Los liquidadores eran incentivados por
el gobierno soviético para realizar trabajos muy arriesgados en reactores
nucleares
“No
sé de qué hablar... ¿De la muerte o del amor? ¿O es lo mismo? ¿De qué? Nos
habíamos casado no hacía mucho. Aún íbamos por la calle agarrados de la mano,
hasta cuando íbamos de compras. Siempre juntos. Yo le decía: «Te quiero». Pero
aún no sabía cuánto le quería. Ni me lo imaginaba…”