Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano. Trajano y Adriano fueron dos de los emperad...

Crean el mapa de la Tierra más completo.

La Tierra tiene un nuevo mapa, y es el más completo realizado hasta ahora. Con 1,3 millones de imágenes que cubren el 99% de la superficie terrestre, el nuevo mapa digital se podrá descargar de forma gratuita en internet.

El proyecto es fruto de una colaboración entre la NASA y el ministerio de Industria japonés. Las fotografías han sido tomadas con la tecnología Aster por el satélite 'Terra', dedicado a misiones de monitorización y conocido por su papel clave en los estudios sobre proliferación de algas o erupciones volcánicas, según informa la BBC.

"Se trata del banco de datos digital sobre elevaciones y relieves más completo y global jamás realizado", dice Woody Turner, científico de la misión Aster de la NASA. "Será útil para una amplia gama de disciplinas que requieren información sobre elevaciones y terrenos".

Hasta ahora, el mapa topográfico más completo era otro de la NASA, que cubría un 80% de la superficie terrestre. Los resultados eran menos precisos, sin embargo, en ciertas áreas, como los desiertos.

"Los datos globales que proporcionará este mapa será muy útil para los investigadores de una amplia gama de disciplinas que necesitan información geográfica detallada", asegura Turner.
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Extraído de El Mundo

El rastro más antiguo de los camellos en Europa.

Un equipo de investigadores españoles ha descrito las primeras huellas fósiles (icnitas) de camello encontradas en Europa, en el yacimiento de La Hoya de la Sima, una antigua cantera localizada en la localidad murciana de Jumilla. Esta especie desconocida hasta ahora y muy similar al camello actual vivió en el Mioceno superior, hace unos 6 millones de años.

La investigación, apoyada por la Fundación Patrimonio Paleontológico de La Rioja, se ha realizado sobre un total de 191 icnitas, pertenecientes a un grupo de entre 10 y 15 individuos.

El estudio comparativo respecto a otras huellas similares demuestra su singularidad, al presentar características nuevas, como un mayor tamaño, contorno trapezoidal, ejes de las almohadillas de los dedos rectilíneos, continuidad de la parte delantera, separación amplia y no terminada en punta de los dedos o inexistencia de surco central, entre otras.

Gracias a la gran cantidad de icnitas y a su buen estado de conservación se han conseguido nuevos datos sobre el comportamiento de las manadas de camélidos y se han confirmado algunas hipótesis sobre sus costumbres gregarias, ya que el conjunto de rastros ofrece una imagen de lo que sería la actividad animal alrededor de la charca que ocupaba el centro de la cuenca durante un parte del Mioceno superior.

Las características y distribución de las huellas analizadas (rastros paralelos que giran a la vez en la misma dirección) corresponden a un grupo de animales que caminaban juntos por una especie de charca salobre. Las pisadas presentan la disposición típica de la forma de andar de los camellos, denominada "amblar", en la que las dos extremidades de cada lado del cuerpo se mueven al mismo tiempo. La dimensión de los pies y la longitud de los pasos denotan que eran individuos adultos de una talla similar entre sí.

En el yacimiento de La Hoya de la Sima se han encontrado también huellas de caballos, antílopes, osos y tigres de dientes de sable.

Variedad de hábitats.

La asociación de Hiparión (caballo de tres dedos), Tragoportax (antílope de tamaño mediano) y Paracamelus (camello) es indicativa de un hábitat abierto y hasta semiárido, mientras que la presencia de Agriotherium (oso) podría indicar la presencia de bosques en las cercanías. Los tigres de dientes de sable (Machairodus) tolerarían una amplia variedad de hábitats como ocurre con los grandes felinos actuales, y por tanto su presencia no aporta mucha información sobre el ambiente que circundaba la charca.

Sin embargo, la presencia del camello confirma con gran precisión la edad Ventiense (en alusión al yacimiento valenciano de Venta del Moro) de las icnitas, ya que este grupo de animales sólo habitó la Península Ibérica durante un breve (en términos geológicos) periodo de tiempo, hace alrededor de 6 millones de años.

La combinación de especies de mamíferos características de espacios abiertos y otras de bosque sugiere la presencia de una gran variedad de vegetación, donde los cursos de agua estarían flanqueados por bosques de ribera, dado que la composición del suelo no favorecería que arraigaran los árboles.

Los mamíferos herbívoros están mejor representados que los carnívoros, tanto en número de rastros individuales como en el número de especies. Además, la disposición en paralelo de muchos de los rastros de herbívoros muestra que estos animales se desplazaban en grupo, indicando un comportamiento gregario como en muchos ungulados actuales que habitan espacios abiertos.

Los rastros de carnívoros, en cambio, corresponden a individuos aislados, lo que no elimina la posibilidad de un comportamiento social en estas especies, pero demuestra que los individuos que dejaron sus huellas en al yacimiento se desplazaban en solitario.

Hasta el momento sólo se habían localizado pisadas similares (aunque pertenecientes a otro género y especie de camélido) en yacimientos de Texas, Arizona, Kansas, California, Wyoming, Dakota del Sur, Nevada, Nuevo México, Turkmenistán y Argentina.

El equipo ha sido dirigido Félix Pérez Lorente, profesor de la Universidad de La Rioja y director científico de la Fundación Patrimonio Paleontológico de La Rioja. La investigación, que comenzó en 1997, se ha publicado en la revista científica Ichnos.
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Extraído de El Mundo

La resurrección de Orce.

Tras cuatro años de parálisis, este verano se excavará de nuevo en la cuenca Guadix-Baza La polémica ha dificultado la explotación de uno de los mejores yacimientos de Europa.

En 1982, el paleoan-tropólogo Josep Gibert desenterró cerca de Orce (Granada) un fragmento de cráneo de más de millón y medio de años. Poco después, él y su equipo atribuyeron el fósil a la especie Homo y en 1983 publicaron el hallazgo en Paleontologia i Evolució, la revista del Instituto de Paleontología de Sabadell. El descubrimiento ponía patas arriba las ideas sobre la llegada de los primeros humanos a Europa. Hasta ese momento, el resto más antiguo del continente tenía medio millón de años. En Atapuerca, donde ahora ya hay huesos datados en 1,3 millones de años, sólo se había llegado a los 300.000.

Había nacido el Hombre de Orce. En los medios de comunicación se hablaba de paleoantropología y la región donde se encontró el fósil, deprimida económicamente, vislumbraba días mejores. Pero la fiesta duró poco. Cuando se limpió la cara interna del cráneo para su mejor estudio apareció una cresta no descrita en los tratados de anatomía. Comenzaron las dudas, y muchos de los que habían recibido con alborozo al primer europeo recularon. Entre ellos, Jordi Agustí y Salvador Moyà Solà, los dos investigadores que habían firmado con Gibert el primer artículo sobre el fragmento. El nuevo rasgo hizo pensar a muchos que el Hombre de Orce era, en realidad, un caballo.

En 1995, Gibert organizó un congreso internacional en Granada en el que consiguió el apoyo de científicos como Philip Tobias, uno de los descubridores de Homo habilis o Clark Howell. Sin embargo, en los años siguientes, su posición frente a otros investigadores que trabajaban en Orce y, en particular, ante los responsables de la Junta de Andalucía que deciden quién excava en los yacimientos se fue deteriorando. El conflicto llegó al paroxismo cuando la Administración andaluza inició un expediente sancionador contra Gibert por, presuntamente, haber excavado sin permiso en el verano de 2003 y le impuso una multa de 60.000 euros. Desde entonces, el paleoantropólogo se vio inmerso en un contencioso administrativo con la Junta que le impidió volver a excavar en los yacimientos de Orce hasta su muerte en 2007.

Lastrados por los conflictos por el derecho a trabajar en ellos, los yacimientos de Orce, entre los mejores de Europa según los expertos, no han dado los frutos que se esperan de ellos. Este año, después de cuatro sin excavaciones sistemáticas, la Junta de Andalucía ha anunciado que se volverá a trabajar allí. Entre julio y agosto, un equipo de la administración dirigido por Beatriz Fajardo realizará, con un presupuesto de 60.000 euros, una evaluación de los yacimientos de Venta Micena, Barranco León y Fuentenueva 3. Después, entre septiembre y octubre, con un presupuesto de 200.000 euros, los equipos cuyas solicitudes sean aceptadas por la Junta excavarán en los dos últimos yacimientos.

"El patrimonio que hay allí es impresionante, sabemos que hay presencia humana [en torno a los 1,3 millones de años] por los utensilios líticos y son los mejores yacimientos de fauna del plioceno", afirma Bienvenido Martínez, investigador del instituto catalán de Prehistoria IPHES, uno de los científicos que aspiran a trabajar en Orce este año. "Pero ha habido polémicas que se deberían solucionar", añade. José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca, lamenta el potencial desperdiciado por estas polémicas y cree que un reparto equitativo y coordinado es posible. "Mi deseo es que pudiesen trabajar, porque en aquellos yacimientos hay sitio para todos, incluido Luis Gibert", agrega. El hijo del descubridor de Orce, geólogo, parece haber heredado el contencioso de su padre y aún no ha obtenido permiso para trabajar en los yacimientos granadinos. Pedro Benzal, delegado de Cultura de la Junta en Granada, afirma que el hecho de que su padre trabajase allí, "no da más derecho a Gibert". Durante la conversación, Benzal deja caer que Gibert no tiene la titulación necesaria para hacerse cargo de un proyecto y añade un argumento más por el que no pudo trabajar en Orce en el pasado: "Si tú me pones un contencioso, cómo te voy a dar algo".

Exclusión.

Gibert, que trabaja en el Centro de Geocronología de Berkeley, cree que, entre otras cosas, la exclusión de Venta Micena de las excavaciones es una muestra del intento de la Junta de dejarle fuera. "En los próximos meses se van a tomar decisiones que van a determinar lo que suceda en los próximos seis años y creo que sería un error excluirnos", apunta. El alcalde de Orce, Juan José Martínez, también cree que la Junta excluye el yacimiento en el que se halló el cráneo de Orce para no dejar a Gibert un espacio que se merece. Martínez, que se muestra satisfecho por la concesión de 200.000 euros para la campaña de este año, se lamenta de que la Junta siga tomando medidas "extrañas", como publicar las convocatorias para excavar en el Boletín de la Junta de Andalucía algo que "no se hace nunca".

Otra de las decisiones que ha extrañado a los científicos es la de realizar una evaluación en un yacimiento en el que ya se ha trabajado mucho. "El yacimiento está suficientemente contrastado. Puede haber errores en algunos niveles, pero en general ha trabajado allí gente muy buena. Se sabe mucho sobre ese sitio", asegura Bermúdez de Castro. Gibert lamenta que no se pida la información a su equipo, que ha trabajado allí durante años, y asegura que ese trabajo es una pérdida de tiempo y dinero. Otro paleontólogo que prefiere no dar su nombre critica la bisoñez de la directora de la evaluación, que ha principios de este año en actividades de la Junta como becaria de investigación.

Benzal asegura que desde la Junta trabajan para que "la normalidad llegue a Orce" y el yacimiento tenga la relevancia que se merece. Si esto es así finalmente, comenzará a verse en los próximos meses. Veintisiete años después del hallazgo del Hombre de Orce, a los yacimientos donde se encontraron sus restos aún les quedan promesas que cumplir.
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Extraído de Público

Michael Jackson

“Beat it” (en directo, 1996)

El instrumento musical más antiguo del mundo.

Desde hace más de un siglo, y especialmente en las últimas décadas, los arqueólogos se han lanzado a una ávida carrera por hallar las evidencias más antiguas de esa delicadeza que se presupone a quienes fueron capaces de hacer arte en la prehistoria. Una vez más, las cuevas alemanas de Hohle Fels, que constituyen una mina arqueológica sin parangón de la cultura auriñaciense (Paleolítico Superior), han aportado nuevas evidencias de que la música era ya una práctica común hace 35.000 años, poco después de que los humanos modernos procedentes de África colonizaran Europa.

Tras unas fructíferas excavaciones llevadas a cabo en 2008 en las cuevas del suroeste de Alemania, Nicholas J. Conard, de la Universidad de Tubinga, y colegas se están enfrentando a la detallada descripción e identificación de grandes tesoros artísticos del Auriñaciense. Tan sólo unas semanas después de describir en Nature la figura femenina tallada en marfil más antigua hasta ahora conocida, salida de Hohle Fels, hoy publican, en la misma revista británica, los hallazgos de varias flautas en las mismas cuevas que se suman a la cada vez más amplia colección de instrumentos musicales, estatuillas y herramientas que han dado estos yacimientos. Las flautas aparecidas en esta región alemana son, de hecho, las evidencias convincentes más antiguas (anteriores a hace 30.000 años) de prácticas musicales humanas.

Funciones sociales.

La cantidad de fragmentos y pequeñas piezas de instrumentos encontradas en la zona junto con restos de animales y herramientas dan cuenta de lo extendida que estaba la práctica musical en el Auriñaciense y de que la música cumplía funciones sociales diversas.

Al tratarse de una tradición ya arraigada hace 35.000 años, los arqueólogos concluyen que la música, como parte de otras expresiones artísticas y simbólicas de la época, contribuyó «al mantenimiento de redes sociales más grandes (...) y por lo tanto a la expansión territorial y demográfica de los humanos modernos en relación con las poblaciones de Neandertales, culturalmente más conservadores y demográficamente más aisladas», dice el artículo.

Las flautas son una reliquia típica de ese periodo, pero lo que distingue al reciente descubrimiento de los anteriores es que una de ellas, hecha con el radio de un buitre leonado, ha sido reconstruida casi al completo a partir de 12 fragmentos. Es, hasta ahora, la reconstrucción más completa de las flautas halladas en estas cuevas, cuyas piezas suelen estar sueltas y sin conexión con otras.

La flauta reconstruida mide 21,8 centímetros de largo y unos 8 milímetros de diámetro. En ella se identifican cinco orificios para colocar los dedos sobre ellos, así como dos hendiduras en forma de «V» en el extremo superior del tubo, por donde los músicos probablemente soplaban. La otra punta de la flauta, el extremo inferior, permanece rota por la mitad del quinto agujero.

Huesos de ave.

A falta de una réplica con la que estudiar mejor sus cualidades musicales, los investigadores han comparado esta flauta con otra hallada anteriormente en las proximidades (en Geissenklösterle), ésta de tres orificios, que produce cuatro notas, más otras tres adicionales según cómo se sople. «Dado que la flauta de tres agujeros produce un rango de notas comparable a muchos tipos de flauta modernos, creemos que la de Hohle Fels ofrece un rango de notas y posibilidades musicales comparables o incluso mayores», escriben en su artículo.

Además de lograr la reconstrucción de la flauta de hueso, los arqueólogos han rescatado de su alijo de Hohle Fels pequeños fragmentos de lo que muy probablemente sean dos flautas de marfil, y una tercera pieza del yacimiento de Vogelherd. Aunque representan sólo piezas aisladas, el marfil aporta siempre más interés a los hallazgos debido a que requiere mucha mayor habilidad por parte del artesano.

A diferencia de los instrumentos con hueso de ave, para fabricar una flauta de marfil es necesario tallar en línea recta una pieza que es por naturaleza corva (como es el colmillo de un mamút). Pero además, para hacer el tubo hueco de la flauta, es necesario hacer un cuidadoso corte vertical de modo que la pieza quede cercenada simétricamente en dos, perforar el marfil para hacer los orificios, cavar el hueco en cada mitad y sellar las dos partes sin dejar aire atrapado ni fisuras.

as flautas pertenecen a un yacimiento arqueológico muy estudiado de los albores del Paleolítico Superior, y los controles de termoluminiscencia y otros métodos indican que son anteriores a hace 35.000 años. Por su parte, la estratigrafía sugiere que podrían tener, incluso, 40.000 años de edad. Una edad nada desdeñable para la música humana.
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Extraído de El Mundo

La hembra tenía mano en la prehistoria.

Un estudio indica que el 75% de las impresiones de manos frecuentes en el arte rupestre pertenece a mujeres.

Las impresiones están en todos los continentes y se realizaron de una forma similar durante miles de años desde la aparición de los humanos modernos. Manos grandes y pequeñas, esbeltas y toscas, aisladas o en grupo. Gente de todas las edades participaba en el rito, cualquiera que fuese. Apoyaban la palma contra la pared de la cueva y soplaban sobre ella el pigmento. Miles de años después, sus compañeros de especie se devanarían los sesos tratando de entender el significado de aquel código para el que no hay piedra Rosetta.

Ahora, Dean R. Snow, un investigador de la Universidad del Estado de Pensilvania (EEUU), asegura que ha logrado despejar una de las incógnitas que han ocupado a los estudiosos de las pinturas rupestres durante el último siglo. Después de analizar varias imágenes de manos del Pleistoceno, Snow ha concluido que un gran número de esas impresiones fue realizado por mujeres. Este dato, de confirmarse, proporcionaría información sobre el rol social femenino durante la prehistoria y acabaría con el prejuicio (más presente en la cultura popular que entre los estudiosos) de que los hombres eran los protagonistas del arte de las cavernas.

"En las cuevas que he estudiado, en torno al 75% de las manos pertenecían a mujeres", apunta el arqueólogo estadounidense. Aunque por el momento no ha realizado una reflexión profunda sobre el significado de esta mayoría femenina, Snow cree que al menos el dato parece sugerir "un cierto igualitarismo en aquellas sociedades".

Para distinguir las huellas de hombres y mujeres, Snow, que aún no ha publicado sus resultados en una revista científica, empleó un sistema basado en una teoría del psicólogo John Manning. Según él, sería posible distinguir un hombre de una mujer comparando las relaciones de tamaño entre sus dedos índice y anular: las mujeres suelen tener ambos dedos de la misma longitud, mientras los hombres, de media, tienen más largo el anular.

Apoyándose en la hipótesis de Manning, Snow tomó medidas a un grupo de descendientes de europeos como referencia -las diferencias entre distintos grupos étnicos son aún superiores a las que existen entre hombres y mujeres de la misma etnia- y comparó sus resultados con las imágenes de manos tomadas en varias cuevas europeas.

Dudas sobre el resultado.

Las conclusiones de Snow serían muy relevantes para el análisis de las pinturas del Pleistoceno y las sociedades que las produjeron. Sin embargo, no todos los expertos son tan optimistas sobre la fiabilidad de sus resultados. "En todas las cuevas hay manos de todos los tamaños y la variabilidad es tal, que no ha sido posible llegar a una conclusión definitiva. Se han realizado estudios y no se han obtenido resultados sólidos", afirma José Antonio Lasheras, director del
Museo de Altamira. "A falta de ver el estudio publicado, me despierta dudas bastante serias", añade.

En cualquier caso, Lasheras cree que no hay motivos para creer que las sociedades prehistóricas fuesen machistas ni que los artistas detrás del arte rupestre tengan que ser todos hombres. "La segregación por género o el machismo son relativamente recientes", asevera, "y que nosotros hayamos llegado a minusvalorar algunas actividades que realizan las mujeres no significa que esto haya sido siempre así". "La caza mayor, por ejemplo, era cosa de hombres, pero la aportación al grupo de las mujeres a través de la recolección era aún más importante", concluye.

Dedos, sexo y gays.

Sergio Ripoll, profesor de Prehistoria de la UNED, ve potencial en la técnica empleada por Snow, aunque cuestiona algunos aspectos de su forma de trabajar, en particular en el estudio preliminar de 2006 en el que se basa el que ahora ultima el estadounidense. Ripoll fue uno de los expertos que dio su opinión a Antiquity, la revista que lo publicó. "La teoría de Manning parece ser válida, pero en aquel estudio inicial, Snow utilizaba unas fotografías de una calidad muy baja, descargadas de Internet, sin escalas... Para hacer bien este estudio sería necesario fotografiar todas las manos con la misma escala, a la misma distancia, y comparar el mayor número posible", explica.

El propio Ripoll ha puesto a prueba la teoría de Manning y, al menos entre un grupo de alumnos de la UNED, funciona. "Manning tiene otras teorías, como la que relaciona la longitud del dedo anular y la homosexualidad o el cáncer de mama que parecen poco verosímiles, pero con el sexo parece que puede ser útil", indica.

Desde que se comenzaron a estudiar las pinturas rupestres hace algo más de un siglo, las incógnitas sobre su significado y sus autores se han acumulado. "En las cuevas de Maltravieso [Cáceres], a las manos siempre les falta el dedo meñique. Y no es que faltase, es que lo volvieron a pintar después para ocultarlo. ¿Por qué? No se sabe. En otros sitios se repliegan algunos dedos, pero siempre aparece la primera falange. Posiblemente se trata de un código, pero no somos capaces de entenderlo", explica Ripoll.

La presencia de una mayoría de manos femeninas podría sugerir algo sobre el código, pero muchos científicos dudan de las conclusiones firmes. "Se suele decir que la mujer tenía una presencia importante por las venus, esas tallas de mujeres abundantes que se han encontrado y podían indicar un papel importante de la mujer en la sociedad", explica Marcos García, coordinador de Cuevas Prehistóricas de Cantabria.

"El problema es que todas las teorías pueden llegar a ser válidas", añade. "Hay, por ejemplo, una venus checa en la que se han encontrado huellas dactilares y se ha podido determinar que eran de niño. El problema entonces es saber si el niño fue quien la hizo o quien la utilizó, si era un juguete, o si era un elemento de un rito...".

Arte feminista.

En Chongoni, Malawi, los Chewa pintaron sobre las rocas con técnicas tradicionales hasta bien entrado el siglo XX y han dejado uno de los vestigios más feministas del arte primitivo. "Ese es el único caso conocido de arte rupestre relacionado con ritos con mujeres", apunta Lasheras. El estudio de Snow dibuja un mundo prehistórico en el que las mujeres tenían una presencia mayoritaria en parte del arte rupestre. Confirmar este dato será complicado; desentrañar su significado puede que nunca sea posible.
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Extraído de Público

Gastronomía prehistórica.

Un libro reúne la cocina de los homínidos desde que bajó del árbol hasta que empezó a escribir.

Saboreamos por primera vez carne asada posiblemente después de un incendio en África cuando un grupo de homínidos se adentró en una zona quemada y se topó con el cuerpo abrasado de un animal. «Nuestros antepasados eran oportunistas. Comían lo que podían, así que se dieron un banquete. Seguramente, después notaron que hacían la digestión mejor con aquella carne quemada que cuando la comían cruda. Eso sí, pasaron millones de años antes de que aprendieran a controlar primero y a conservar después el fuego», apunta el biólogo Eduardo Angulo, que acaba de publicar 'El animal que cocina' (editorial 451), un libro dedicado a la prehistoria de la gastronomía, periodo del cual no hay recetarios y todo lo sabemos gracias a los arqueólogos.

¿Cuándo empezamos a cocinar? Angulo, autor del blog 'La biología estupenda', sitúa los inicios de la gastronomía en tiempos de los australopitecos, chimpancés bípedos cuya dieta era parecida a la de sus primos simios que vivían -y siguen haciéndolo- en los árboles. La manipulación de alimentos comienza, en su opinión, cuando hace unos 2,5 millones de años esos homínidos empiezan a romper los huesos de los animales que carroñean para acceder al tuétano. Fue el primer paso de un largo viaje marcado al principio por la necesidad, por el hambre, y que ha derivado en un placer que encuentra su máxima expresión en los restaurantes de alta cocina, a los que los descendientes de aquellos monos bípedos nos referimos como templos del buen comer.

De recolectar a cazar.

Al principio, los nuestros recolectaban y carroñeaban lo que podían, y comían los alimentos crudos o involuntariamente alterados, como en el caso de la carne asada o de la momificada naturalmente. Más tarde, hace unos 2 millones de años, empezaron a cazar y causaron auténticas hecatombes: mataban cientos de caballos, bisontes o elefantes de golpe arrinconándolos en pantanos u obligándolos a tirarse por acantilados. Y, hace unos 11.000 años, comenzaron a domesticar plantas y animales. La ciencia ha permitido saber cuál era la dieta de nuestros antepasados en cada periodo -con más interrogantes cuanto más trás viajamos- mediante el análisis químico de sus huesos y excrementos fosilizados, el estudio de los restos descubiertos en sus 'comedores', el estudio del ajuar y en casos excepcionales, como el de la momia de Oetzi, el examen de sus órganos. «De 'el hombre de los hielos', que vivió hace 5.300 años, conocemos las dos últimas comidas: la más reciente está todavía en el estómago y la más antigua, en el intestino», explica Angulo.

Una cosa, sin embargo, es saber los ingredientes y otra, el modo en que los consumían. «La ciencia nos dice qué comían; yo especulo sobre cómo lo podían comer». Fruto de esta segunda parte son las recetas que, a modo de friso, coronan el texto, que van desde las ensaladas de frutas y los 'tartares' de los tiempos en que todavía no se dominaba el fuego hasta los asados, el pan horneado y las milhojas de épocas más recientes. A diferencia de lo que pasó con su libro 'Julio Verne y la cocina: la vuelta al mundo en 80 recetas' (Edaf, 2005), Angulo no ha probado, hasta el momento, casi ninguno de los platos que presenta en su última obra, con nombres dignos de la nueva cocina, como carne de caballo guisada al aroma de queso rancio, sopa dulce de tapaculos con efectos inmediatos y sorbete de huesos con tuétano en bolsa de cuero.

Ingenio de los ancestros.

El biólogo habla con admiración de la meticulosidad del trabajo de los arqueólogos y del ingenio de nuestros ancestros. Tres insignificantes granos de maíz dieron, por ejemplo, la clave a los prehistoriadores para fechar la domesticación de esta planta en el continente americano hace más de 6.250 millones de años y el análisis de los residuos de las vasijas encontradas en la tumba del rey Midas reveló que, en su banquete funerario, se bebieron vino y cerveza, y se comió cordero cocinado en aceite de oliva acompañado de lentejas.

Después de aprender a dominar el fuego hace unos 700.000 años, el hombre no contó hasta hace unos 11.000, con los útiles cerámicos necesarios para hacer sopas, por ejemplo, y suplió ese déficit tecnológico con ingenio: cocinaba en el estómago de las presas, en sacos de cuero o en agujeros en el suelo, y para calentar el guiso echaba en él piedras calientes puestas antes al fuego. Había, claro, casos exepcionales, como el de la tortuga y las almejas, que vienen con su cazuela de serie.

Angulo recorre en su obra la historia de la gastronomía hasta la publicación del primer recetario conocido, tres tablillas de barro mesopotámicas de hace sólo 3.600 años. Y recuerda que, como dice Juan Luis Asuaga, codirector de las excavaciones de Atapuerca, la larga evolución de la manipulación de alimentos que ha convertido una necesidad básica, comer, en un rito social ha hecho que cada vez apliquemos técnicas mejores a cada vez menos ingredientes, algo de lo que, por fortuna, nos ha venido a salvar la globalización, que ha traído a nuestras mesas productos que hasta hace poco desconocíamos.
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Extraído de Diario Sur