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San Cristóbal y la muerte súbita

San Cristóbal, el gigante con cabeza de perro que protegía contra la muerte imprevista

Detalle de la representación de San Cristóbal como un gigante llevando al Niño Jesús, de la Catedral de Zamora

La leyenda de San Cristóbal no es anterior al siglo IX. Su nombre significa literalmente “porta Cristo” en alusión al episodio más significativo de su vida: Cristóbal se puso al servicio del rey más poderoso de la Tierra, al descubrir que éste tenía miedo del demonio, se sometió a las órdenes de Satán. Pero al ver que el mismo demonio temía algo tan simple como un cruce de caminos, aconsejado por un ermitaño, se dispuso a seguir a Cristo y hacer el bien. Se dedicó a servir a las personas a cruzar un río con un peligroso caudal.

En una ocasión fue un niño el que le pidió ayuda para cruzar el río. Resultó ser tan pesado que el gigante tuvo que apoyarse en un árbol cercano para no caerse, consiguió llegar con dificultar a la otra orilla. El pasajero se reveló como Cristo, su peso extraordinario se debía a la carga de todos los pecados de la humanidad. Cristóbal reconoció en él a su nuevo amo y se dedicó a servirle a partir de entonces.

Esta leyenda alude simbólicamente al paso de las almas al más allá, siendo San Cristóbal el encargado de transportar las almas de los cristianos. Esta característica del santo pudo hacer que los cristianos lo identificaran con el Anubis egipcio, lo que explicaría que, en sus representaciones más antiguas, aparezca como un cinocéfalo, es decir, con cabeza de perro. Esta representación es típica en el arte bizantino.

Representación de San Cristóbal como un gigante llevando al Niño Jesús, de la Catedral de Zamora

Avanzada la Edad Media, San Cristóbal aparece en el arte ya como un hombre. Desde el siglo XIII se le considera un gigante y así se muestra en las pinturas y esculturas de la Baja Edad Media, identificándose con Hércules por su aspecto musculoso y su barba. Sus representaciones eran muy similares a las de Hércules llevando a hombros al niño Eros, que probablemente fueran su precedente directo.

Pronto se popularizaron una serie de refranes que aluden a la capacidad de San Cristóbal de proteger a los fieles contra la muerte súbita: 
“Si del gran San Cristóbal hemos visto el retrato. Ese día la muerte no ha de darnos mal rato.”  
“Glorioso San Cristóbal viéndote a la mañana. Sin mal, riendo, a la noche nos vamos a la cama.”
Era común la creencia de que, si se rezaba al santo, ese día uno no moriría, o al menos no en pecado. Se llegó a creer que la mera visión de una imagen de Cristóbal valía para librar a la persona de la muerte, y es por eso que en muchos templos los cuadros y esculturas de San Cristóbal son de gran tamaño, para que los fieles pudieran verlas desde la entrada de la iglesia, sin tener siquiera que acceder al lugar sagrado.

Su atractiva capacidad para librar a los hombres de la muerte sin confesión hizo que su representación gozase de mucho éxito en periodos en los que la muerte era desgraciadamente frecuente. Así, cuando había hambrunas o enfermedades, las imágenes de Cristóbal abundaban. Esto fue así especialmente durante la epidemia de peste negra del siglo XIV, donde Cristóbal se convirtió en uno de los más importantes santos protectores de la peste, o antipestosos. Pasada la oleada de peste, su representación fue decayendo a partir del siglo XV.

Bibliografía

GARCÍA ARRANZ, José Julio, (2015): “Las razas monstruosas como fenómeno fronterizo en la tradición literaria y visual medieval occidental: La leyenda de los cinocéfalos” en PIÑOL LLORET, Marta (ed.): Monstruos y monstruosidades. Del imaginario fantástico medieval a los X-Men, Sans Soleil, Barcelona.

RÈAU, Louis (2000-2002): Iconografía de los Santos de la A a la G, Ediciones del Serbal, Barcelona.

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