Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano. Trajano y Adriano fueron dos de los emperad...

Descubren la tumba del auténtico 'Gladiator' al norte de Roma

"Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad", decía Máximo Décimo Meridio, o lo que es lo mismo, Russell Crowe, en 'Gladiator', la película dirigida por Ridley Scott que recuperó el empolvado género hollywoodiense de las 'pelis de romanos'.


No podemos saber si lo que hizo Máximo mantendrá su eco durante toda la eternidad, pero sí podemos decir que, tras los 48 premios cosechados por la película —bombonas de gas, pantalones vaqueros y errores históricos al margen—, en 2008 el 'gladiador' vuelve a tener su minuto de gloria.


Esta vez se debe a la pericia de un equipo de arqueólogos italianos que ha encontrado su tumba. Bueno, la de Marcus Nonius Macrinus, el hombre que inspiró a Maximus para hacerse el duro ante los bárbaros y, también, para que el fornido general se llevara el Oscar al mejor actor. Cosas de la historia.


Fue a orillas del Tíber, cerca de la Vía Flaminia, al norte de Roma, donde el aguerrido hombre de confiaza del emperador Marco Aurelio —que, por cierto, nunca pisó la arena del Coliseo de la ciudad eterna, al menos no como gladiador— encontró el reposo.


Daniella Rossi, una de las arqueólogas encargadas de la excavación, ha dicho que se trata de una tumba monumental realizada en mármol sobre el que algún discípulo fervoroso, o un hombre bien pagado, cinceló el nombre del militar y cónsul general, cargo que el de Brescia —tampoco era emeritense, como se dice en la cinta— desempeñaba en la vida real.


"Se trata del monumento romano más importante de los descubiertos en los últimos 20 o 30 años", ha asegurado Rossi al diario británico 'The Times'. "Es excepcional encontrar algo así", afirmó la arqueóloga romana a cerca de la inscripción encontrada en la tumba. Eso sí, de "el general que se convirtió en esclavo, el esclavo que se convirtió en gladiador, el gladiador que desafió a un imperio", que rezaba la promoción de la película de Scott, de momento ni rastro.


Además del mármol y sus inscripciones, también se han encontrado varias columnas y decoraciones que han aguantado el paso de la historia, a pesar de que la tumba se vio anegada por el barro y parte de ella se había deslizado hasta el río cercano. Pero todo ha sido recuperado, según ha dicho Cristiano Ranieri, el encargado del equipo arqueológico.


Tras el hallazgo, los planes para la tumba pasan por su reconstrucción, no sólo por su valor arqueológico, que también, sino para poder transformarse en la joya de la corona de un posible 'Parque Arqueológico de la Vía Flamina', en cuyo circuito se podría incluir la Casa de la emperatriz Livia, la esposa del emperador Augusto, situada también junto a la vía romana.


Es lo que queda. Descubrir la historia de Roma a golpe de piqueta para poder enseñársela al mundo. Nada de fantasías, aunque muchos acudirán al falso tufillo que se desprende de la tumba de un hombre que nunca luchó en el Coliseo contra el dueño de un imperio.


Ahora le espera algo distinto. "La muerte nos sonríe a todos. Devolvámosle la sonrisa", decía Máximo-Russel Crowe en la película. Esperemos que, aunque sólo fuera por que el cine histórico acertara de vez en cuando, Marcus pensara también lo mismo. Así saldría mejor en las fotos que se le avecinan.

Extraído de El Mundo

Fuentes, norias y pilones de Llerena. Un atentado contra el patrimonio histórico.

Observo apenado como van desapareciendo poco a poco, gota a gota, sin que nadie se percate ni levante la voz, todos los surtidores de agua que abastecieron a Llerena en un pasado no tan lejano. Los responsables del cuidado y la conservación del patrimonio histórico de mi pueblo no han creído necesario, ni importante, la preservación de las fuentes que abastecieron a los llerenenses de agua para su uso doméstico, en aquellos años en los que el fluido elemento no llegaba en corriente a cada hogar. Los más viejos del lugar me cuentan con nostalgia y pena como se han destruido, sin piedad, casi todas las fuentes que nos dieron de beber durante tantos años. Se me ocurren algunas, que yo recuerde ahora, como la del Barrio de la Guita, donde ahora hay un parquecito; la de la Plazuela del Peso, en las traseras del Arco de Montemolín; la del Arrabal de Tejeiro, en la actual fachada de la tienda de muebles de los Zapata; la de la calle Fraile; o la del Botón, en la plazuela homónima. Hay otras que por su mayor tamaño o por su monumentalidad aún persisten. Me refiero a las conocidas como la fuente Pellejera , en la Plaza de la Fuente, y la fuente de Zurbarán, en la Plaza de España. Los más añosos me indican otras, que yo no recuerdo o no he conocido, como la de los Cañitos, ubicada en los pisos de la Huerta del Conde, en el paseo de San Antón; los grifos, junto a la piscina del CIT; etc.

Tampoco se cree oportuno la puesta en valor de tantas norias que regaron las huertas de las tierras más cercanas a los muros de la muy noble ciudad de Llerena. Una de las últimas en destruirse sin piedad, que es la que me ha llevado a escribir este texto, es la que se encontraba en la parte trasera del Parque de la Constitución. No sé con qué nombre se le conocía a esa huerta o a esa noria. Creo que hubiera sido una buena idea, por parte del Ayuntamiento, la de restaurarla e integrarla en el parque como elemento decorativo y de exposición. Así, al mismo tiempo, se estaría preservando una parte muy importante de la historia económica y cotidiana de nuestro pueblo. No debemos olvidar que Llerena ha sido y es, ante todo, un municipio con una economía agrícola y rural primordialmente. Destruir las norias y los pilones de agua es acabar con parte de nuestra identidad. Se me ocurren, y me recuerdan mis mayores, otras norias como la del corralón de Camurdo o la de la cerca de los Juaquinitos, en la zona que ocupa el actual ambulatorio. Hay otras que todavía se preservan, según las noticias que tengo, como la de la huerta de Taracena; la de la huerta de don Antonio Martín, conocido como “el orejón” (en la foto); la del convento de Santa Ana; la del convento de Santa Clara; la de la Marimanta; la de los Cotrina; o la del Huertecillo. Se podría citar muchas más preguntando a cualquier persona mayor ligada al campo, que podría citarlas de memoria.

De la misma forma es una pena, y una agresión al patrimonio llerenense, el haber acabo con todos los pilones que surtían de agua a nuestros ganados. Se me ocurren algunos, ya desaparecidos, como el que estaba situado en el comienzo del camino de la Albuera, en frente del actual parque de bomberos; el que se hallaba en el actual recinto ferial, donde ahora han puesto un banco de piedra, que dudo que sea más interesante que el susodicho abrevadero; el que estaba situado cerca de "la Remonta"; o el que surtía la zona del Barrio del Pilar. Seguro que hay muchos más que no recuerdo.

No creo que sea ninguna majadería lo que estoy diciendo. Se me ocurren muchos ejemplos de otras ciudades que han preservado sus surtidores como parte de su patrimonio histórico, integradas en el urbanismo como elementos ornamentales. El otro día estuve visitando Zafra, por su feria, y pude observar lo bien cuidado que tienen un pilón, que en su tiempo sirvió de abrevadero a las reses, justo en frente de parador turístico. Sentí cierta envidia y nostalgia al recordar todos los que en Llerena se han destruido.
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En mayores escalas, y salvando las distancias, se me ocurre también el ejemplo de una alberca que en Sevilla se ha conservado intacta. Me refiero al depósito de agua que hay en el Parque de la Buhaira. No se crean que era otra cosa sino una alberca para regar las huertas y jardines que la circundaban. Está claro que procede de una época muy anterior a los surtidores que nos ocupan. Proviene de los almohades años en que estas tierras se llamaban al-Ándalus, pero cumplen la misma función económica o social. Cada una en su sitio y en su época.

En definitiva, con todo esto no quiero decir que se deba conservar todo, ya que sería imposible para el avance urbanístico de Llerena. No obstante, hay ciertos elementos de los citados que se podrían haber intercalado entre las nuevas construcciones como elementos decorativos y, a su vez, como hitos del pasado. Es cuestión de que la administración pública hubiera mostrado, o muestre, un mayor interés y se hubiera preocupado por saber que no sólo se debe conservar la arquitectura monumental. Las fuentes, las norias y los pilones de agua, que durante tantos años abastecieron al pueblo, son tan importantes históricamente como cualquier lienzo de muralla o cualquier fachada mudéjar. El problema está en que actualmente “la moda” dicta que se deban restaurar sólo dichas fachadas, y todo lo demás es como si no existiera. Lo que no se quiere ver no existe, así que se destruye con total impunidad.

En resumen, este atentado contra el patrimonio histórico del pueblo me parece vergonzoso porque se está acabando con la memoria más reciente y cotidiana de Llerena. Se está mutilando el recuerdo, y por lo tanto la historia, de cada ganadero, hortelano o agricultor que usó nuestras fuentes, nuestras norias o nuestros pilones. Estamos evaporando la historia y el agua que dio de beber a nuestros antepasados llerenenses.
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Fuentes desaparecidas:

Lugar de la fuente de la Plazuela del Peso.

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Lugar de la fuente de los Cañitos, en el Paseo de San Antón.

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Lugar de la fuente del Arrabal de Tejeiro.

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Lugar de la fuente del “Barrio de la Guita”.

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Lugar de la fuente del Botón, en la Travesía del Botón.

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Lugar de la fuente de la Calle del Cristo.

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Fuentes conservadas:

Fuente de Zurbarán, en la Plaza de España.

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Fuente Pellejera, en la Plaza de la Fuente.

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Noria desaparecida:

Lugar de una noria, en las traseras del Parque de la Constitución.

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Noria que se conserva (por el momento):

Noria de la “huerta del Orejón”.

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Pilones desaparecidos:

Lugar de un pilón, en el recinto ferial.

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Lugar de un pilón, en el “Barrio de la Guita”.

Haciendo memoria. 1979 y las momias de la torre de Llerena.

Ordenando mis carpetas he encontrado un recorte del diario HOY, del 13 de agosto de 2001, que tenía guardado con mucho esmero. El susodicho artículo está encabezado por el titular “Las momias de Llerena”, y el subtítulo dice que “tras la fiebre de los medios de comunicación las preguntas que suscitaron siguen sin respuesta”. La noticia retomaba el tema de los miles de restos humanos momificados encontrados en la torre de la iglesia Ntra. Sra. de la Granada, durante las obras de restauración que se estaban llevando a cabo en la misma, en el año 1979. En ese año yo todavía no había nacido, pero pude visitar una exposición que se organizó en el año 2001 en la casa cultural La Merced de Llerena, en la que se mostraban fotos, elementos de la época que llevaban los difuntos (hebillas de zapato, monedas, botones, rosarios, cruces, etc.) y recortes de periódicos de 1979 de muchos países y temas, mostrando la repercusión mediática del fenómeno.
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He buscado en Internet el mismo artículo que figura en el recorte que tengo guardado para exponerlo en el blog, pero veo que los textos más antiguos del archivo del Diario Hoy datan del año 2006. No obstante, he fotografiado algunas partes del recorte, para mostrar, sobre todo, las fotos. Además, he encontrado dos artículos de 1979, que hacen referencia a esta misma noticia, en el archivo del Diario El País. Aquí las expongo para que podáis verlas y leerlas:


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Los restos humanos hallados en Llerena son anteriores al siglo XVII.

Hasta el momento se han encontrado más de 2.000 cadáveres.
Julián Leal. 07/07/1979

Los cadáveres encontrados durante los trabajos de restauración en la plaza y en el interior de la iglesia de la Virgen de la Granada, en la localidad de Llerena (Badajoz), cuyo número ascendía ayer a más de 2.000, son objeto de estudio por parte de equipos de antropólogos de las Universidades de Madrid y Barcelona. Según opiniones de los especialistas, el depósito de esqueletos se debe al enterramiento continuo de cadáveres durante un largo período de tiempo, que puede abarcar cuatro o cinco siglos. La próxima semana se procederá al estudio de las momias.

Los restos hallados en Llerena pertenecen al siglo XVII y anteriores. Como hipótesis, se relacionan con los tribunales de la Inquisición, con una posible epidemia o con el traslado de algún cementerio. Profesores de la Universidad de Extremadura, en Cáceres, han protestado por no haber sido informados y denuncian que, «una vez más, nuestro patrinionio cultural está saliendo de Extremadura».El hallazgo de Llerena sorprende no sólo por la cantidad de restos humanos descubiertos, sino también por una serie de circunstancias que han intervenido en el descubrimiento. Ello ha dado lugar a las lógicas especulaciones, producto por ahora de la fantasía popular, que habla de ajusticiamientos y enterramientos de las personas mientras éstas tenían vida.

En una pequeña estancia de la iglesia de la Granada, a la que se accede por una empinada escalera, se contempla un decorado aterrador y macabro. El habitáculo está sirviendo de almacén de los numerosísimos restos aparecidos y, aunque se encuentran ya algo mermados, tras el acopio que otro equipo de antropólogos de la Universidad Complutense de Madrid ha hecho de gran cantidad de restos, todavía quedaban allí los suficientes como para evaluar la magnitud del hallazgo. Mientras cuatro antropólogos catalanes envolvían indiferenles los cráneos mejor conservados en papeles y los depositaban en una gran caja de cartón, muchos curiosos subían hasta allí para contemplar el tesoro. Por el suelo, y esparcidos por la estancia, rnultitud de cráneos aparecían a la vista, mientras que, junto a la pared, una enorme pila con el resto de miembros cubría una amplia zona del recinto.

El mayor número de restos fue hallado en la plaza de Llerena, junto a la iglesia, y ya entonces empezó a sorprender el enorme yacimiento que se había encontrado. Sin embargo, y cuando en el interior de la torre de la iglesia (en otro tiempo minarete de mezquita) se descubría un vano que ocultaba una antigua escalera, el hallazgo adquirió un matiz más relevante, que dio paso a las especulaciones y a la posibilidad de que aquellos esqueletos correspondieran a personas que habían sido tapiadas mientras vivían.

Llerena y la Inquisición

El descubrimiento de este ingente osario y las posibles muertes violentas de los cadáveres encontrados parece entroncarse con la Inquisición, que en Llerena tuvo importante sede, y en cuya plaza, del siglo XVI, de deliciosa arquitectura, se celebraban autos de fe. A uno de sus laterales mira la puerta principal de la iglesia de la Granada, cuyo interior nadie sabe desde cuándo ha sido nicho de los cuerpos sin vida.

El párroco de la iglesia no quiere oír hablar de muertes violentas, y para él todo esto ha sido llevado demasiado lejos sin justificación, estimando natural el hallazgo y asombrándose de que las gentes comiencen con vanas especulaciones. El alcalde, señor Vázquez Alvarez, de UCD, considera que no hay que tratar de restar importancia al hecho; para él está claro que en muchas de las calaveras encontradas la huella de una muerte violenta está presente, sin entrar ni salir en que haya sido o no la Inquisición. Incluso nos muestran la fotografía de un objeto, presumiblemente de tortura, que fue hallado rodeando el cuello de un esqueleto. Hallazgos de otro tipo y de época muy reciente se están encargando de enmarañar aún más todo esto.

La labor del descubrimiento del hueco continúa, y de él se siguen extrayendo muchos restos. Los antropólogos catalanes distinguen en ellos varios tipos que corresponden a épocas diferentes, aunque no se aventuran a aportar dato alguno hasta que los análisis revelen la época de los cuerpos.
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Extraído de El País

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Llerena

FRANCISCO UMBRAL 10/07/1979

Llerena está hoy aquí, Llerena somos todos, Llerena de empalados y desenterrados, leva de muertos, remolino ascendente, espiral de esqueletos hacia el campanario, visión como de un Greco que ha visto a Valdés Leal.Porque la actualidad nos trae al mismo tiempo la letra con su estampa, el documento episcopal contra el aborto / píldora / divorcio y la lámina de Llerena, estampada en carroña por los siglos. No entro ahora -como anda la prensa- en si los esqueletos y momias de Llerena son víctimas de la Inquisición (y entre ellas hay un gato, querube inverso de la brujería), pero digo que el documento episcopal, la mitrada prosa, la negra negativa de la Iglesia española (y supongo que romana) es un Llerena, una Llerena más actual y grave, es una tenue y férrea inquisición, bien respondida, glosada (negativamente) y desencapuchada por los editorialistas dominicales de este periódico, Eso es lo que digo.

La letra con su estampa, por si alguien no lee letra menuda. El párroco de Llerena se defiende, defiende a sus momificados feligreses, incardinándose en una culpa retroactiva que a lo mejor ni siquiera existe. Pero nada mejor que ese Tápies involuntario de los muertos, ese Millares henchido por el tiempo, ese aguafuerte extremeño de Llerena para ilustrar, siquiera sea como alegoría (género muy utilizado por la Iglesia), la sutil inquisición que quiere hacérsenos, dando por supuesto que la mayoría católica española (eso que Arangurén llama certeramente cristianismo sociológico) debe imponerse celestialmente, infernalmente, a las inmensas minorías juatirramonianas y agnósticas. ¿Por qué?

Llerena está entre nosotros, Llerena somos nosotros, Llerena es toda España, menos Llerena, quizá, el pueblecito de Badajoz donde se ha descubierto ahora una falsa y posible apoteosis de enterramientos en sagrado, y nada más, que estudian ya los sabios catalanes (no se olviden del gato, por favor).

El gran emparedamiento, la Llerena de letras que pretende momificarnos en papel de barba, es ese nuevo documento episcopal, llámese como se llame, esa pira arzobispal, tea teológica, que no se limita a orientar a sus fieles (como le señala este periódico), sino que distribuye entre la sociedad y los mass / media, entre la juventud y el personal, sus conceptos de lo bueno y lo malo, entrando hasta la ciencia, que nunca se ha visto un Papa besando el suelo de un laboratorio, como besan, con edificante humildad televisiva, las tierras más infecundas de la Tierra, o los firmes hormigones del industrialismo. ¿Y si entre los emparedados de Llerena estuviera Miguel Servet, con cara de judío enteradísimo, o Galileo, humilde, terco y asustado?

Ya que los muertos de Llerena se han desenterrado a sí mismos, no vamos a desenterrar los muertos de la reciente Historia, o los Caídos (que me escribe Juan de Avalos diciendo que el Valle se hizo por desconcierto y patriotismo, vale). Pero Jesús Quintero ha estado en Cuenca, en la primera misa de media docena de misacantanos, que más no da la mucha mies de siempre, ordenados todos por monseñor Guerra Campos, y Quintero le ha grabado a Guerra unas bellas proclamas de integrismo, de inquisición conquense, que hacen palidecer, una vez más, los colores abstractos, matinales, del Museo de Saura, recientemente injuriado por la mano inocente de la llama.

No ya el anticlericalismo viejo, comecuras, de galvanizar ahora los dudosos muertos de Llerena, pero sí la estampación de muertos hecha por la prensa como manera de decir, pronto y seguido, que un Llerena más grave, más urgente, es la tupida insistencia arzobispal en gobernar España desde Cuenca, Toledo, desde Madrid o desde el cielo. Hay dos Españas, cuando menos, y no todas católicas, ni hablar, y un día, siglos adelante, podemos aparecer los españoles, fósiles de Llerena o del Skylab, emparedados del siglo XX, tan antiguo, en la argamasa clerical y eterna de un documento que nos momifica, que nos deja sin vida personal, sexual, relacional. Un holocausto. Con Llerena hemos topado.
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Extraído de El País

Mis fotos de Zafra y otros asuntos.

Las fotos que expongo, las hice ayer con el móvil. Como cada año, fui a Zafra a visitar su conocida feria del ganado. Sigue tan grande y tan espectacular como siempre. Pero yo terminé paseando, en muy buena compañía, por el casco histórico de la ciudad en plan turista, con fotos y todo. Toda la gente estaba en el recinto ferial, así que el centro del pueblo estaba tranquilo. Anduvimos por las calles que circundan el parador turístico, es decir, la antigua fortificación de los duques de Feria, donde tomamos la mayoría de las fotos y donde conversamos sobre la historia del monumento. El recinto está totalmente restaurado y muy bien cuidado.
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Asimismo, visité la Plaza Chica y la Plaza Grande, donde se encuentra el restaurante en el que comimos, el hostal Las Palmeras. El local está instalado en una antigua casa de estilo mudéjar, al fondo del lugar. Nuestra mesa, en la zona de no fumadores, se encontraba en un patio porticado muy bien cuidado, que merece la pena ver. La comida y el servicio fueron excelentes.
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En este post expongo algunas de las imágenes que tomé del parador turístico y de un pilar de abrevadero que se conserva cerca de la fortaleza. Me pareció interesante fotografiarlo porque en mi pueblo, Llerena, la administración pública no cree interesante conservar ni las norias, ni los pilares, ni las fuentes que abastecían la ciudad. Se han destruido, que yo recuerde, la noria que se encontraba detrás del parque de la Constitución; el pilar que estaba al comienzo del camino de La Albuera; la fuente situada donde hoy está la tienda de muebles de los Zapata; la fuente de la Plazuela del Peso; detrás del Arco Montemolín; una fuente o pilar, no recuerdo bien, que estaba en el paseo de San Antón; un pilar cercano a “los pisos coloraos”, en el barrio del Pilar; etc. Seguro que los llerenenses con más edad que yo recuerdan los nombres de cada uno de estos elementos y otros muchos más. Es una pena que un pueblo con tanta historia y tanto patrimonio como Llerena no valore su legado histórico. En mi opinión, un pilar, una fuente o una noria tienen tanto valor como un lienzo de muralla o como una fachada mudéjar. Forman parte de la micro historia de nuestro pueblo.
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Volviendo a Zafra, aquí expongo las fotos que tomé para que, aquellos que no son de aquí, se animen a visitar Extremadura y sus pueblos.
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El parador



Ya es otoño en Llerena

Ya es otoño. No es que me disguste el verano, pero prefiero el otoño. No hay nada comparable al olor a tierra mojada, ni a las caricias del viento fresco sobre la cara, ni a los charcos reflejando los tejados de mi Llerena. Me gusta pasear jugando a imaginar las figuras que se forman en las cambiantes siluetas de las nubes errantes. Sentir la melodía de la fina lluvia sobre los tejados de barro cocido. Percibir como las noches alargan sus horas venciendo a los debilitados rayos del sol. La naturaleza cambia la gama en su paleta de color. Suelta los tonos cálidos para estrenar, como cada año, sus pigmentos grises y amarillos melancólicos. Pinta las huérfanas hojas caídas, el viento veloz, el agua fina y las nubes algodonadas. Los riachuelos salen de sus escondites y corren con fuerza hacia ningún sitio. No importa el destino. Sólo corren porque es otoño, nada más. Otoño, por fin es otoño.

Llerena después de su conquista

Llerena fue arrebatada al pueblo musulmán en los años cuarenta del siglo XIII. El ejército santiaguista que obró la empresa estaba encabezado por el maestre Pelayo Pérez Correa. El pueblo, ya en manos cristianas, fue entregado para su defensa y repoblación a la Orden de Santiago. Los Maestres le otorgaron una serie de fueros en 1297, y crearon la costumbre de tomar Llerena como residencia temporal. Por lo tanto, se pueden registrar en las fuentes una serie de personajes notorios que tuvieron en nuestro pueblo su residencia. Destacan el infante don Fadrique (1342-1358), hermanastro del rey Pedro I de Castilla; don Pedro Fernández Cabeza de Vaca (1382-1387); don Enrique García Fernández de Villagarcía (1385-1387); don Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409), maestre de la Orden de Santiago, enterrado en la iglesia de Nuestra Señora de la Granada; y, por último, don Alonso de Cárdenas (1480-1493).

El hecho de ser residencia frecuente de los Maestres de la Orden de Santiago, favoreció que Llerena, en el siglo XV, llegara a ser la capital del Priorato de San Marcos de León. Por ende, desplazó a Reina como centro más importante de este territorio. Pasó a ser, por lo tanto, el centro administrativo más relevante de la provincia de León, adquiriendo además la sede de la Mesa Maestral de la Orden. Asimismo, percibió el gobierno de más de treinta pueblos que dependían del Prior de la Orden de San Marcos de León.
En 1340, el rey Alfonso XI de Castilla presidió en Llerena las Cortes. Años después, en 1383 llegan a este pueblo todos los Comendadores para celebrar el Capítulo General de la Orden de Santiago, presidido por Pedro Fernández Cabeza de Vaca. Y, posteriormente, Lorenzo Suárez de Figueroa recibió autorización para que se pudieran celebrar las ferias de San Mateo el 21 de septiembre. Además, realizó modificaciones en la iglesia de Ntra. Sra. de la Granada, construyendo la capilla de la Trinidad o los bastimentos, y finalizó las obras de la Casa Maestral y del convento de Santa Elena.

Don Enrique García Fernández fue el Primer Señor de Villagarcía, donde se hizo construir el castillo que aún se conserva. Desempeñó su cargo entre los años 1385 y 1387. Fue partidario de los Trastámara, por lo que sirvió a Enrique II y a su hijo Juan I. Como premio a su lealtad que mantuvo a su padre, el rey Juan I le hizo merced en 1386 del Señorío de Villagarcía. Por otro lado, en su relación con Llerena destaca que pasó a ser el patrono de la capilla mayor de la iglesia de Santa María, donde sería enterrado a su muerte.

Por otro lado, Alonso de Cárdenas prestó sus servicios a los Reyes Católicos en la Guerra de Sucesión Castellana, donde tuvo a sus órdenes a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. En Llerena, construyó la iglesia de Santiago en el solar donde antes se hallaba la ermita de San Pedro. Asimismo, dotó al recinto amurallado de algunas de las puertas más importantes de la ciudad. Don Alonso murió en 1493 y fue enterrado en su sepulcro de la Iglesia de Santiago.

En lo que respecta a la sociedad llerenense del siglo XV, cabe destacar que fue uno de los territorios que precisó de la repoblación foránea. Se introdujeron familias de las zonas leonesas, cántabras y vascas. Igualmente, dentro de la propia ciudad se formó una importante colonia de seiscientas familias judías, situada en los alrededores de la Fuente Pellejera y de la sinagoga, que posteriormente pasó a ser la ermita de Santa Catalina. La comunidad judía contribuyó, en cierta medida, a que la población prosperase tanto desde el punto de vista económico como cultural. Con la firma del decreto de expulsión en 1492, permanecerán sólo ciento veinticinco familias judías, que pasaron a ser judeoconversas.

A la gente cristiana y judía que poblaba la ciudad, hay que sumarle las familias musulmanas que permanecieron en estos territorios. Por lo tanto, encontramos en Llerena un reflejo de la sociedad que se podía observar en el resto de la Península Ibérica. La sociedad era un crisol de diferentes culturas, entre las que destacaban por su número la cristiana, la musulmana y la judía.

En 1490, con la conclusión del Capítulo General de la Orden de Santiago, que había convocado el último maestre en Uclés, esta institución pasaría a manos de la monarquía.

Breves apuntes sobre Pelayo Pérez Correa y la conquista de Llerena.

Hay poca información y poco escrito sobre la Ellerina musulmana y sobre la conquista, y no reconquista como algunos siguen queriendo llamar, de Llerena. Según parece, el nacimiento de este núcleo poblacional tuvo lugar en los alrededores de la Fuente Pellejera, ubicada actualmente en la Plaza de la Fuente, aunque no está nada claro. También parece identificarse restos de construcción de la época andalusí en algunos lienzos de la muralla y en el interior de la torre de la iglesia de Ntra. Sra. de la Granada, donde se pudo encontrar la mezquita. No debemos olvidar que los lugares santos son siempre sagrados, independientemente de la religión que cada cultura profese. Se me ocurre poner el ejemplo de la iglesia de El Salvador, en Sevilla. Los arqueólogos han podido constatar allí la ubicación anterior de una mezquita y, por debajo de ésta, un templo romano. Algo parecido pudo ocurrir en Llerena, se pudo construir la iglesia encima de la antigua mezquita musulmana. De este modo, no sólo se reutilizaron los viejos cimientos del edificio islámico, sino que se mantuvo el lugar sagrado del poblado y se demostró el poderío de la nueva religión imperante, construyendo su templo sobre el de la cultura dominada.

En el siglo XIII, los cristianos se encontraban inmersos en la conquista de la zona del sur de Extremadura. Así, a Llerena le llego su turno en los años cuarenta de este mismo siglo, cuando Pelayo Pérez Correa, un maestre de la Orden de Santiago, tomó la población al frente de un ejército cristiano de su Orden. Fernando III de Castilla, según cuentan las fuentes, le había confiado a este personaje la reconquista de toda la Sierra Morena.

Paio Peres Correia, nombre portugués de Pelayo Pérez Correa, nació en 1205 en el seno de una noble familia, en Monte de Fralàes en Portugal. Sus orígenes como guerrero conquistador los encontramos en Alcácer do Sal en 1228, donde participó en la toma del Alentejo. Fue, por ejemplo, el artífice de la captura de Mértola. En los años siguientes siguió esta labor descendiendo hasta Ayamonte, practicando así una escisión en las posesiones musulmanas del sur.

Pelayo Pérez alcanzó el rango de Gran Maestre de la Orden de Santiago en Mérida en 1242, cuando sucedió a Rodrigo Yáñez. Fue entonces cuando pasó a estar al servicio de Fernando III de Castilla y de su hijo, el futuro Alfonso X el Sabio. Sus próximas correrías tuvieron lugar en la zona levantina, ocupando poblaciones como Chinchilla de Monte-Aragón en 1242, o Cartagena, Lorca y Mula en los años siguientes. Posteriormente, fue destinado a la zona de Sierra Morena, donde controlaría plazas como la alcazaba de Regina, desde donde controlaría toda la zona que después se denominaría Campiña de Llerena. No obstante, uno de los mayores logros de su carrera militar fue la toma de Sevilla, una de las plazas fuertes de control islámico.

El Maestre Pelayo falleció en 1275 en Tentudía, en el monasterio que él mismo había fundado y que fue la encomienda mayor de la Orden de Santiago. Su cargo como maestre fue ocupado por Gonzalo Ruiz Girón. Mucho tiempo después, en el siglo XVIII, sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de Santa María del Castillo en Tavira (Portugal). Sin embargo, otras fuentes indican que sus restos mortales se encuentran aún en el Monasterio de Santa María de Tentudía, en la localidad Calera de León (Badajoz).

Por otro lado, Llerena comenzó a tener un papel más importante a partir de su conquista cristiana en el siglo XIII. En este aspecto no coinciden todos los investigadores. Unos opinan que en realidad no tuvo tanto protagonismo, y otros que fue una plaza importante para la conquista cristiana de toda su zona limítrofe. Fue Pelayo Pérez Correa quien, desde la alcazaba de Reina, comenzó a organizar la administración militar y civil de toda la comarca. Asimismo, fue uno de los encargados de impulsar la creación de la Provincia de León, de la Orden de Santiago en Extremadura. En este aspecto, se puede afirmar que fue Llerena la población cabecera durante varios siglos. Pero este aspecto lo trataré, con más detenimiento, en próximas publicaciones en el blog.