Consideraciones
finales
El festejo de los toros
durante la Edad Moderna constituyó el acto festivo más popular de todos los que
se celebraban. Consolidado como una costumbre irrenunciable en ciudades,
pueblos, villas y aldeas, no se
concebían unas fiestas sin una corrida de toros. Y cuando por diferentes
motivos las prohibiciones reales o señoriales de esos lugares, bien fueran por
motivos luctuosos, bien por reveses económicos o militares, la población de
estos lugares vivía la prohibición como un auténtico drama.
La
corona y la nobleza, sabedores que un pueblo bien alimentado y divertido era un
pueblo tranquilo, utilizaron la fiesta de los toros como un instrumento, tanto
para tener a sus vasallos entretenidos como para representar su poder ante la
comunidad.
Las corridas de toros,
aunque funcionaron como una válvula de escape que permitía aliviar las
tensiones acumuladas, también fueron un foco proclive de conflictos, que afectó
a las diferentes capas sociales que participaban en la fiesta como espectadores;
si bien, podemos decir quelas pendencias y los tumultos que se produjeron
durante su desarrollo fueron escasos y de baja intensidad.
En
la actualidad, la conflictividad que genera la fiesta de los toros se ha
trasladado a otros ámbitos relacionados con la política y los derechos de los
animales, por los que
la supervivencia de la “fiesta” en España se halla en un
debate con visos de prolongarse en el tiempo.
No te pierdas la primera parte de este artículo: Pan y toros (I)
Autor| Manuel Martínez Martínez
Imagen| Wikiart
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