Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano. Trajano y Adriano fueron dos de los emperad...

Reconquista y repoblación en Extremadura: repercusiones en la ocupación y distribución de la tierra.

La Reconquista de Extremadura (la palabra tiene su origen en la condición de frontera del río Duero y se aplica a Extremadura porque fue frontera del Reino de León), comienza en el año 1079, cuando Alfonso VI de Castilla toma la ciudad de Coria tras vencer al rey taifa de Badajoz. La llegada de los almorávides devuelve estos territorios a los árabes. Habrá que esperar casi un siglo para que se reanude la Reconquista del territorio extremeño, proceso que fue largo y en el que intervienen varios reyes, órdenes militares (destacando la de Santiago, Alcántara y los Templarios), milicias urbanas castellanas (como la de Ávila, sobre todo en el Campo Arañuelo) y nobles (incluyendo a obispos y abades).

Entre los monarcas destacaron Alfonso VII (el Emperador, rey de Castilla y León), que en el 1142 llega al Tajo; su hijo Fernando II, que impide que los portugueses se apoderen de este sector; y Alfonso VIII de Castilla, que toma Plasencia en el 1178 y la repuebla (aunque volverá a perderse y recuperarse), así como otros lugares o castillos.

La llegada de los almohades paraliza de nuevo este proceso, obligando a los cristianos a retroceder hasta que tiene lugar la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212). Es a partir de ese momento cuando Alfonso IX de León toma Cáceres (1229), Montánchez, Mérida (1230), Badajoz (1230) y su hijo, Fernando III el Santo conquista Trujillo, Medellín y demás fortalezas extremeñas, internándose en Andalucía para ocupar el Valle del Guadalquivir.

Tras la Reconquista hubo que efectuar la Repoblación pues, al estar nuestra región casi despoblada, los reyes se ven obligados a entregar extensos territorios a las citadas Órdenes Militares y a la nobleza (incluyendo a la Iglesia), lo que repercutirá negativamente en los aspectos económicos y sociales de años y siglos posteriores (formación de latifundios). Las propias ciudades, como necesitaban atraer población cuando son fundadas o repobladas, recurren a la concesión de Fueros, (como el de Plasencia), que favorecían a los recién llegados, a la vez que los reyes protegían a esos núcleos urbanos del interés y poder de la nobleza: así, desde tierras abulenses (como en el Campo Arañuelo), leonesas (Valle del Alagón y Sierra de Gata) o desde el resto de Castilla y León en general (incluso desde Asturias), gradualmente van llegando los nuevos pobladores, dejando su huella (lingüística, cultural, tradiciones, etc.) para el futuro.

Pero esa nobleza, con el visto bueno de reyes débiles posteriores (a menudo lo hicieron para “premiar” su apoyo en las guerras), se harían en muchos casos con el control jurisdiccional y/o territorial de ciudades y lugares, siendo una de las causas de los latifundios posteriores y de los frecuentes abusos en todos los sentidos: sólo las tierras de realengo o dependientes de ciudades fuertes (caso de la Campana de la Mata) mantendrían cierta libertad frente a los Señoríos como los Almaraz-Belvís, Oropesa o Serrejón).

Esos mismos colectivos sociales (Órdenes Militares, Nobleza y repobladores castellano-leoneses), la propia escasez demográfica, el mencionado reparto de la propiedad (latifundismo) y las características edafológicas y climáticas de Extremadura favorecerán la economía pecuaria, en torno a la Mesta y la ganadería trashumante, lo que impidió el desarrollo agrícola.
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Extraído de Albalathistoria
y mapa de Galeón

Reconquista y repoblación cristiana en la Edad Media.

La reconquista y repoblación cristiana de las tierras ganadas por los musulmanes se había iniciado ya en Galicia y el Cantábrico por obra de los primeros monarcas astures.

Los ríos marcaron los jalones este proceso de Reconquista y Repoblación.

Repoblación hasta el Duero y el Tajo.

En un primer período se buscó el Duero. El primero que llegó hasta este último fue Alfonso I, rey de Asturias, aunque, por falta de elementos humanos suficientes para la tarea de repoblación, la zona quedó como tierra de nadie.

Años después, Alfonso el Casto (791-842) rebasó el Duero y llegó hasta el Tajo, aunque de maenera poco estable. La verdadera frontera de los siglos IX y X fue le Duero.

En 814, los cristianos pasaron de las montañas cántabras a las llanuras castellanas. A Brañosera (Palencia) se le dio en 824 la primera carta de repoblación hasta hoy conocida; por eso es el más antiguo municipio español. Por entonces, la ocupación de las tierras se hacía mediante "presura", título con el que se adquiría legítimamente.

Alfonso III el Magno (866-910) y Ramiro II (¿937-950), reyes de Asturias y León, combatieron osadamente por tierras del Duero, lo que provocó que desde Córdoba se lanzase la célebre "Campaña de la Omnipotencia" organizada por Abd al-Rahmán III en el año 939, siendo estrepitosamente derrotado por el segundo de ellos, aliado con el conde castellano Fernán González y la reina navarra Tota en Simancas.

El sistema de repoblación fue, en un principio, el basado en la concesión por parte del rey de tierras -que otorgaba los bona vacantia, los bienes sin dueño- a quien podía ocuparlas y defenderlas.

Por lo general, se levantaba un monasterio y junto a él las humildes casas de las gentes que habían de labrar el campo.

Los monjes, eran agricultores o ganaderos, atentos no sólo a trabajar sus campos, sino a defenderlos de las incursiones árabes.

La reconquista y repoblación del sur y las Órdenes Militares.

Con el progreso de los cristianos, después de la conquista de Toledo se planteó el problema de la repoblación, lo mismo que había ocurrido en los territorios al norte del Tajo. Ahora bien, si en la zona norte la misión de los monasterios fue importantísima, en Castilla la Nueva, Extremadura, Valencia y Andalucía lo fue la desarrollada por las órdenes militares.

Las órdenes militares estrictamente españolas fueron cuatro, aparte otras de vida efímera: Calatrava, Alcántara, Santiago y Montesa, esta última fundada en Aragón, para sustituir a los extinguidos templarios; en Portugal existió la de Avis, que se distinguió en la defensa de Evora (1166) ante los musulmanes.

En la doble labor -inseparable- de Reconquista y repoblación, las órdenes militares tuvieron una destacada y decisiva actuación. A la orden no española de San Juan le correspondieron en la Mancha territorios en torno a su cabeza Consuegra, entre los de calatravos y santiaguistas.

La de Calatrava tuvo posesiones de Madrid hasta Despeñaperros. De la energía con que actuaron todas ellas es buen ejemplo el de la orden de Santiago. Desde su priorato leonés de San Marcos extendió su acción por el oeste de España y por el vecino Portugal hasta el sur; por todas partes tuvo propiedades y castillos. La labor efectuada desde el priorato de Uclés fue intensísima. Repobló las amplísimas tierras manchegas y edificó iglesias para restaurar el culto "in terris desertis".

Los santiaguistas intervinieron en la conquista de Cuenca (1177). Su maestre estuvo presente en la conquista y repartimiento de Murcia y Sevilla. Los territorios de la orden de Santiago se extendieron por toda la geografía ibérica, si se exceptúa el nordeste y la parte más meridional de Andalucía. Las órdenes militares fueron eficaces colaboradoras de los reyes en la labor de reconquista y repoblación, de nuevas tierras.
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Extraído de Arteguías

La Biblia se escribió diez siglos antes de Cristo.

El arqueólogo israelí Gershon Galil, de Universidad de Haifa dedicado a descifrar el más viejo texto hebraico, ha concluido que éste data de los tiempos del Rey David.

Esta inscripción tiene como tema cuál debe ser el trato reservado a los pobres, esclavos, extranjeros, viudas y huérfanos y es, de acuerdo al científico, la más antigua inscripción hebrea, que data del siglo X antes de la era cristiana. Tan importante anuncio fue dado este pasado jueves por voceros del Departamento de Estudios Bíblicos de la Universidad de Haifa (Ciudad al norte de Israel).

¿Por qué los pasajeros del Titanic se comportaron como héroes?

En la noche del 14 de abril de 1912, el colosal Titanic chocó contra un iceberg en el Atlántico Norte y se fue a pique, con el resultado de 1.517 muertos. Tres años más tarde, el 7 de mayo de 1915, otro lujoso barco británico, el Lusitania, fue torpedeado por un submarino germano durante la I Guerra Mundial. El trágico final fue muy parecido: se hundió llevándose consigo 1.198 almas. Dos escenarios similares, dos barcos con parecidos recursos de socorro, un porcentaje similar de supervivientes y unos pasajeros de las mismas características socioeconómicas y demográficas. Los capitanes de los dos buques habían ordenado eso de «mujeres y niños primero». Sin embargo, el comportamiento de tripulación y pasajeros fue extremadamente distinto en cada caso.

En el Titanic, se impusieron normas socialesy se hizo lo posible por poner a salvo a los más débiles. Algunos se abocaron a una muerte segura porque se mantuvieron a bordo hasta el último momento permitiendo que otras personas ocuparan los escasos botes. En el Lusitania, sin embargo, imperó el sálvese quien pueda. Esto se tradujo en algo muy curioso: mientras que en entre los supervivintes del Titanic se contaban muchas criaturas, mujeres y adultos acompañados de menores -los hombres que viajaban sin descendencia fueron los más sacrificados-, en el Lusitania la mayoría de los que se salvaron tenían entre 16 y 35 años, posiblemente los más vigorosos, capaces de imponerse a codazos y de aguantar con fuerzas sobre un bote. ¿Por qué se reaccionó de forma tan distinta si la situación era la misma? Los instintos no se manifestaron igual.

Investigadores de la Universidad de Tecnología Queensland en Australia y de la Universidad de Zurich creen tener la respuesta: el tiempo de hundimiento. Según publican en la revista Proceedings of National Academy Sciences (PNAS), la presión de tiempo fue crucial para explicar los comportamientos en condiciones de vida y muerte. El Lusitana se hundió en 18 minutos, creando una situación a corto plazo en la que los impulsos dominaron el comportamiento. El Titanic, por el contrario, se hundió lentamente, tardó dos horas y 40 minutos en irse a pique, lo que permitió un tiempo para meditar y que se aceptaran unas pautas sociales.

Objeto de ataquePara los investigadores también juegan otros factores. Por ejemplo, los pasajeros del Lusitania sabían que podían ser objeto de ataque. Los periódicos habían advertido de que cualquier barco de bandera británica estaba en el punto de mira de los alemanes y podía acabar hecho añicos, así que los pasajeros navegaban bajo su propio riesgo. Por el otro lado, el Lusitania era civil, no un buque de guerra, y se había presentado como un barco tan veloz que podía esquivar los torpedos enemigos. Además, transportaba a un buen número de americanos neutrales, lo que suponía una garantía de seguridad.

La probabilidad de que los viajeros del Lusitana conocieran la catástrofe del Titanic tampoco debe ser excluida. Tenían la experiencia aprendida, sabían que podían no ser rescatados en última instancia -los primeros confiaron de forma inocente- y eso les llevó a adaptar su comportamiento de una forma más egoista y a autopreservar la vida por encima de todo, como dicta la tradicional teoría racionalista del homo economicus. En esas situaciones, «el contrato social se tira y cada hombre intenta salvar su propia vida a cualquier precio».

El estudio señala la importancia del tiempo para adoptar un comportamieto u otro. La adherencia a normas sociales requiere tiempo para manifestarse. Si éste no existe, prevalece la lucha por la supervivencia. Para los científicos, conocer el comportamietno humano en condiciones extremas proporciona una idea de cómo puede variar esa respuesta, dependiendo de las diferentes condiciones externas.
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Extraído de ABC

La vivienda: espacio público y espacio privado en el paisaje urbano medieval.

Sin que esto que voy a comenzar señalando pueda entenderse como una verdad absoluta, primero porque en historia no suele haberlas y segundo porque podrían aportarse cientos de excepciones, sí que en términos generales puede decirse que lo que entendemos o definimos como «red urbana» de la Europa occidental es una consecuencia del gigantesco proceso de urbanización que este amplio territorio experimentó a lo largo de los siglos que comprenden la plenitud y el bajo medievo, es decir, el período que se extiende convencionalmente entre los siglos XI y XV. Un proceso que abarca desde los territorios del este europeo hasta el sur de la Península Ibérica y en el que también queda incluida la ocupación y transformación de amplias zonas boscosas del interior europeo enmarcado en dichos límites. Un proceso también cuyo rasgo definitorio esencial es la transformación de un paisaje rural preexistente que dará lugar al surgimiento de formas de habitat concentrado que, en sentido amplio, podemos calificar como habitats urbanos, es decir, ciudades.

Como acabo de indicar, lo que conocemos como España medieval vivió plenamente esta experiencia transformadora, si bien es cierto que la variedad de formulaciones urbanas que tuvo lugar en el suelo peninsular fue extraordinariamente diversa. Ya en su día, en un loable afán sistematizador que todo el medievalismo hispano ha seguido de forma casi plagiaria -y yo no vaya ser menos- Torres Balbás, en la década de los sesenta, distinguió tres grandes grupos de ciudades en los reinos medievales hispánicos.

El primero de ellos lo constituye las grandes urbes de origen musulmán en Andalucía y el antiguo reino de Murcia. Ciudades que presentan dos características fundamentales: su considerable tamaño y la irregularidad de su planificación urbana.

El segundo grupo lo integran los núcleos urbanos que deben si no su origen en un buen número de casos, sí al menos su caracterización como ciudades, al proceso medieval hispano por excelencia, es decir, lo que conocemos como reconquista y repoblación del país, acudiendo a la terminología ya clásica, especialmente en los territorios de la Corona de Castilla entre el Duero y el Tajo. Ciudades con una principal característica definitoria: sus amplios perímetros amurallados, una muralla que no sólo es un elemento defensivo, sino también delimitador de un espacio jurídico y social específico.

El tercer grupo de núcleos urbanos aparece, en términos generales, en un momento algo posterior; su objeto fundamental es la reorganización del territorio donde se ubican; como consecuencia de ello las causas de su aparición son diversas: puertos marítimos, enclaves en rutas comerciales o pecuarias terrestres, surgidos por razones políticas derivadas de una necesidad de seguridad de la población del entorno, etc. Las encontramos diseminadas por todo el territorio, si bien las más características se localizan en el norte de la península: Galicia, País Vasco, Asturias; son ciudades normalmente pequeñas o medianas y, como digo, con una función definida específicamente.
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Arquitectura doméstica tardoandalusí y morisca: modelo de familia y su plasmación en la arquitectura y el urbanismo de los siglos XIII al XVI.

Pretendemos con esta investigación intentar una aproximación al estudio antropológico del modelo de familia andalusí -especialmente entre los siglos XIII y XVI-, para realizar la conexión entre el conocimiento de estos grupos humanos y la plasmación de sus características en el marco físico de las viviendas que ocupaban. Partimos de la hipótesis, ya formulada, de que las viviendas tardoandalusíes acogerían, al menos en este momento histórico, a familias nucleares que están relacionadas con las que ocupan las viviendas ad-yacentes conformando de este modo el espacio urbano que habita la familia extensa. Es decir, la localización de todos los grupos que forman dicha familia extensa se produce en viviendas adyacentes formando manza-nas y barrios. Así, trataremos de aplicar el conocimiento que alcancemos sobre el modelo familiar andalusí a su plasmación física en los espacios domésticos y a su vez en la estructura de la ciudad.
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Hallada en Luxor una cabeza gigante de granito del faraón Amenhotep III.

Una cabeza gigante de granito del faraón Amenhotep III (1390-1352 a.C.), uno de los más destacados reyes de la dinastía XVIII y padre de Akenatón, fue hallada en su templo funerario en la zona de Kom el Hitan en Luxor, en el sur de Egipto.

El Consejo Supremo de Antigüedades ha anunciado hoy en un comunicado que el hallazgo se produjo durante los trabajos de excavación de las misiones de arqueólogos egipcios y europeos en la zona, localizada en la orilla occidental del río Nilo a la altura de en Luxor, 600 kilómetros al sur de El Cairo.

La pieza encontrada es considerada una de las más bonitas hechas por artistas antiguos, ya que muestra la cabeza del rey cuando era joven, adornada con una corona real de color blanco, agregó la nota. Esa corona, decorada con una cobra de color rojo, es símbolo del Alto Egipto, que abarca todo el sur del país. La cabeza, de 2,5 metros de altura, pertenece a una estatua del rey, vestido con su ropa real, y que fue hallada hace varios años.

Esa estatua recuperará ahora su cabeza, pero no la barba, que debió de desprenderse en algún momento y que los arqueólogos piensan que está todavía enterrada bajo las arenas de Luxor.

La egiptóloga germano-armenia Hourig Sourouzian, jefa de la misión de arqueólogos que trabaja en la zona, afirma en el comunicado que en los últimos años han sido encontradas varias piezas de la estatua de granito rojo, que se levantaba en la parte sur del templo.
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Extraído de El País