Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

Llerena: la pequeña Atenas extremeña.

Con sus cerca de 6.000 habitantes y situada en la Baja Extremadura se encuentra Llerena, una población que por su importancia entre los siglos XV y XVII al llegar a ser uno de los enclaves más importantes de la Orden de Santiago en la zona se convirtió en un núcleo artístico de primer orden. Por toda esa riqueza de su patrimonio arquitectónico, con influencias flamencas y mudéjares, consiguió el apelativo de la’“pequeña Atenas de Extremadura’ y en 1966 fue declarado Conjunto Histórico Artístico.

En torno a la Plaza Mayor, de estilo mudéjar y que a través de los años hizo las funciones de mercado, sede de festejos y plaza de toros, se alzan los principales edificios de la ciudad. Dos de sus costados son porticados con 12 y 6 arcos respectivamente y en otro de ellos se sitúa la iglesia principal consagrada a la Virgen y bajo la advocación de Nuestra Señora de la Granada. El templo fue fundado en el siglo XIV y es una mezcla de varios estilos que abarca desde el primigenio mudéjar hasta el plenamente renacentista de la Capilla del Prior, pasando por la del Licenciado Zapata, gótico-renacentista, o el camarín de Nuestra Señora de la Granada, construida en las postrimerías del siglo XVIII en un delicado estilo rococó.

Otro elemento, lógicamente destacable por su altura, es la torre de la iglesia Mayor que se iza por encima del resto de edificios y se consolida como un emblema de la ciudad. Pero la calidad arquitectónica de Llerena no se agota ahí sino que chorrea por toda la localidad con ejemplares tan destacables como la parroquia de Santiago Apóstol, de estilo hispano-flamenco construida en torno a 1475; o el Convento de Santa Clara, de los albores del siglo XVI y estandarte indiscutible de la arquitectura clasicista. O el Hospital de San Juan de Dios, de 1672, con una iglesia barroca y una fachada con ecos hispanoamericanos.
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Patrimonio civil y natural.
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Pero no solo de iglesias vive el hombre y en Llerena las construcciones civiles también adquirieron prestancia, sobre todo gracias a un conjunto de palacios muy notables dispersos por la ciudad: el Palacio Maestral, el Palacio Episcopal, el Palacio de los Zapata o el Palacio Consistorial son testimonio de la grandeza de este núcleo en los siglos XIV y XVI, cuando fueron levantados en un estilo mudéjar o hispano-flamenco. O la Puerta de Montemolín, único vestigio de las cuatro grandes puertas que existieron y que permanece aún en pie.

Llerena ofrece también espacios de encuentro en sus numerosos parques y plazas. De todos ellos merece la pena visitar el Parque de la Constitución, el más antiguo de la localidad, y que se encuentra en el paseo Cieza de León. Asimismo la cercanía de los límites de Sierra Morena permite realizar excursiones en un entorno de bosque mediterráneo y estepas cerealistas.

Para
alojarse existen varías hospederías y hoteles para que el viajero pueda elegir lo que mejor se adapte a sus necesidades. Y por supuesto, resulta imprescindible degustar su exquisita cocina, típica extremeña, y probar su caldereta o sus afamados ibéricos.

Extraído de 20 minutos

Extremadura en la Reconquista: Orden de Alcántara.

A lo largo de la Reconquista, Extremadura contempló el paso de varias órdenes religiosas y militares, una de las más importantes fue la Orden de Alcántara, una organización militar cuyo fin era luchar contra los musulmanes.


Las órdenes militares nacieron como corporaciones para luchar contra los musulmanes que desde Arabia se habían extendido a buena parte de Europa, incluida la Península Ibérica. Estas organizaciones cooperaban en la Reconquista y aseguraban el orden, protegiendo a los peregrinos y desvalidos.

Se movían entre el carácter religioso y el militar. De hecho, casi todas tenían en principio dos tipos de miembros: los monjes que realizaban la vida conventual entregados a rezos y plegarias y los caballeros que, sin perjuicio de encontrarse también sujetos a ayunos, oraciones, penitencias y otros deberes religiosos, disponían de mayor libertad al ser considerados guerreros que la mayor parte del tiempo se encontraban en campaña contra los musulmanes.

Había una tercera clase constituida por los llamados donados o sirvientes de armas, equiparable a los escuderos de la época. Finalmente, estas organizaciones contaban con la ayuda de numerosas personas pertenecientes a la población civil y que recibían el nombre de familiares.

Todas las órdenes militares estaban regidas por un Consejo con cargos administrativos sujetos a la autoridad de un Gran Maestre. Así, no fueron pocas las ocasiones en las que este Gran Maestre llegó a tener tanta o más autoridad que el rey. De hecho, en algunas ocasiones, quienes llegaron a este cargo se enfrentaron al monarca. Es más, los mandatarios cubrían a las órdenes de riquezas por sus inestimables servicios. Por ello, estos grupos lograron altas cotas de poder teniendo bajo su mando numerosas tierras, villas, castillos o fortalezas.

Las órdenes militares más importantes en España fueron las de Santiago, Calatrava, Montesa y Alcántara. Esta última está íntimamente ligada a la historia de Extremadura.

LA ORDEN DE ALCÁNTARA.

Esta organización tiene su origen en la actual provincia de Cáceres, en concreto, en la ribera del río Coa. Nació en 1156 como Cofradía de Armas a partir de la iniciativa de un grupo de caballeros de Salamanca, a cuyo frente estaba don Suero Fernández Barrientos. En sus inicios recibió el nombre de Orden de San Julián Pereiro, al ser San Julián Pereiro la nomenclatura de la fortaleza donde luchaban contra los musulmanes.

La orden fue confirmada por el Papa Alejandro III el 29 de diciembre de 1117. Por consejo del ermitaño Amando adoptó la regla del Císter, esto es, de la orden religiosa creada en Francia, y fue enriquecida por el rey Fernando II de Castilla y por el citado Papa con libertades y privilegios. El Pontífice Lucio III, en 1183, la eximió de la jurisdicción de los ordinarios diocesanos, poniéndola bajo la custodia directa de la Santa Sede. Así, la orden quedaba obligada a la defensa de la fe y la guerra perpetua contra los musulmanes.

A partir de 1213 esta orden tuvo su sede en la villa de Alcántara de la que tomó su nombre y que les había donado el rey Alfonso IX de Castilla. Después de caer en gran decadencia a causa de discordias internas se recuperó gracias a la intervención del Maestre don Juan Zúñiga, nombrado para este cargo en 1479.

La Orden de Alcántara fue incorporada a la Corona en 1494 por los Reyes Católicos, tal y como habían hecho con las Órdenes de Santiago y Calatrava. Ante este hecho Juan Zúñiga resignó su autoridad tras la aprobación de la Santa Sede y fue nombrado Cardenal Arzobispo de Toledo.

En 1546 se autorizaba el casamiento de los caballeros. De esta manera sustituyeron el voto de castidad por el compromiso de defender el dogma de la Inmaculada Concepción.

TRAJE.

Los miembros de la Orden de Alcántara vestían una túnica de lana blanca muy larga y capa negra, que sustituían por un manto blanco en las ceremonias solemnes, adoptando como blasón un peral silvestre con las raíces descubiertas y sin hojas sobre campo de oro.

Posteriormente adoptaron como distintivo una cruz flordelisada de sinople.

En el capítulo XIV de sus definiciones se establecía que ningún caballero fuese osado de recibir los sacramentos sin el manto blanco, que debía ser también su sudario.

POSESIONES.

Sus primeras posesiones se ubicaban más al norte de lo que luego sería el núcleo principal de asentamiento. Comenzaron a crecer cuando, a la recibida villa de Alcántara, se sumaron Santibáñez y Portezuelo, tras ganar un pleito a la orden del Temple, así como Navasfrías, donada por Alfonso IX, y Valencia de Alcántara, conquistada por los caballeros de la orden en 1220. De esta forma quedó configurado su bloque fundamental de posesiones en el partido de Alcántara, al oeste de la provincia de Cáceres.

El comienzo de su asentamiento en el este de la provincia de Badajoz, en la comarca de La Serena, que sería el otro gran núcleo del señorío de la orden, tiene lugar en 1231 cuando conquista Magacela, que sería donada definitivamente a la orden tres años después por Fernando III el Santo como compensación por ciertos derechos alegados sobre la villa de Trujillo. Magacela se constituye en encomienda y se crea un priorato con jurisdicción en el territorio vecino. Al mismo tiempo la orden recibe el encargo del rey de repoblar Zalamea, conquistada por esos años.

Tras la conquista de Córdoba en 1236 por Fernando III, se puede decir que la orden completó en la práctica sus posesiones. Entonces les fueron donadas Benquerencia y Esparragal, ésta última conquistada por los templarios.

Su señorío, no obstante, no se redondearía hasta comienzos del siglo XIV, cuando consiguió la donación del castillo de Eljás en 1302 y de Villanueva de la Serena un año después. Aunque la orden participó en la conquista de Andalucía, apenas recibió donaciones en esta región, limitadas a los castillos de Morón y Cote y el lugar del Arahal, que le fueron donados por Sancho IV en 1285, pero permutados con Pedro Girón en el siglo XV (1461) a cambio de Salvatierra, Villanueva de la Barcarrota y el castillo de Azagala.

En 1492 el Rey Católico Fernando II de Aragón consiguió del Papa Alejandro VI la concesión del título de Gran Maestre de la orden con carácter vitalicio. Entonces, los territorios de los alcantarinos abarcan parte de la actual provincia de Cáceres en su límite con Portugal, las estribaciones de la Sierra de Gata y gran parte de la zona oriental de la provincia de Badajoz (la comarca de La Serena). Una extensión aproximada de 7000 km², sin incluir algunas posesiones aisladas en Andalucía y Castilla.

En ese siglo la potencia militar de la Orden de Alcántara es menor que la de Santiago y la de Calatrava, debido a sus menores posesiones territoriales y, en consecuencia, a su menor poder económico.

Extraído de HOY

El historiador Ángel Olmedo Alonso da a conocer en Mérida el libro “Llerena 1936. Fuentes orales para la recuperación de la Memoria Histórica”.

Esta publicación relata, a través de documentación histórica y testimonios orales, la represión desatada en esta localidad por las nuevas autoridades franquistas, durante el año que comenzó la Guerra Civil española.

El Centro Cultural Alcazaba de Mérida albergará este miércoles, 9 de febrero, la presentación del libro de investigación "Llerena 1936. Fuentes orales para la recuperación de la Memoria Histórica" del historiador emeritense Ángel Olmedo Alonso.

El acto tendrá lugar a las 20:00 horas, organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEX) y el Ateneo Libertario de Mérida, y en él intervendrán, además del autor, el presidente de la ARMHEx, José Manuel Corbacho.

En concreto, este libro relata, a través de documentación histórica y testimonios orales, la represión desatada en Llerena por las nuevas autoridades franquistas, durante el año que comenzó la Guerra Civil española.

La publicación está prologada por el conocido historiador Francisco Espinosa quien ha señalado que "los documentos que dejó la dictadura son parcos en información sobre este asunto", pues fue mucha la energía derrochada para ocultar la matanza fundacional". "La novedad es el recurso a la fuente oral, ya utilizada en otros trabajos anteriores pero de especial relevancia en este caso y por lo que a Badajoz se refiere", apunta.

Así pues, a su entender, se trata de la memoria de la gente que sufrió en su propia carne o en su ámbito más cercano los zarpazos de la represión. "Y no está mal que esto se haga en un contexto en que desde diferentes ámbitos se pone en duda la memoria frente a la historia y se critica el concepto extendido hace ya tiempo de memoria histórica", escribe el prologuista.

No obstante, tal y como demuestra el trabajo y añade Espinosa, los testimonios orales informan de hechos que nunca aparecerán en documento alguno y matizan, corrigen y enriquecen a los propios documentos. De ahí el valor de testimonios como los de Julián Núñez, Encarna Ruiz o Juan Manuel Rafael.

"Sin ellos no sabríamos cómo fue la represión, de ahí el valor de la paciente investigación y recogida de testimonios llevada a cabo por Ángel Olmedo", subraya Espinosa.

Cabe recordar que Ángel Olmedo Alonso es historiador y miembro de la ARMHEX y con este libro se alzó con el Premio "Arturo Barea" de investigación histórica 2009, en su IX edición, convocado por la Diputación Provincial de Badajoz, y editora a su vez de la publicación.

Nacido en la localidad cacereña de Navaconcejo en 1965, aunque reside en Mérida desde hace muchos años, Olmedo es licenciado en Filosofía y Letras, sección de Historia Contemporánea por la Universidad de Extremadura (UEx). Miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEx) desde sus inicios.

A lo largo de su trayectoria profesional ha publicado diversos libros sobre el anarquismo y la memoria histórica, así como artículos sobre la guerra civil, la represión y los lugares de la memoria en Extremadura. Director de los campos de trabajo para recuperación de memoria histórica del Instituto de la Juventud de Extremadura, que con la propuesta de la ARMHEX, se llevan a cabo todos los veranos. Igualmente, ha colaborado en diversos programas de televisión y en varias series de documentales sobre la guerra civil en Extremadura.

Extraído de Región Digital

"El cerdo en Extremadura" estudia sus implicaciones sociales y culturales.

"El cerdo en Extremadura" es el título del cuarto cuaderno de las "Lecturas de Antropología" de la Oficina de Patrimonio Etnológico de la Junta de Extremadura y en el que se investigan las repercusiones sociales, económicas y culturales de este animal en la región.

En sus más de ochenta páginas, plagadas de fotografías y testimonios de primera mano, esta publicación "de fácil lectura" ofrece un estudio antropológico que, partiendo de las investigaciones de expertos como Marvin Harris o Marcel Mauss, incluye la evolución de la matanza y la importancia del cerdo en el mantenimiento del paisaje natural, como la dehesa.

La directora general de Patrimonio Cultural, Esperanza Díaz, ha indicado en conferencia de prensa que esta publicación presenta con "rigor científico y metodológico" uno de los temas que tienen más influencia en la sociedad extremeña, tanto por su repercusión en la economía doméstica e industrial como en las relaciones sociales, pues la matanza del cerdo se analiza como "un ritual festivo, ecológico y cultural".

"El cerdo en Extremadura" se detiene, en un primer apartado, en la influencia de este animal en el contexto ecológico y socioeconómico y resalta que, por su alta tasa reproductiva, el cerdo se ha integrado eficazmente en economías modestas, donde prima el autoconsumo, y en modos de producción industriales.

La matanza centra el segundo apartado de la publicación, que la presenta como un "hecho social total", según el término que acuñó Marcel Mauss, pues además de aportar alimentos sirve para reforzar los vínculos entre familiares y vecinos.

Esta repercusión social se ha mantenido con el paso del tiempo pues, tal y como ha explicado Díaz, a pesar de que la necesidad de la carne de la matanza ha disminuido en las últimas décadas en los hogares extremeños debido a las industrias cárnicas, la matanza se ha mantenido y ha transformado alguno de sus aspectos para conservar el carácter "festivo".

El engorde del animal, el sacrificio, el vaciado y despiece, el llenado o las longanizas son algunos de los aspectos que también se detallan en este estudio sobre el cerdo, que además incluye una entrevista con Visitación Rosario Morón, matancera de 81 años, y canciones tradicionales que se entonaban en las matanzas.

Extraído de ABC

El deshielo acelera la 'caza' del mamut en Siberia.

Investigadores y comerciantes se disputan los restos del animal extinto que destapa el derretimiento continuo del permafrost. Los colmillos de marfil pueden alcanzar los 90.000 euros. China es el primer consumidor del mundo.

La leyenda dice que los cazadores que encuentran un mamut en Siberia se comen su carne congelada o se la echan a los perros mientras ellos arrancan los valiosos colmillos del animal extinto. En otras ocasiones, hacen cosas aún más raras.

"Una vez usé un secador de pelo para descongelar parte de la carne", explica a Público Dick Mol, uno de los hombres que extrajeron del suelo helado de Siberia al llamado mamut de Jarkov en 1998. "Era una mezcla de humedad, orina y heces única en el mundo; fue la primera vez que olí un animal extinto", asegura Mol, investigador del Museo de Historia Natural de Rotterdam y uno de los mayores expertos mundiales en la vida, muerte y extinción del mamut lanudo hace unos 10.000 años.

Cada primavera, las llanuras de Siberia se convierten en un western. Grupos de científicos, cazadores locales y tratantes de marfil llegados de Moscú se disputan o colaboran por un botín descomunal. Se trata de los cadáveres de hasta 150 millones de mamuts lanudos que aún permanecen bajo el permafrost, el subsuelo helado de la península de Taimyr y la República de Sajá, dos territorios rusos con una extensión siete veces mayor que la Península Ibérica .

La tundra funciona como una máquina del tiempo. Sus temperaturas bajo cero hacen que los mamuts enterrados conserven piel y pelo sobre los huesos y hasta su última comida en las entrañas. Por razones que algunos expertos atribuyen al calentamiento global, el permafrost se derrite cada vez más rápido, destapando un mayor número de fósiles y convirtiendo las praderas heladas de Siberia en una tierra de oportunidades.

Con el deshielo y antes de que el corto verano convierta la tundra en un cenagal intransitable, los científicos desem-barcan en Siberia para una nueva temporada de caza. Disponen de unas semanas para localizar el mayor número de restos. Compiten con cazadores locales que rastrean la tundra durante todo el año y cuyo principal objetivo es el marfil de mamut, con colmillos de hasta tres metros y 90 kilos.

"Si es marfil de primera calidad, su precio es de 1.000 euros el kilo", explica Bernard Buigues, un explorador francés que viaja a Siberia varias veces al año y que dirige el proyecto Mammuthus. Su objetivo es rastrear Siberia en busca de fósiles hasta 2014 para que estos no acaben troceados, enviados a tratantes de Moscú y San Petersburgo y vendidos a China, el mayor consumidor de marfil de mamut, o en páginas web.

Este mercado ha florecido en parte por la prohibición internacional del comercio de marfil de elefante en 1989. Desde entonces han aumentado las exportaciones desde Rusia hasta llegar a la cifra oficial de 60 toneladas al año. "El marfil de mamut no está protegido por ninguna ley, es como un mineral más de los que hay en Siberia", lamenta Buigues. "Lo único que necesitas es una licencia para extraer tanto marfil como quieras", señala el explorador, que advierte que las exportaciones de Rusia llegan a las 80 toneladas anuales contando el mercado negro. Los colmillos más vistosos acabarán vendidos a museos o a coleccionistas privados, según Buigues. Los menos valiosos y los huesos serán troceados y usados en Rusia y China para hacer figuras de todos los tamaños y formas.

Rinocerontes lanudos.

Uno de los ases de este negocio es Fyodor Shidlovskiy. Antiguo piloto de avión en Sajá, Shidlovskiy viaja a Siberia cada año en busca de fósiles. También regenta el Ice Age Museum de Moscú, donde se pueden ver mamuts y rinocerontes lanudos disecados, comprar figuritas de marfil e incluso encargar tallas personalizadas.

Los siberianos llevan usando el marfil de mamut desde el Paleolítico. A veces los colmillos se hallan a simple vista, sobresaliendo de la tierra como si fueran troncos en una tierra donde no hay árboles, explica Mol. "Si los colmillos están enteros nos cuentan la vida completa del animal", detalla. La composición química y el ritmo de crecimiento muestran de dónde llegó el animal, si tuvo hijos y en qué época del año murió, es decir, son un tesoro para comprender Quién o qué mató a los mamuts, el nombre de un proyecto de investigación que Mol y otros expertos inauguraron tras el hallazgo del mamut de Jarkov.

"En estas tierras todo funciona aún según la ley del Lejano Oeste", lamenta Régis Debruyne, investigador del Museo Nacional de Historia Natural de Francia. "Cuando encuentran un mamut, los cazadores limpian los restos con agua a presión para arrancarlos de la tierra y lo echan todo a perder", comenta. Debruyne es experto en extraer y analizar el ADN de mamuts y otros de los enormes animales que poblaron Siberia. Esta primavera acompañará a Buigues a una nueva expedición para extraer nuevos restos que están por identificar. El objetivo es localizar y acumular cuantos más restos mejor.

Si los restos de los mamuts no se retiran a tiempo, se corrompen, pierden toda su información sobre el animal y su hábitat útil para los científicos y también acaban por ser inservibles para el comercio. Según el proyecto Mammuthus, el 70% de los fósiles se pierde para siempre. Los cazadores comerciales logran un 25%, y los científicos, un 5%. La organización está promoviendo la colaboración con la población local para que este Lejano Oeste sea más parecido a una tierra prometida en la que unos puedan hacer ciencia y otros sacar dinero extra.

"En varias ocasiones han sido los habitantes los que nos han traído muestras", reconoce Mol, que comenzó a rastrear Siberia en 1997. Como recompensa de pasar semanas durmiendo en una tienda a temperaturas bajo cero ha podido quedarse con recuerdos, como el trozo de espalda de mamut que tiene en el congelador de su casa. "Aún puedo tener aquel olor único si lo descongelo", concluye.


Extraído de Público

Un arqueólogo encuentra 2.000 yacimientos a través de Google Earth.

Más de un millar son tumbas con forma de lágrima de la antigua Arabia.

Gracias a Google Earth, un arqueólogo australiano ha conseguido localizar 2.000 nuevos yacimientos en torno a Arabia Saudí. La forma más sencilla para evitar las barreras como licencias políticas, costes de desplazamiento y del terreno. Y además ha compartido su método para fomentar la investigación.

Los arqueólogos han estado añadiendo tecnologías móviles y web a su kit de herramientas desde hace unos años. Pero este descubrimiento es realmente sorprendente tan solo por cómo se ha conseguido. ¿Se podría volver conGoogle Earth y programas complementarios a una nueva edad de oro de la arqueología?

David Kennedy, de la Universidad de Western Australia, ha escaneado unos 2.000 kilómetros cuadrados gracias al software satelital de Google. De este modo ha identificado 1.977 sitios potenciales. Después pidió a amigos sobre el terreno que se acercasen a cada uno de los lugares a tomar fotografías para determinar si habían sido creados por la mano del hombre.

De todos los descubrimientos, a 1.082 corresponden a tumbas de piedra talladas con forma de lágrima de la antigua Arabia.

Una metodología a imitar.

Kennedy ha publicado sus resultados y su metodología con el resto de científicos del mundo a través de la publicación Journal of Archaeological Sciences. De este modo se abre la posibilidad a que surja una pequeña explosión científica, ya que se trata de un trabajo con herramientas gratuitas y a distancia, reduciendo considerablemente los costes de desarrollo de un proyecto.

Google Earth es el pilar básico de los descubrimientos. Desde 2007 la resolución de las imágenes que ofrece gracias al satélite SPOT 5 permite ver hasta dos metros y medio de la tierra. Sus cualidades al servicio de toda la población están siendo explotados del mismo modo para el ocio y para la innovación.

No se trata del único hallazgo arqueológico o antropológico de los últimos tiempos que se ha apoyado en la tecnología. Mediante móviles con GPS se logró identificar la transición de una ciudad Mesoamericana o, por ejemplo, se consiguió identificar medicinas romanas utilizando una base de datos de textos médicos antiguos digitalizados.

Pensar que con Google Earth el trabajo de campo va a terminar es un sinsentido. Al contrario, las nuevas herramientas están ayudando a identificar cada vez más yacimientos, o lo que es lo mismo, están dando más y más trabajo a los científicos. Sin embargo, también están ayudando a que su tarea sea cada vez más precisa y productiva.

Extraído de ABC

Las Lagunas de Villafáfila fueron una gran explotación de sal en la Prehistoria.

Arqueólogos de la Universidad de Valladolid (UVa) hallaron restos de una explotación de sal durante la Prehistoria en las Lagunas de Villafáfila (Zamora) y que equivale a decir que es uno de los lugares más antiguos de España de producción salinera, ya que tan sólo se conoce otro también de la Edad Prehistórica en Cardona (Cataluña), aunque allí se trata de una mina de sal gema.
"Teníamos conocimiento de que las lagunas de Villafáfila y su entorno fueron un importante lugar de producción de la sal durante la Edad Media, un hecho conocido a través de numerosas fuentes escritas, aunque no se sabía desde cuando se explotaba este recurso", explicó el profesor de Prehistoria de la Universidad de Valladolid, Germán Delibes, quien es el coordinador de un proyecto de investigación, promovido por la Consejería de Cultura y Turismo, que ha culminado con importantes hallazgos en este entorno ubicado al noroeste de la provincia zamorana.

Tras las tareas de excavación, los investigadores han concluido que las lagunas fueron objeto de explotación desde la Prehistoria, es decir, desde hace más de cuatro mil años. También se ha podido conocer que su producción, muy apreciada, estaba en manos de las clases altas, que probablemente no viviesen allí, sino que se desplazaban durante épocas del año para la explotación salinera.

El esplendor de las lagunas de Villafáfila en la antigüedad se debió sobre todo a que en 150 kilómetros a la redonda no había lugares de extracción masiva de sal y su aislamiento ocasionó que se convirtiese en el centro de abastecimiento de la zona. Además, la consideración de la sal en el mundo antiguo y en las culturas arcaicas como un recurso vital y un bien de primera necesidad hacen de ella un producto anhelado y codiciado al mismo tiempo.

Por esta razón, el dominio de la explotación de este recurso fue privativo de la cúspide social, un hecho que se conoce por los restos de cerámica campaniforme propia de la élite encontrados.

Extraído de El Mundo