Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

Un ave gigante habitó Flores junto al 'hobbit'.


El marabú depredador sacaba casi un metro de altura al homínido.

La cueva en la que en 2004 se hallaron los restos del hombre de Flores acaba de aportar los fósiles del que pudo ser su peor enemigo. Se trata de un pariente de las cigüeñas y los marabúes actuales que medía 1,8 metros de alto y pesaba 16 kilos. En ausencia de depredadores mayores, esta ave se alimentaba a voluntad de la extraña fauna que poblaba la isla indonesia entre 20.000 y 50.000 años atrás. Su dieta incluía ratas gigantes, dragones de Komodo juveniles y, posiblemente, la versión humana local, conocida como hobbit debido a que medía un metro en edad adulta.

"No puede descartarse que el marabú gigante comiese hobbits, lo que a su vez hace posible que estos intentasen ahuyentarlo o incluso matarlo", explica a Público Hanneke Meijer, investigadora del Museo de Historia Natural de Holanda y una de las descubridoras de los restos de la nueva especie. Es aún pura especulación, advierte la experta. Aunque los fósiles del ave se han hallado en los mismos niveles de terreno de la cueva de Liang Bua de donde salieron los primeros restos de hobbits, no hay ninguna prueba directa de que uno se comiese al otro.


La nueva especie, llamada Leptoptilos robustus, no es una aberración evolutiva, sino un nuevo ejemplo de cómo el aislamiento puede favorecer que las especies disminuyan su tamaño para mejorar la adaptación al medio, como es el caso de los hobbits o los elefantes enanos extintos hallados en la isla, o que se agiganten debido a la ausencia de competidores.


El estudio de Meijer, publicado en Zoological Journal of the Linnean Society, analiza cuatro huesos de las patas del marabú gigante hallados en Liang Bua. Apunta que el ave no volaba, pero sus ancestros, sí. Cuando estos llegaron a Flores encontraron un ecosistema muy diferente, donde abundaba la comida y los espacios a recorrer para encontrarla eran pequeños. El resultado fue un gigantón que cambió la carroña por presas vivas como dieta principal. "En ausencia de mamíferos carnívoros como el lobo o el león, el marabú gigante tomó el rol de cazador", detalla Meijer.


"La presencia del marabú gigante en la cueva apunta a que el hobbit pudo alimentarse de esta ave", opina William Jungers, un experto en la anatomía del hombre de Flores de la Universidad Stony Brook (EEUU) que no ha participado en el presente estudio.


Queda determinar cómo y por qué se extinguieron todas estas especies, de las que no hay restos a partir de hace 12.000 años. "Una erupción volcánica es una de las posibilidades, aunque la llegada del hombre pudo ser el golpe de gracia para todos ellos", opina Jungers.


Extraído de Público

Hallan bacterias fósiles únicas en el mundo en Cantabria.

La cueva cántabra de El Soplao, en Cantabria, vuelve a deparar nuevas sorpresas que ayudan a conocer el pasado de la Tierra. En las profundidades de sus galerías, un equipo de investigadores españoles ha descubierto unas grandes rocas de origen biológico.

Este tipo de rocas, que se conocen como estromatolitos, fueron formadas por unas bacterias, cien veces más pequeñas que un pelo, que se consideran los seres vivos más antiguos que habitaron el planeta, por lo que son de gran interés científico para quienes estudian el origen de la vida terrestre o la buscan vida en otros planetas.

Hasta ahora se sabía que estas primitivas bacterias, que llegaron a colonizar toda la Tierra hace unos 2.000 millones de años, sobrevivían en el agua mediante la fotosíntesis: tomaban dióxido de carbono de la atmósfera y soltaban oxígeno hasta crear la oxigenada atmósfera que ahora tiene el Planeta Azul. Para ello necesitaban, como las plantas, la luz del Sol.

Sin embargo, en El Soplao, según publican los investigadores en la revista 'Geology' de este mes, no fue así porque reinaba la oscuridad y no había ningún alimento. Allí, según el trabajo liderado por Rafael Lozano, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), estas bacterias utilizaban el manganeso que traía el agua, lo oxidaban y soltaban dióxido de manganeso. En ese proceso generaban la energía que les permitía vivir, aunque no se sabe aún cómo lo lograban.

Lo curioso es que las bacterias quedaron atrapadas en su propio deshecho, donde morían. Allí han estado atrapadas, por millones y millones, hasta que han sido encontradas por los geólogos.

Según las dataciones, las 'alfombras de piedra' (que es lo que significa estromatolito en griego) son de hace un millón de años, aunque los primeros estromatolitos conocidos tienen 3.500 millones de años. Sin embargo, como las bacterias están conservadas en dióxido de manganeso, han conservado toda su pared celular en un estado perfecto, por lo que van a ser de gran ayuda para adentrarse en el mundo de aquellos primitivos seres vivos.

Comparar estos estromatolitos relativamente recientes con los de hace 2.000 millones de años, dará nuevas claves para entender los primeros momentos de la vida porque estas piedras son los primeros antepasados de la especie humana.

Hasta ahora, prácticamente todos los estromatolitos fosilizados que se conocen siguieron el proceso fotosintético y sus restos son de calcita. "Como su grano es mucho más grande, el nivel de detalle de los fósiles celulares era mucho menor que lo que vemos en El Soplao", explica Lozano.

La investigación, que firman también Carlos Rossi, de la Universidad Complutense, Nuria Isanta, del IGME, y John Hellstrom, de la Universidad de Melbourne (Australia) es fruto del convenio del Instituto con el Gobierno de Cantabria y la empresa SIEC.

El anterior hallazgo importante en El Soplao fue un yacimiento de ámbar de hace 110 millones de años. Algunos fragmentos conservan insectos del Cretácico de gran valor para reconstruir los ecosistemas de entonces.

Extraído de El Mundo

De vikingos, genética y amerindios en Islandia.

Supongo que la mayoría de vosotros habréis leído en la prensa la noticia del descubrimiento de ADN mitocondrial amerindio en una pequeña parte de la población islandesa actual.

Como suele suceder en estos casos, los medios de difusión han tratado el tema de un modo muy desigual. Algunos bastante bien, otros con cierta confusión, y otros simplemente cayendo en el disparate. Pero en esta ocasión la noticia es lo suficientemente interesante como para dedicarle un post en sí misma, en lugar de distraer nuestra atención criticando los titulares periodísticos de siempre.

Es fascinante que un trozo de ADN cuya humilde función es controlar el funcionamiento de un pequeño orgánulo celular pueda contarnos cosas sobre los orígenes históricos de las personas que portan una determinada variedad del mismo. Una historia sobre sus antepasados grabada en caracteres moleculares que los propios portadores ignoran.

Sí, es un tema fascinante, pero no debemos dejar que esa fascinación haga que nuestra imaginación se desboque. En este caso, como en cualquier otra investigación, lo fundamental es saber distinguir los hechos de las hipótesis. Así que vamos a empezar con los primeros.

Leer el artículo completo en La Ciencia y sus Demonios

Las fiestas de las Saturnales: Navidades a la romana.

En torno al solsticio de invierno los romanos celebraban una de sus fiestas más gratas, las Saturnales, en honor de Saturno, divinidad agrícola protectora de sembrados y garante de cosechas. Prestigiaba la memoria de este dios (que andando el tiempo habría de identificarse con el Crono helénico y el púnico Baal) su papel como señor del universo en la mítica Edad de Oro, cuando dioses y hombres convivían en libertad y gozosa armonía en una naturaleza de infinita generosidad.

Por tales y otros méritos en pro del bienestar se le erigió un templo en el Foro, al pie del Capitolio, que sería depositario (cual signo de la prosperidad del Estado) del Tesoro Público, bajo la atenta vigilancia de los cuestores. Allí la estatua imponente de este dios barbudo, que blandía una hoz en la mano, sufría un singular cautiverio, pues una cinta de lana, a modo de grillete, rodeaba el pedestal de la estatua para impedir que abandonase Roma y la privase de su buena sombra. Sólo al llegar las Saturnales quedaba libre de las ligaduras.

Al decir del escritor Macrobio (ss. IV-V d. C.), esta liberación simbolizaba la irrupción hacia la luz de la vida humana después de diez meses de gestación (decembris era el décimo mes en el calendario de Rómulo y diez meses duraba el embarazo en cómputo inclusivo), período en que la simiente había permanecido sujeta por las suaves cadenas de la naturaleza. Simbolismo humano o agrícola, lo cierto es que el dios merecía moverse a sus anchas en los días a él consagrados.

Hasta la dictadura de Julio César, la fiesta se celebraba el 17 de diciembre, día en que los senadores y los caballeros romanos, aderezados con sus togas ceremoniales, ofrendaban al dios un gran sacrificio, seguido, como era costumbre, de un banquete público que culminaba con el grito de Io Saturnalia. Pero el gran estratega debió de considerar que una sola jornada era escasa honra, y prolongó las Saturnales hasta el día 19. Siguieron su ejemplo Augusto y Calígula, que añadieron sendos días, y Domiciano cerró la ampliación el día 23 de diciembre. Por tanto, a finales del s. I d. C. las Saturnales duraban una semana completa, consagrada especialmente al regocijo y la convivencia. Contribuía a ello la suspensión de numerosas actividades públicas: la escuela, el Senado y los tribunales de justicia interrumpían sus funciones; se liberaba a los prisioneros, que agradecidos depositaban las cadenas en el templo de Saturno; y hasta se aplazaba la ejecución de las penas capitales.

Los romanos intercambiaban regalos y visitaban a amigos y familiares. Eran fiestas de excepcional permisividad, pues actitudes prohibidas o inusitadas durante el resto del año recibían licencia en las Saturnales. Dormitaba, por ejemplo, la ley, severísima, sobre los juegos de azar, y los romanos veían crecer o mermar su patrimonio en el juego de los dados, las tabas y la lotería. Pero nada más llamativo (y carnavalesco) que el protagonismo que adquirían los esclavos.

Durante estas jornadas vestían las ropas de sus señores, que les servían en la mesa, mientras ellos despotricaban contra sus dueños sin temor a castigo alguno. Esta inversión de la jerarquía social ha quedado reflejada en la imagen que adorna el mes de diciembre en el calendario litúrgico (ca. 354) de Furio Dionisio Filocalo, donde se aprecian, como motivos evocadores, unos dados en la mesa y una inscripción marginal que reza: «Ahora, esclavo, se te permite jugar con tu señor».

Terminaban las Saturnales, según lo dicho, el 23 de diciembre. Pero he aquí que en el año 274 el emperador Aureliano, preocupado por el sincretismo religioso, introdujo el culto siríaco del Sol Invicto, cuyo natalicio se celebraba el 25 de diciembre, cuando el sol, superado el solsticio, recobra su poderío de luz en los días. En él reconocieron casi todas las sectas a su suprema divinidad, especialmente los muchos seguidores de Mitra. La turba de dioses, propios y extraños, que había hallado acogida en Roma acabaría reduciéndose a este «Sol Señor del Imperio Romano».

Esta suerte de monoteísmo solar, cuyo culto había estado precedido por las fiestas en honor de Saturno, allanó el camino al Cristianismo no sólo para establecer (por oposición al paganismo) la fecha del natalicio de Jesucristo, sol de justicia, sino también para la celebración de unas fiestas prolongadas en las que, como los romanos de entonces, los cristianos de ahora se afanan en compartir la alegría, aumentar la hacienda y cumplir con los regalos, a la vez que se entregan con desenfreno a opíparas mesas.

Extraído de Imperio Romano

Y los mamíferos conquistaron la Tierra.

Un macroestudio internacional desvela cómo estos animales pasaron de unos pocos gramos de peso hasta 17 toneladas tras la extinción de los dinosaurios. Los cambios climáticos y la disponibilidad de tierras guiaron su evolución.

La humanidad debe estar agradecida al asteroide de unos 15 kilómetros de diámetro que aniquiló a los dinosaurios hace 65 millones de años. Sin aquella colisión, equivalente al impacto de 1.000 millones de bombas atómicas como la de Hiroshima, usted tendría "el tamaño de una pelota de tenis o de un balón de fútbol, como mucho", según explica la bióloga Felisa Smith, de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque (EEUU). Usted sería como una pequeña rata.

Smith ha liderado a una veintena de científicos que ha leído la historia completa de los mamíferos, desde el primer momento en el que un ser vivo se encaramó a un pezón para succionar la leche materna hasta la fecha. Durante sus primeros 140 millones de años sobre la Tierra, los mamíferos eran prácticamente los parias de un planeta dominado por los dinosaurios. Los más grandes pesaban unos 15 kilogramos, como un perro de raza Cocker Spaniel, y los más pequeños, unos tres gramos, como medio sobre de azúcar para el café.

Y, de repente, en términos geológicos, los mamíferos comenzaron a crecer, hasta llegar a los 17.000 kilogramos de un ancestro de los elefantes, el Deinotherium, que se paseó por el planeta desde hace 8,5 millones de años hasta hace 2,7 millones, cuando los australopitecos comenzaron a agarrar herramientas en África.

Una plaza vacante.

Durante dos años, los investigadores han recopilado una ingente base de datos que incluye información sobre el tamaño de todos los mamíferos conocidos, vivos o fósiles. Los resultados de su estudio se publican hoy en la revista Science. Según los autores, la extinción de los dinosaurios dejó un nicho libre a los mamíferos y posibilitó que aquellas ratas insignificantes multiplicaran por 1.000 su tamaño. Además, los modelos estadísticos empleados por los autores sugieren que otras variables, la superficie de tierra disponible y el clima en el que vivían constriñeron el tamaño de los mamíferos a partir del momento en el que comenzaron a devorar la vegetación dejada atrás por los dinosaurios.

Un máximo de diez kilogramos.

"Otros investigadores habían propuesto antes esta teoría, pero nadie la había demostrado. Nadie había hecho los cálculos hasta ahora", explica a Público otra de las autoras, la bióloga Jessica Theodor, de la Universidad de Calgary, en Canadá. "Si los dinosaurios no se hubieran extinguido, el mayor mamífero actual pesaría como máximo unos diez kilogramos", especula.

Su estudio, en el que también han participado científicos de la Universidad de Yale y del Instituto Smithsonian, da pistas sobre la futura evolución de los mamíferos. ¿Cómo será nuestro grupo dentro de 25 millones de años? "Depende de los cambios climáticos. En nuestra investigación, hemos visto que cuanto más frío es el clima, mayor es el tamaño de los mamíferos, porque los animales grandes conservan mejor el calor que los pequeños", explica Theodor. "Y también influirá la superficie de los continentes. Si el clima se calienta y sube el nivel del mar, habrá menos tierra disponible y los mamíferos tendrán que reducir su tamaño", añade en conversación telefónica.

Los autores admiten que el fenómeno del crecimiento de los mamíferos tras la desaparición de los dinosaurios ya estaba bien documentado en Norteamérica, pero su objetivo era comprobar si el mismo patrón se repetía en el resto del planeta. Su análisis muestra que los diminutos mamíferos comenzaron a aumentar su tamaño poco a poco tras el impacto del asteroide en la península de Yucatán hasta alcanzar un pico hace 34 millones de años en Eurasia y otro máximo hace unos diez millones de años en Eurasia y África. "La consistencia del patrón implica con solidez que las especies en todas las regiones estaban respondiendo a los mismos constreñimientos ecológicos [clima y superficie de tierra disponible]", subraya John Gittleman, un ecólogo de la Universidad de Georgia que es coautor del trabajo.

La clave, en los dientes.

El macroestudio de nuestros parientes vertebrados ha servido para hacer tambalearse a otras teorías que se postulaban hasta la fecha para explicar la explosión de los mamíferos. Una de ellas propone que el incremento de tamaño se debió, sencillamente, al azar, a un puro accidente de la evolución a partir de un pequeño ancestro común. Otra postula que allí donde hay mayor biodiversidad, mayor número de especies diferentes, mayor es su tamaño. "No hemos encontrado sostén para estas otras hipótesis", afirman los autores en Science.

El catedrático de Paleontología José Luis Sanz, de la Universidad Autónoma de Madrid, aplaude el nuevo estudio. "Han elaborado modelos matemáticos y han refutado con ellos varias hipótesis clásicas. Es una aportación muy interesante", señala. Sanz, que no ha colaborado en este trabajo, destaca que en el caso de los dinosaurios no hay estudios similares, que expliquen la evolución de su tamaño. Patrick Stephens, de la Universidad de Georgia, explica el porqué. "El registro fósil de los mamíferos es mucho mejor que el de otros muchos grupos. Y esto es, en parte, porque los dientes de los mamíferos se conservan muy bien. Y ocurre que el tamaño de los dientes guarda correlación con el tamaño corporal total", apunta.

La base de datos estudiada de manera minuciosa por los autores incluye información sobre el tamaño máximo alcanzado por los principales grupos de mamíferos terrestres en todos los continentes. Aparecen los perisodáctilos, animales con pezuña como los caballos, las cebras y los rinocerontes; los proboscídeos, con especies extintas como los mamuts y los mastodontes, y vivas como los elefantes africanos y asiáticos, y los xenartros, que hoy incluyen animales como los osos hormigueros, los armadillos y los perezosos.

El mayor gigante.

El mayor mamífero que ha pisado la Tierra fue un pariente de los rinocerontes desprovisto de cuerno, el Indricotherium transouralicum. También conocido como Baluchitherium, fue un herbívoro que pastó en Eurasia hace 34 millones de años y medía hasta cinco metros y medio desde el suelo hasta la cruz. Pesaba entre 15 y 17 toneladas, casi como tres elefantes africanos actuales.

Jessica Theodor mira al futuro de los gigantes terrestres actuales con escepticismo. "Si te paras a observar la situación de los grandes mamíferos, como los elefantes, rinocerontes e hipopótamos de África, ves que están en peligro de extinción por la caza furtiva. Casi no tiene sentido ponerse a estudiar como evolucionarán en el futuro", reflexiona.
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Extraído de Público

La larga infancia humana, clave del éxito de la especie.

La larga infancia de los 'Homo sapiens', que dificulta la supervivencia de las crías durante muchos años, podría ser la clave de su éxito en el planeta respecto a otros primos humanos como los neandertales. Esta es la conclusión a la que ha llegado una investigación, publicada esta semana, que se ha realizado con el estudio de 11 dientes fosilizados encontrados en Europa.

El trabajo, editado en la revista 'Proceedings of National Academy of Science' (PNAS) y realizado por científicos de la Universidad de Harvard, parte del hecho de que las piezas dentales tienen líneas que se van acumulando con la edad, como los anillos de los árboles. Ello permite conocer la edad de los restos que se encuentran con un cálculo muy aproximado.

Para conseguir la máxima precisión posible, los investigadores utilizaron el sincrotrón europeo ESRF, en concreto el del departamento de paleontología que dirige Paul Tafforeau, único en el mundo con esta especialidad. El potente haz del sincrotrón reveló el progreso anual de 10 molares de neandertales y uno de un 'sapiens' primitivo desde la diminuta línea llamada 'certificado de nacimiento' hasta la muerte.

La conclusión a la que llegaron es que nuestra especie madura mucho más lentamente que cualquier otra, incluso que nuestros parientes más cercanos, desde que dejamos África hace unos 100.000 años.

De hecho, los neandertales siguen un patrón de crecimiento intermedio entre el de los 'Homo erectus', los primeros ancestros claramente humanos, y los modernos 'sapiens'. "Esto sugiere que un desarrollo lento es una característica reciente y única de nuestra especie y podría ser una ventaja adicional al aprendizaje y la cognición compleja frente a los contemporáneos neandertales", señalan los investigadores.



Comparativas de primates.

La biología evolutiva ya había demostrado que la infancia es diferente en cada especie y los antropólogos habían documentado muchas diferencias entre los adultos de especies muy cercanas, como los humanos y los chimpancés.

Los datos genéticos y los fósiles indican que ambos linajes se separaron hace unos seis millones de años, evolucionando de forma diferente. Los primates no humanos mantienen un periodo de gestación corto, una infancia corta y una edad de reproducción muy temprana y corta.

Investigaciones desarrolladas en los pasados 20 años también concluyeron que incluso los 'Australopithecus' y los 'Homo habilis' crecían más deprisa que los humanos modernos, pero sin embargo no estaba claro cuando comenzó a desarrollarse esta prolongada niñez.

En este trabajo, los científicos realizaron de todas las piezas una tomografía computerizada con rayos X, gracias al sincrotrón europeo ESRF de Grenoble (Francia), uno de los más potentes del mundo, para ver imágenes internas en tres dimensiones, sin tener que dañar los restos. "En ESRF podemos ver dentro de los fósiles en diferentes escalas y estudiar como fue el crecimiento diario de sus líneas", apunta Tafforeau.

Entre las piezas estudiadas se encuentra la del famoso niño neandertal descubierto en Bélgica en el invierno de 1830. Hasta ahora se pensaba que había muerto a los cuatro o cinco años, pero ahora se ha comprobado que no tenía más de tres.

Extraído de El Mundo

Aparecen restos de otras ocho personas en la tumba del astrónomo Tycho Brahe.

El equipo internacional de científicos que exhumó esta semana en Praga la tumba del astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) para esclarecer la causa de su muerte confirmó este viernes que, junto a los restos del científico y los que se creen corresponden a su esposa, se encontraron otros ocho cadáveres.

"De estos ocho individuos, cinco son niños", confirmó el antropólogo Petr Veleminsky.

Los científicos parten de la hipótesis que la esposa de Brahe, Cristina, está enterrada con él, aunque el estado de los restos, que "no se hallan completos, sino sólo una parte", hace difícil su identificación. En cualquier caso, los científicos han confirmado la identidad de Brahe.



Identifican a Tycho Brahe.

"Se trata de un hombre de edad avanzada, que tiene algunos cambios en la zona de la nariz. Podrían corresponder a la lesión que Brahe sufrió cuando tenía 20 ó 22 años", añadió Velemínský.


Junto a los restos, en el sarcófago de cinc se encontraron también una bota, una media y una capa de damasco. Este viernes, todos los huesos serán de nuevo depositados en la tumba original, bajo el presbiterio de la Iglesia del Tyne.

Los científicos sí que han podido confirmar, tras la tomografía axial computarizada (TAC), que los restos de Brahe corresponden a los de un hombre del norte de Europa, indicó el danés Jens Vellev.



Intentarán reconstruir su rostro.

En el futuro se intentará reconstruir la cara del célebre astrónomo, que pasó los dos últimos años de su vida en Praga.

Ahora analizarán las muestras del cabello y de la barba, para detectar si contienen altos niveles de mercurio que expliquen las causas de la muerte de Brahe.

Esas muestras de pelo pueden dar pistas sobre cómo fueron los últimos tres meses de su vida, mientras que "el análisis de los huesos muestra cómo vivió en los últimos quince años", añadió Vellev.

Tycho Brahe trabajó como astrónomo y alquimista en la corte del emperador Rodolfo II de Habsburgo, y sus estudios sobre el movimiento de Marte fueron utilizados por el alemán Johannes Kepler para elaborar sus tres primeras leyes sobre las órbitas de los planetas.

Su repentina muerte, el 24 de octubre de 1601 sigue envuelta en misterio. Hallaron en su bigote un alto contenido en mercurio por lo que se barajan varias hipótesis. Pudo ser asesinado por orden del rey Kristian IV aunque también es posible que su trabajo le expusiera a este elemento y hubiera causado su intoxicación.

Extraído de El Mundo