crear lazos emocionales y presentan empatía cognoscitiva, están listos para desarrollar ciertos intangibles, como la creencia en algo mayor que ellos mismos.

Tal y como puede leerse en el capítulo uno de Evolving God, publicado por la revista Metanexus, los lazos emocionales, la necesidad del sentido de pertenencia y en, definitiva, el profundo deseo de estar conectados con otros, son elementos que compartimos con otros primates y explicarían el porqué los humanos hemos evolucionado hasta convertirnos en simios espirituales: los simios con un cerebro más desarrollado, los simios erguidos, y también los primeros que crearon arte y que concibieron la idea de Dios.

El sentido de pertenencia implica obtener sentimientos positivos de las relaciones personales con nuestra familia y amigos, con nuestros colegas o las personas de nuestra comunidad. Incluso estas relaciones pueden llegar a extenderse a algunos animales. Compartir con otros nuestra vida mejora enormemente la calidad de ésta.

Nuestros ancestros sufrieron profundos cambios en su capacidad emocional que los alejaron de sus propios ancestros simios hace entre seis o siete millones de años. Otras transformaciones tuvieron lugar hace unos 10.000 años, con el inicio de las comunidades agrícolas y los asentamientos humanos.

A medida que nuestro lenguaje y nuestra cultura se hicieron más complejos –como consecuencia de una mayor capacidad de relación-, los símbolos y las prácticas rituales comenzaron a jugar un papel más central entre los homínidos, contribuyendo a darle sentido a su mundo. Así, la necesidad natural de nuestra especie del “sentido de pertenencia” provocó la aparición y el desarrollo de la imaginación religiosa.
.
Extraído de Tendencias 21

La religión sería el fruto de una imaginación evolucionada.

Maurice Bloch, antropólogo francés que trabaja en la LSE de Londres desde 1968, ha publicado un artículo en la revista especializada Philosophical Transactions of the Royal Society B en el que explica el fenómeno religioso desde una nueva perspectiva: la imaginación. La religión sería el fruto de una imaginación evolucionada y exclusiva de nuestra especie, que nos permite generar relaciones con lo trascendente e invisible, según Bloch. Así, generamos lo que denomina “lo social trascendental”, un fenómeno por el que podemos seguir los códigos idealizados de conducta asociados a las religiones. Para Bloch, además, cuando nos damos cuenta de la omnipresencia de lo imaginario en lo cotidiano, no queda nada especial que explicar de la religión, porque ésta sería, únicamente, un fruto más de nuestra capacidad imaginativa. Por Yaiza Martínez.
Sólo los seres humanos practican la religión porque son los únicos seres vivos de la Tierra con una imaginación evolucionada, señala el antropólogo de la London School of Economics and Political Science (LSE británica, Maurice Bloch).

Bloch, autor de libros como Cultura escrita en sociedades tradicionales o La violence du religieux, argumenta que, en primer lugar, el ser humano desarrolló la arquitectura cerebral necesaria para imaginar cosas y seres que no existen físicamente, así como la posibilidad de que haya algún tipo de vida tras la muerte.

Después, gracias a esa capacidad de nuestra imaginación, generamos una forma de interacción social imposible para el resto de las criaturas del planeta: sólo los humanos pueden mantenerse unidos a sus grupos sociales a través de lo que Bloch denomina “lo social trascendental”, un fenómeno que nos permite unificarnos con grupos humanos.

Roles esencializados.

En un artículo publicado por la revista especializada Philosophical Transactions of the Royal Society B, Bloch explica que el comportamiento trascendental también nos permitiría seguir los códigos de conducta idealizados asociados a las religiones.

Añade que para que este fenómeno “social trascendental” perdure y resulte efectivo, debe tener la habilidad de mantenerse vivo durante mucho tiempo en la imaginación de un grupo social determinado (Bloch habla de diversos tipos de grupos, desde clanes a naciones enteras).

Según el antropólogo, un individuo puede formar parte de ese grupo transcendental, o de un país, incluso aunque jamás entre en contacto con alguno de sus miembros. Además, este tipo de grupos incluye por igual tanto a los vivos como a los muertos.

“La red trascendental puede, sin ningún problema, incluir a los muertos, a los ancestros y a los dioses, así como a los sustentadores vivos de los roles y a los miembros de grupos esencializados”, escribe el antropólogo.

Bases neuronales.

Las bases neuronales necesarias para que se dé esta interacción social habrían dependido del propio desarrollo de la imaginación, que apareció en nuestra especie durante la Revolución del Paleolítico Superior, hace entre 40 mil y 50 mil años.

Por esa época, las herramientas que usaban los humanos pasaron de ser primitivas y monótonas a convertirse, repentinamente, en sofisticadas. El arte comenzó a aparecer en las paredes de las cuevas, y los enterramientos empezaron a incluir objetos cuya presencia sugiere que ya se creía en la vida después de la muerte. Una vez que los humanos traspasaron esta línea, no hubo vuelta atrás.

Esta nueva capacidad, publica la revista Newscientist, no la compartimos con ningún animal, ni siquiera con nuestros parientes más cercanos, los chimpancés.

Por eso, sus relaciones sociales se limitan a la lucha cotidiana por el estatus y los recursos. La razón para esta limitación: no pueden imaginar nada más allá de su círculo social inmediato, ni pueden viajar con la mente hacia el pasado o el futuro, como hacen los humanos.

Papel de la religión.

Para Bloch, en el contexto de lo social trascendental, la religión sería sólo una manifestación de nuestra capacidad única para formar lazos con entidades o personas que no existen o que se encuentran distantes e, incluso, con sistemas de valores.

“Los fenómenos religiosos o similares, en general, son una parte inseparable de una adaptación clave exclusiva del humano moderno: nuestra capacidad para imaginar otros mundos. Defiendo que esta adaptación es la verdadera base de la sociabilidad en la sociedad humana moderna”, escribe el científico.

Desde la antropología, la religión se ha estudiado en general desde una perspectiva funcional. Desde este punto de vista, las funciones más elementales del hecho religioso definidas por la antropología han sido la capacidad que otorga para interpretar el mundo (origen, sentido, destino…), la estabilidad social que comporta (sacralización de la familia, del trabajo, de la autoridad…), la función económica y de control y, por último, la función psicológica o de estabilidad emocional en lo que respecta a los individuos.

La perspectiva de Bloch contrasta con estas funcionalidades: la religión se origina en nuestra imaginación. Según el investigador, además, una vez que nos damos cuenta de la omnipresencia de lo imaginario en lo cotidiano, no queda nada particular que explicar sobre la religión, porque ésta sería un fruto más de nuestra capacidad imaginativa.
.
Extraído de Tendencias 21

Metallica

“Fade to black”