Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano. Trajano y Adriano fueron dos de los emperad...

Los monos compensan con amistad a quienes les imitan.

Los monos capuchinos a menudo compensan a quienes les imitan con amistad, aseguran unos investigadores americanos en la revista 'Science'.

Al realizar varios experimentos con capuchinos, una especie de mono muy sociable, los investigadores descubrieron que los animales preferían a los humanos que imitaban sus acciones de forma inmediata antes que a aquellos que realizaban acciones similares pero no simultáneamente.

El equipo dirigido por Annika Paukner descubrió que los monos miraban más tiempo a sus imitadores humanos, pasaban más tiempo cerca de ellos y también interactuaban más con ellos en un intercambio de objetos por comida en comparación a cómo respondían ante humanos que no los estaban imitando de forma directa.

A través de una serie de pruebas de seguimiento, los investigadores también confirmaron que era el acto humano de imitación lo que conseguía el afecto de los capuchinos y no simplemente la mayor familiaridad o atención percibida por los monos.

El director del Instituto Eunice Kennedy para la Salud Infantil y el Desarrollo Humano (NICHD), Duane Alexander, dice que esa tendencia de los monos capuchinos es igual a la de los seres humanos que prefieren el comportamiento de otras personas que sutilmente repiten sus gestos. "Observar la forma en que la imitación promueve la amistad en los primates podría ayudar a conocer problemas de imitación y relación social de las personas, como algunas formas de autismo", señaló.

Los seres humanos con frecuencia adoptan las poses y gestos de las personas que conocen de forma inconsciente. Además, la gente que no sabe que son objeto de imitación generalmente siente afecto y empatía por quienes les imitan y, según señalan los investigadores, esa imitación sería la base que lleva a los seres humanos a formar grupos sociales permanentes.
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Extraído de El Mundo

El mono que salió del agua.

Una teoría sostiene que un pasado acuático de los homínidos explicaría nuestras diferencias con los mamíferos terrestres.
Es un hecho aceptado que el hombre desciende del mono, o de forma más rigurosa, que ambos descienden de ancestros comunes. Según la teoría de la sabana, algunos de ellos bajaron de los árboles en los bosques de África y comenzaron su vida allí, pero hay varias preguntas que todavía quedan en el aire. ¿Por qué la manifestación visible de los genes de un ser humano es tan diferente a la de los chimpancés, a pesar de que los expertos siempre subrayan la similitud de los genomas? ¿Por qué somos bípedos cuando los monos caminan sobre cuatro patas? ¿Por qué carecemos de pelo si ellos son peludos?

A esas preguntas y muchas otras responde otra teoría, la del simio acuático, que defiende que cuando nuestros ancestros se mudaron a la sabana ya no eran monos, pues carecían de pelo corporal y caminaban erguidos. Esas características, entre otras, se desarrollaron mucho antes en entornos semiacuáticos, cuando las líneas evolutivas se separaron por primera vez. Según los defensores de esta teoría, sólo hay que fijarse en los demás mamíferos terrestres, ya que todos caminan sobre cuatro patas y están cubiertos de pelo. Y así no somos nosotros.

Entonces, ¿qué pudo ocurrir? "El azar y la selección natural son los responsables de que seamos como somos", afirma Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca. Pero si dejamos el azar de lado y nos basamos en las teorías acuáticas, la mayor parte de las características humanas y nuestra fisonomía se parecen más a las de los mamíferos acuáticos que a las de los terrestres, dice este grupo de teóricos.

Su explicación es que alguna rama de nuestros ancestros vivió en un entorno semiacuático durante un largo periodo. Los fósiles encontrados hasta la fecha no contradicen este pensamiento. Además, sostienen, hay un periodo de unos cinco millones de años en los que no existen evidencias fósiles que demuestren el paso del mono al hombre.

Visión de la biología marina.

La teoría del mono acuático comenzó en 1960, cuando el biólogo marino británico Alister Hardy publicó un artículo en la revista New Scientist titulado ¿Fue el hombre más acuático en el pasado?, con el subtítulo de ¿Fue en el mar donde el hombre aprendió a caminar erguido?. En él ampliaba la hipótesis que planteara él mismo durante la década de 1930 tras leer un libro de Wood Jones llamado El lugar del hombre entre los mamíferos, en el que el autor se preguntaba por qué la grasa humana está pegada a la piel, algo que no ocurre en el resto de mamíferos.

Su teoría no tuvo mucho interés en la época y tuvo que ser Elaine Morgan, una escritora y guionista galesa, hoy octogenaria, la que tomara el relevo y luchara mediante libros, conferencias y charlas por defender la viabilidad de la teoría. Morgan afirma que carecemos de pelo corporal porque el resto de mamíferos que no lo tienen son, sobre todo, acuáticos. Pero, ¿qué pasa, por ejemplo, con los elefantes? "Se sabe que los ancestros de los elefantes fueron acuáticos", afirma Morgan. Añade que, como los rinocerontes, aprovechan cualquier oportunidad para meterse en el agua o en el barro.

Según la autora, sólo los mamíferos que habitan en las aguas o bajo tierra carecen de pelo. La explicación más común es que el ser humano no tiene pelo para evitar el sobrecalentamiento en la sabana o para facilitar la labor climatizadora del sudor, pero los defensores de la teoría del simio acuático rechazan esto porque ningún animal, ni siquiera el camello, ha perdido su pelo. La conclusión sería que, mientras el pelo es el mejor aislante para los mamíferos terrestres, el mejor aislante en el agua es una capa de grasabajo la piel, como ocurre con nuestro cuerpo. Además, sostiene que la explicación a nuestra forma de caminar se encuentra también en el agua: "Sólo hay una situación en el mundo de los simios en la que caminan sobre dos patas, y es cuando están en el agua", afirma. De hecho, los monos caminan erguidos cuando atraviesan ríos o lagunas.

En opinión de Morgan, "es un hecho que casi todos los fósiles de homínidos encontrados en la sabana compartían lugar con elementos como esqueletos de peces, huevos de tortuga o pinzas de cangrejos". "Es bien sabido que sólo los animales que fallecían en el agua se fosilizaban, ya que tenían que enterrarse en el barro para que ocurriera", añade Morgan. Y concluye: "Cerca del 98% de los restos de homínidos estaban enterrados en cieno. Es cierto que eso no prueba per se que todos vivieran cerca del agua, pero tampoco prueba lo contrario".

La teoría menciona también que la capacidad de hablar es resultado del control consciente de la respiración, un dominio que también se da entre los mamíferos acuáticos, y que el diseño de nuestro cuerpo es ideal para facilitar la movilidad en el agua.

"Es una teoría muy exótica y científicamente cuestionable. Es difícil de demostrar porque tenemos restos que cubren un periodo de 60 millones de años que la contradicen", afirma Carbonell. "Es normal que haya estructuras evolutivas convergentes porque hay adaptaciones ubicuas, pero sólo podría demostrarse si se encontrara un fósil con aletas", bromea.

Por su parte, Marcial de la Cruz, uno de los responsables de la Asociación Paleontológica Murciana, se une a la opinión de Carbonell. "La aceptación es muy baja y no está generalizada; es una teoría más, pero no es verificable ni muy creíble".

"Un tema para la hora del té".

Otro experto consultado por Público es Emiliano Bruner, investigador de paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y vicesecretario del Instituto Italiano de Antropología. Él también se une al coro de opiniones discordantes. "Es un tema que no forma parte de los debates generales", aduce. "No se puede discutir por falta de evidencias, ahora sólo es un tema de conversación de la hora del té", agrega.

En opinión de Bruner, la teoría de la sabana sigue teniendo sus evidencias, porque probablemente vengamos de monos que ya eran bípedos y que se agarraban a los árboles con los brazos. Luego, "debido quizá a un cambio en el clima, se modificó la vegetación, bajó la densidad de los árboles, pero el mono continuó caminando verticalmente cambiando sus proporciones corpóreas y potenciando su locomoción a medida que se alteraba el entorno". Y de todo ello hay pruebas en los fósiles, dice Bruner.

La propia Elaine Morgan admite que la teoría del simio acuático gusta, pero que nadie la cree. "Desconozco por qué no cuenta con apoyos; la teoría es 100% darwinista, complementa y completa la de Darwin, respondiendo preguntas para las que no había respuesta". "Pero la tratan como que no se la debe considerar, como ocurre con los fantasmas o los marcianos", se lamenta.

Pese a todo, Morgan no está sola en su defensa de la teoría del mono acuático. Cuenta con el apoyo de reconocidos científicos y divulgadores, como el filósofo evolutivo estadounidense Dan Dennett, o David Attenborough, naturalista británico galardonado con el premio Príncipe de Asturias. Attenborough realizó para la BBC una serie de documentales sobre esta teoría, donde se aportaban datos como nuestra necesidad de ciertos ácidos grasos esenciales sólo presentes en el mar, o las migraciones acuáticas atribuidas a los homínidos de hace un millón de años, o los indicios que apuntan a que el parto en el agua es una primitiva adaptación humana. Pero para la mayoría de los científicos, harán falta más pruebas.
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Extraído de Público

Los humanos nunca anduvieron sobre las cuatro patas.

Los humanos no evolucionaron de un antepasado que andaba sobre los nudillos en la tierra, sino que esa forma de moverse evolucionó de forma independiente en varios simios africanos y, en nuestro caso, los ancestros de nuestra rama evolutiva vivían en los árboles.

A esta conclusión ha llegado un equipo de investigadores británicos, de la Universidad de Duke, después de estudiar los huesos de la muñeca y la mano de casi 250 primates. Su trabajo ofrece una nueva teoría a la polémica en torno a cómo surgió el bipedalismo, un debate que surgió en tiempos de Charles Darwin y no ha acabado.

En definitiva, se trata de dos posturas encontradas: los que creen que el antepasado 'prehumano' fue un simio que caminaba con los nudillos en la tierra, como los simios africanos (con quienes tendríamos un ancestro común) y otros son quienes apuestan porque el primer caminante sobre dos piernas escalaba los árboles. Esta conexión es la que los científicos, dirigios por Tracy Kivell, han investigadado en los huesos de fósiles, primates y humanos modernos.

Para ello, Kivell comenzó comparando los huesos de la muñeca de más de 104 chimpancés y 43 bonobos juveniles y adultos, que son los más cercanos a nuestra especie, con los de 91 gorilas.

La investigadora observó que dos de las características asociadas con los desplazamientos apoyando los nudillos sólo estaban presentes en el 6% de los gorilas, pero si existían en el 96% de los chimpancés adultos y el 76% de los bonobos, como publican esta semana en la revista 'Proceedings of National Academy of Science (PNAS)'.

Conclusión: los gorilas tienen una forma de moverse apoyando los nudillos muy diferente a la de nuestros parientes. Andan a trancos con sus brazos, con las muñecas extendidas, de forma muy parecida a como caminan los elefantes. Sin embargo, chimpancés y bonobos lo hacen de forma más flexible, doblando las muñecas.

"La respuesta a estas diferencias es que los chimpancés pasan mucho más tiempo en los árboles, y por tanto necesitan más estabilidad para mantenerse en las ramas. Sin embargo los gorilas están más en la tierra, y tener unas muñecas más rígidas es más apropiado para estos desplazamientos. En ambos casos, ambas especies pasan el 85% de su tiempo caminando de este modo, pero en lugares distintos", afirma Kivell.

La antropóloga, que firma el trabajo con su colega Daniel Schmitt, de la Universidad de Durham, sugiere que hubo evolución independiente en los estilos de caminar en dos linajes de primates africanos.

Huesos de la muñeca.

Algunos científicos señalan que algunas características de la anatomía humana son vestigios de cuando caminábamos apoyándonos sobre los nudillos. Una de ellas podría ser la fusión de dos huesos de la muñeca que caracteriza a nuestra especie y que compartimos con ciertos simios. Esa particularidad anatómica nos podría haber dado más estabilidad.

El trabajo apoya la idea de que las características de la mano y la muñeca de fósiles humanos y que se han considerado típicas de un caminante con nudillos sobre la tierra, en realidad se corresponden con una especie arbórea, es decir un antepasado que caminaba por las ramas, se bajó al suelo y comenzó a andar verticalmente.

Hasta ahora no se han encontrado fósiles de ese momento de transición, que ocurrió hace unos siete millones de años. Tan sólo se conocen las famosas huellas de Laetoli, en Tanzania, de hace 3,7 millones de años, cuando nuestros ancestros ya eran bípedos.

Extraído de El Mundo

Una mirada diferente... y literal.

El primer vistazo no nos aporta nada más allá de esas siluetas de continentes, mares y montañas que aprendimos de niños. Los ojos caerán entonces en la 'trampa' de todo mapa, el buscar algún lugar conocido, nuestra propia ciudad o quizá, el lugar al que siempre soñamos ir.

Y será ahí cuando notemos que todo es igual pero diferente, que cada elemento está donde debe estar excepto... ¡sus nombres! Algunos resultan sospechosamente parecidos a los reales pero serán mayoría los que nos causen extrañeza.

Sin embargo, no hay fallo. De hecho, es el encanto de un viaje fascinante, sobre el papel o sobre la misma realidad, si uno se contagia del espíritu del pliego y se decide a ver todo con otros ojos. Ése el objetivo del 'Atlas de los Nombres Verdaderos', un mapa en apariencia como otro cualquiera que, no obstante, recurre a la etimología de cada topónimo para aludir a las ciudades, países o accidentes geográficos que refleja.

De otros tiempos.

Así, pasada la confusión inicial hallamos una perspectiva curiosa, diferente y evocadora de otro tiempo, acaso miles de años. Épocas en la que los mapas, aún por hacer, eran terreno yermo que colonizar con nombres sacados de la mitología, del carácter de sus pobladores o sobre todo, de la observación directa del terreno. Alusiones que han evolucionado hasta el día de hoy, cuando rara vez se quiere buscar el por qué de las cosas.

Nace así otra Europa u otro planeta –las dos versiones del 'Atlas'- en la que, por poner algunos ejemplos, España es 'Tierra de Conejos'; México D.F. es la 'Ciudad del Ombligo de la Luna'; el Sáhara es 'Mar de Arena'; Viena, 'Arroyo del Bosque'; o Islandia, 'Tierra del Hielo'. Puede que alguna referencia no sea del todo exacta aunque para aclarar su origen, al reverso del mapa aparecen listados todos los nombres usados y sus 'equivalencias', a veces difícilmente traducibles.

Una 'Tierra Media' real.

Habrá que perdonar de antemano los posibles errores. La intención no es la de ser un compendio científico sino la de aprender a observar, a jugar de alguna manera a encontrar las referencias propuestas y su equivalente en la realidad y como consecuencia de todo ello, a despertar la curiosidad.

O como se indica desde la misma introducción del 'Atlas', a descubrir que 'La Seca' (La Tierra) posee una riqueza nominal que la equipara sin ningún tipo de complejo con ese otro mundo ficticio que es el de la Tierra Media de Tolkien, pariente cercano de la idea. Y es que la realidad, una vez más, supera a la ficción.
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'Atlas de los Nombres Verdaderos', editado por
Kalimedia, se puede conseguir, en sus dos versiones –Europa y Mundo-, a través de su página web.

Extraído de El Mundo

Aparece el vestigio de actividad humana más antiguo de Sevilla.

Las excavaciones que se están desarrollando en el Patio de Banderas han posibilitado un descubrimiento inesperado: los vestigios de actividad humana en Sevilla más antiguos que se conocen hasta la fecha. Se trata de un fondo de cocina u horno que data del siglo VIII a. C., en los últimos años del Bronce Final, el momento en el que los historiadores y los arqueólogos datan el origen de la capital andaluza.

Sorprendente ha sido también la aparición de los restos de un gran edificio romano de la época tardorrepublicana, de la que, hasta hoy, apenas se habían documentado vestigios arqueológicos de importancia.

Estos dos hallazgos de importancia se suman a los restos ya anunciado en los meses anteriores que, como indica el director de las excavaciones, Miguel Ángel Tabales, permiten hacer un recorrido por la historia de la ciudad desde sus orígenes hasta el siglo XI, ya con el dominio musulmán en pleno apogeo.

Aunque ya se habían encontrado con anterioridad algunos restos cerámicos del siglo VIII a. C. en el mismo Alcázar o en San Isidoro, no se tenía constancia arqueológica de actividad humana en esta época. Por esto el descubrimiento de esta cocina ha provocado el entusiasmo tanto del conservador como del alcaide del Real Alcázar, Antonio Balón y Antonio Rodríguez Galindo, respectivamente, quienes, incluso, se plantean la posibilidad de ampliar unas excavaciones a las que aún le quedan dos meses y en la que se han invertido 350.000 euros.

Sobre el lecho de cenizas de la cocina, aparecido en la banda más septentrional de la lámina de albero del Patio de Banderas a cinco metros de profundidad (cota 7,5 metros sobre el nivel del mar), se han encontrado numerosos trozos de grandes dimensiones de platos cerámicos de retícula bruñida, la más común en el periodo. "Aunque por estas fechas ya se está iniciando el contacto entre los pueblos indígenas y los comerciantes fenicios, la cerámica es marcadamente local, aún sin influencias orientalizantes. Todavía queda un siglo para que se forme lo que conocemos como Tartessos", afirma un también eufórico Tabales. Durante el siglo VIII a. C. Sevilla todavía está a las orillas del mar y esta cocina "tuvo que ser comunal, rodeada de cabañas de planta circular. Los restos nos indican que en ella se guisó y comió", continúa el director de las excavaciones.

Pese a ser un descubrimiento menos mediático, los arqueólogos también están más que satisfechos con los restos de un inmueble romano del siglo I. a. C, a finales de la era republicana. "Se habían encontrado algunos vestigios pero no de esta importancia. En Sevilla, todo lo que sea anterior al siglo II es importante", dijo Tabales. Se trata de unos muros de "gran potencia" que llegan en algunos tramos a alcanzar los tres metros de altura y que están realizados con la técnica opus africanus, una forma constructiva muy antigua que se abandonó posteriormente y que como característica más llamativa destaca la utilización de grandes sillares en disposición vertical. "Esta técnica fue copiada del mundo púnico", asegura Tabales, quien también indica que, probablemente, el edificio descubierto podría servir de almacenes para la actividad del puerto de Sevilla.

Las excavaciones también han detectado una intervención sobre el inmueble republicano ya en el siglo I de nuestra era. "Esta transformación a base de paredes de ladrillos reutiliza algunos muros previos a modo de cimientos pero anula otros" y, en general, se observa que se le dio al inmueble mayor prestancia, como indican los restos de estuco, mármoles y teselas procedentes de mosaicos dispuestos en su interior.

Finalmente, según desvela la excavación, a inicios del siglo IV los almacenes fueron destruidos para sustituirlos por otras construcciones que estarían relacionadas con el supuesto baptisterio paleocristiano excavado por Manuel Bendala en los años 70 y que, según parece, estaría relacionado con la basílica de San Vicente Mártir, uno de los primeros templos cristianos de la ciudad junto a los de Santa Jerusalén y Santas Justas y Rufina. Precisamente, la posible aparición de esta basílica era uno de los principales atractivos de las excavaciones iniciadas el pasado 16 de febrero. Aunque todavía no se puede concluir nada al respecto, Tabales se muestra "cada vez más convencido de que el templo se encuentra aquí", por los indicios que van apareciendo. Eso sí, Tabales pide cautela, "hay especialistas que ponen en cuestión los hallazgos de Bendala. Hasta que no aparezcan enterramientos propios de un templo cristiano no se puede asegurar nada".

Casi novelesca es la destrucción de este posible templo por los Vándalos en 426 y la aparición de un tesorillo de 30 monedas con un crismón del obispo Marciano que alguien intentó ocultar del saqueo de los bárbaros y que, "evidentemente, nunca volvió a por él", asevera el arqueólogo. Se constata sobre este inmueble otro edificio, probablemente visigodo, que pudo servir de templo y que estaría vinculado al baptisterio paleocristiano, una teoría todavía en estudio.

El resto de los hallazgos son de época árabe, con la construcción en el siglo XI de un arrabal que supondría la destrucción del templo cristiano y que fue mejorado en el siglo XII con un sistema de alcantarillado. La zona fue abandonada probablemente tras la conquista castellana, momento en el que se comienzan a detectar explanaciones del terreno que culminarían con la construcción del apeadero del Alcázar por Vermondo Resta a inicios del XVII.
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Extraído de Diario de Sevilla

La piedra del tesoro.

Para muchos podrían tratarse de simples garabatos en un piedra. Sin embargo, un grupo de arqueólogos de la Universidad de Zaragoza, capitaneados por Pilar Utrilla, han descubierto que lo que verdaderamente esconde esta roca es el mapa más antiguo de la Europa Occidental. Hace exactamente 13.660 años los habitantes de la cueva de Abauntz, localizada en Navarra, dibujaron en la roca lo que veían con sus propios ojos, y hoy tenemos ante nosotros una de las joyas de la arqueología, el mapa con mayor antigüedad.

Desenmarañar este conjunto de líneas, símbolos y dibujos no ha sido nada fácil. Este grupo de arqueólogos lleva más de quince años intentando descifrar su significado, dar una respuesta científica a estos trazos misteriosos. Por fin lo han conseguido.

La piedra fue descubierta en 1993 en la cueva navarra de Abauntz, donde han aparecido otras con grabados. El trabajo de este equipo de investigación se ha centrado prácticamente en los hallazgos de esta cueva. En los últimos años estos arqueólogos han publicado varios trabajos sobre la decoración de esas piedras.

Todo transcurría con total normalidad hasta que poco a poco se fueron dando cuenta de las dimensiones de su hallazgo. Tenían entre sus manos una de las piezas que marcarán la historia reciente de la arqueología española. No era un dibujo más, era un croquis en el que se plasmó casi fielmente, de forma exacta, un espacio geográfico.

«Un tesoro escondido».

En la piedra, probablemente tallada con un buril, aparece grabada la montaña situada enfrente de la cueva, la de San Gregorio, así como el río, sus afluentes y el llano, en el que diversos círculos quizás representaban zonas con agua encharcada en invierno, además de los animales que vivían en ese lugar.

Las dos caras de la piedra están llenas de líneas incisas y, aunque las que proyectan animales son fáciles de reconocer, el resto representan un universo de garabatos. La complicación es tal que los arqueólogos aragoneses llevan años fijando toda su atención en la piedra. En una de las caras de la roca están representados un ciervo y dos pequeños renos. Encima de ellas, una serie de líneas que ahora ya tienen explicación.

Según Utrilla, probablemente los habitantes de esa zona en la antigüedad dejaban los bloques grabados en la cueva para acordarse de dónde estaban situados los lugares. Sería para ellos «como un plano del tesoro». Sólo que entonces el tesoro no eran monedas ni joyas de oro. Los huevos de pájaro y las setas eran su particular fortuna.

Impacto social.

El hallazgo ya ha comenzado a dar que hablar en el viejo continente. La revista «Journal of Human Evolution», la más prestigiosa del sector, la que ha dado a conocer la mayor parte de los hallazgos de Atapuerca, ha sido la encargada de desvelar el secreto que guardaban entre sus manos estos arqueólogos.

Ahora, ellos mismos van a ser los que publiquen un libro contando sus investigaciones, los hallazgos que han realizado en esta cueva navarra y las principales conclusiones de sus muchos años de estudio.
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Extraído de ABC

Los gustos musicales de los chimpancés.

Los chimpancés prefieren la música melódica. Un equipo de científicos japoneses han investigado los gustos musicales de estos primates, y han descubierto que no sólo distinguen entre sonidos armónicos y disonantes, sino que prefieren los primeros por ser más agradables.

Sakura es el nombre de la protagonista de la historia, una hembra de chimpancé (Pan troglodytes) que al comienzo de la investigación apenas tenía 4 meses. Debido al rechazo de su madre siempre había vivido entre humanos en el zoológico de Itozu-no-Mori, en Fukuoka, Japón, pero a pesar del continuo trato con sus cuidadores nunca había escuchado música antes del experimento.

Tasuku Sugimoto y Kazuhide Hashiya, científicos de la Universidad Kyushu de Hakozaki y principales responsables de la investigación, colocaron una banda de tela en la muñeca de Sukura que iba conectada a un aparato de música, de forma que según la movía de una u otra manera, generaba una melodia armónica o disonante (esta última obtenida por modificación de la primera).

Tócala otra vez, Sakura.

Comprobaron que el animal movía más veces su brazo para volver a escuchar una música agradable, lo que demuestra una clara preferencia. Además, las pruebas se repitieron seis veces distintas, una por semana y con una duración de 20 minutos, obteniendo siempre el mismo tipo de resultado. "Rápidamente aprendió el mecanismo y movía la muñeca para obtener música armoniosa de mayor duración", afirma Hashiya. Los investigadores defienden su estudio a pesar de haberse valido de un sólo mono, porque aseguran que hay experimentos previos que indican este tipo de preferencias en bebés humanos. Y consideran muy importante el hecho de que Sakura no tuviera una experiencia musical anterior.

Si bien otros estudios en pájaros demuestran que pueden diferenciar entre ambos tipos de sonidos, no han mostrado tener una preferencia clara como es este caso.

Está claro que el ser humano no es el único capaz de apreciar la buena música, y que el origen, por tanto, se encuentra en un ancestro común, aseguran los científicos japoneses.
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Extraído de El Mundo