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Los Juegos Délficos: la competición sagrada de la antigua Grecia

Orígenes de los Juegos Délficos

Desde la Antigüedad, los Juegos Délficos fueron una de las competiciones más importantes de la Grecia Clásica. Durante más de mil años, cada cuatro años, los atletas griegos se reunían en Delfos para honrar a Apolo y competir en una variedad de disciplinas. En este artículo, exploraremos la historia de los Juegos Délficos, desde sus orígenes hasta su eventual declive.

Los orígenes de los Juegos Délficos se remontan al siglo VIII a.C., cuando los habitantes de Delfos, un pequeño pueblo en las faldas del monte Parnaso, comenzaron a celebrar una competición atlética en honor a Apolo. Se dice que el dios había matado a una serpiente gigante en el lugar donde se construyó el Templo de Apolo, convirtiendo así a Delfos en un lugar sagrado.

La competición inicial era modesta, con carreras a pie y concursos de canto y poesía. Sin embargo, la popularidad de los Juegos creció rápidamente y se convirtieron en una competición atlética importante. En el siglo VI a.C., el gobernante de la ciudad de Delfos, el tirano Clístenes, agregó nuevas disciplinas a los Juegos, incluyendo carreras de caballos y de carros. 


Los Juegos Délficos como evento panhelénico

En el siglo V a.C., los Juegos Délficos se convirtieron en un evento panhelénico, en el que participaban atletas de todas las ciudades-estado de la antigua Grecia. Los Juegos se llevaron a cabo en el mes de Pyanepsion, entre octubre y noviembre, y duraban cinco días. El primer día estaba dedicado a la procesión de los atletas y a la entrega de ofrendas a Apolo en su templo, mientras que los días siguientes eran para las competiciones.

Las disciplinas de los Juegos Délficos incluían carreras a pie, carreras de caballos y de carros, lucha libre, boxeo, pugilato, pancracio (una combinación de lucha libre y boxeo), salto de longitud, salto de altura, lanzamiento de disco y lanzamiento de jabalina. Los atletas competían desnudos, una costumbre que se originó en la Grecia Clásica y que simbolizaba la pureza y la perfección del cuerpo humano.

Los ganadores de los Juegos Délficos eran honrados con una corona de laurel, al igual que los vencedores de los Juegos Olímpicos. Además, recibían grandes sumas de dinero y eran considerados héroes en sus ciudades de origen. Las victorias en los Juegos Délficos y en otros eventos atléticos eran una forma importante de lograr la fama y la gloria en la antigua Grecia. Pero, ¿qué pasó con estos Juegos?


Declive de los Juegos Délficos

A pesar de su importancia, los Juegos Délficos comenzaron a declinar en el siglo III a.C. Esto se debió, en gran parte, a las guerras que asolaron Grecia durante este período, especialmente a las guerras que enfrentaron a las ciudades-estado griegas contra el Imperio macedonio de Alejandro Magno y sus sucesores. Estas guerras causaron estragos en el país y afectaron significativamente la economía, lo que repercutió en la organización de los Juegos.

Además, la creciente influencia del Imperio romano en el mundo mediterráneo tuvo un impacto negativo en los Juegos Délficos. A pesar de que los romanos respetaron y admiraron la cultura griega, no se interesaron tanto por sus tradiciones deportivas y culturales como los griegos. A partir del siglo I a.C., los romanos comenzaron a organizar sus propios eventos deportivos y culturales, como los Juegos Seulares, que competían directamente con los Juegos Délficos.

En el siglo II d.C., los Juegos Délficos fueron abolidos temporalmente debido a la crisis económica y política que afectó a Grecia en ese momento. A pesar de los intentos posteriores de revivir los Juegos, nunca volvieron a alcanzar su antigua gloria y finalmente desaparecieron en el siglo IV d.C.


Curiosidades

- Uno de los eventos más populares en los Juegos Délficos era la carrera a pie, que se llevaba a cabo en una pista que medía aproximadamente 180 metros de longitud.

- La pista era conocida como el estadio, y la palabra "estadio" todavía se usa hoy en día para referirse a una carrera a pie de 100 metros.


Obra recomendada

En busca del fuego... y otras historias curiosas de la Antigüedad de José Antonio Cabezas.

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