Trajano y Adriano: los emperadores hispanos que marcaron la historia de Roma

Dos destinos entrelazados por la adopción y el poder Imagen ilustrativa e idealizada de Trajano. Trajano y Adriano fueron dos de los emperad...

Cuando Valencia tuvo su Estado templario.

Jaime II 'El Justo' ordenó en 1307 la detención de todos los frailes guerreros de la Corona de Aragón y su traslado al convento de Santo Domingo de Valencia para ser interrogados.




El 22 de marzo de 1312, hace 700 años, el Papa Clemente V firmaba la bula «Vox in Excelso» con la que liquidaba la orden del Temple tras cinco años de persecución inquisitorial. Pese a los siglos transcurridos, una aureola de misterios y ritos ocultos aún envuelve el proceso que llevó a la hoguera a la mayoría de los «caballeros de Cristo» bajo la acusación de herejía. Una «mitología sin fundamentos» para el catedrático de Historia Medieval de la Universitat, Enric Guinot. El principal experto en la Baja Edad Media valenciana recalca que tras esta Causa general impulsada bajo los auspicios de Felipe el Hermoso «no hay más que una lucha por el poder entre el rey galo y los templarios».

El Temple era una de las órdenes militares con más influencia en la Corona de Aragón, de hecho los frailes guerreros fueron los encargados de educar al futuro Jaime I cuando con sólo cinco años fue enviado al castillo de Monzón (Huesca) en la primavera de 1214. Hacía seis meses que se había quedado huérfano al morir su padre, Pedro II el Católico, en la Batalla de Muret. Desde entonces la leyenda del Conqueridor va unida a los templarios, que no solo aportaron fondos a sus campañas sino que lucharon codo con codo con él en la toma de Mallorca (1229) y en las cuatro guerras entre 1233 y 1258 en las que se forjó el Reino de Valencia.

Maestros del Conqueridor.
No obstante, el historiador señala que la influencia templaria en la conquista valenciana fue más cualitativa que cuantitativa frente al peso de las huestes nobiliarias y las milicias urbanas: «Hablamos de un contingente formado por unas decenas de caballeros, pues la mayoría de frailes guerreros están en Tierra Santa». «Eso sí —añade—, se trata de profesionales de la guerra que siempre acompañan al rey y mantienen una fidelidad absoluta a la corona, pues el monarca ha sido criado por ellos».

En agradecimiento a este apoyo, Jaime I no se olvida del Temple en el Llibre del Repartiment. La orden, que ya acumulaba 27 señoríos rurales y urbanos en la Corona de Aragón, recibe tres pequeñas encomiendas en el nuevo reino cristiano: Una en Valencia, que incluía la alquería de Montcada, otra en Borriana y el castillo de Xivert.

La huella templaria en el Cap i casal pervive en el nombre del palacio que acoge la Delegación del Gobierno, un edificio del XVIII que se alza sobre la antigua casa e iglesia del Temple. El trozo de ciudad que recibieron entre las puertas de la Xerea y Bab-al-Zaqar —el entorno de la actual calle Gobernador Viejo—, pasó a llamarse barrio del Temple. La iglesia templaria contaba con un cementerio, que aún no ha sido hallado, sobre el que hay pergaminos con una veintena de donaciones de nobles y burgueses inhumados allí.

Guinot cuenta que en el siglo XIII «no consta una actuación política y militar significativa del Temple en el Reino de Valencia». El investigador habla de una presencia «de 25 frailes guerreros en 100 años», que nunca están juntos, «como mucho hay dos o tres por encomienda».

Reino del Temple dentro del Reino.
Todo cambia en 1294, «cuando a través de dos operaciones de gran envergadura — la compra del castillo de Culla por medio millón de sueldos y la permuta de sus bienes, rentas y derechos en Tortosa que ofrecen a Jaime II por el castillo de Peníscola—, forjan el Estado señorial más grande de todo el Reino de Valencia al hacerse con más de la mitad del Maestrat de Castelló».

No se ha establecido a ciencia cierta el por qué el Temple dio «este enorme salto en presencia territorial que le lleva a alcanzar un poder significativo en el Reino de Valencia», dice Guinot. El hecho de que el Maestrat se convierta en zona de trashumancia hace pensar que el objetivo fuera «asegurarse una zona de pasto próxima a sus grandes señoríos de Cataluña y Aragón».

Los templarios disfrutarían apenas 13 años de su reino dentro del Reino de Valencia. El 13 de octubre de 1307 Felipe el Hermoso, con el apoyo del Papa, desató la cacería de frailes guerreros. Dos meses después, Jaime II el Justo, tras una denuncia del Inquisidor general, ordenaba desde Valencia la detención de los templarios de la Corona de Aragón y su traslado al convento de Santo Domingo del Cap i Casal para ser interrogados, mientras decretaba el embargo de sus bienes. Aunque sufrieron prisión, continúa Guinot, «los templarios de la Corona de Aragón no acabaron en la hoguera, simplemente fueron ‘jubilados’ al ser retirados a conventos con una pensión anual hasta su muerte».

En el Reino de Valencia la causa contra el Temple tardaría en cerrarse, pues Jaime II se negó a acatar el mandato de Clemente V de que todos los bienes templarios pasaran a la otra gran orden militar, la de San Juan del Hospital. Este trasvase suponía convertir a los hospitalarios en el poder señorial más fuerte de la Corona.

El tira y afloja de El Justo con el Papa no se resolvió hasta la muerte del pontífice en 1317. Su sucesor, Juan XXII, aceptó que los bienes del Temple y de los Hospitalarios se fusionasen en una nueva orden militar exclusiva del Reino de Valencia, la de Santa María de Montesa, que quedaba bajo la total influencia de Jaime II. Pero esto, ya es otra historia.
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Extraído de Levante-emv

El misterio de las hachas de jadeíta.

El arqueólogo José Farrujia sostiene que Gregorio Chil y Naranjo hizo pasar por canarias unas hachas de Puerto Rico para emparentar a los aborígenes con los cromañones.



Ahí, sobre un papel crudo, brillantes, perfectas. Su color es difícil de describir. En un primer golpe de vista parecen negras, pero los rayos del sol que entran curiosos por la ventana se empeñan en extraerles tonalidades verde oscuro que las hacen aún más exóticas. Son hachas de jadeíta. Su periplo hasta esa mesa, en medio de la Biblioteca del Museo Canario, es digno de un episodio del torturado Sherlock Holmes. Durante décadas, desde finales del siglo XIX hasta hace unos ocho años, estos hermosos objetos arqueológicos estuvieron expuestos como originales de la Isla, pero el arqueólogo e investigador José Farrujia sostiene que proceden de Puerto Rico. Los técnicos del Museo decidieron retirarlas cuando comenzaron a dudar, para evitar confusión, coincidiendo con la publicación de la tesis de Farrujia. Ahora esperan pacientes y mimadas a que alguien saque de sus entrañas la muestra de que, una vez, un antillano las convirtió en lo que son.



Las hachas de jadeíta fueron mostradas por primera vez por el doctor Gregorio Chil y Naranjo, fundador del Museo Canario, en dos congresos celebrados en Lille (1874) y en Nantes (1875), respectivamente. En el primero, aseguró que las había encontrado en Monte Lentiscal, en Santa Brígida (Gran Canaria). En el segundo, ya las situaba en Arucas. En Lille hizo referencia a una tercera hacha de origen antillano, muy similar a las otras dos, que le había regalado un tal Edouard Farinos y Vicente. En Nantes, como recoge Farrujia en su tesis Ab initio. La teorización sobre el primitivo doblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistóricas, historiografía, arqueología (1342-1969), el médico ya introdujo terceros en el hallazgo. "La mayor de ellas la debo a un pobre bracero que la encontró desmontando un terreno en Arucas, y que sabiendo mi afición a todo lo que se refiere a los Canarios, me hizo un presente que le agradeceré siempre". Esa es la primer contradicción del científico.

La intención no era otra que la de emparentar a los aborígenes isleños con los cromañones europeos, no sólo para defender las teorías evolucionistas, sino en un alarde de difusionismo. A pesar de que tanto en el tamaño como en el material, las hachas diferían de las europeas, Chil no dudó en defender su teoría que, en realidad, nunca fue puesta en duda hasta que, en 2004, Farrujia aportó numerosas pruebas documentales de que no eran canarias sino de Puerto Rico, y lo que es peor, de que el fundador del Museo Canario lo sabía. Con estas 'pruebas', se podía "insertar a Canarias en la corriente de las grandes culturas europeas prehistóricas, por lo que parece fuera de toda duda la finalidad vindicativa que subyació en esta hipótesis de poblamiento defendida por Chil para Canarias", dice el prehistoriador.

Aunque el científico no volvió nunca a hacer referencia a las hachas, todos los autores que vinieron más tarde dieron por cierta su versión. René Verneau, que estuvo en las Islas entre 1876 y 1878, introdujo la teoría de que los aborígenes eran europeos, pero que en Gran Canaria convivían cromañones con semitas, de ahí el refinamiento de estas hachas. Lo único que fallaba era el material, por lo que probó con la hipótesis de que fueron introducidas. Una raza superior, la semita, se habría sobrepuesto a la inferior, la guanche (cromañón) y las hachas eran la prueba.

Con la honrosa excepción de Pericot, en 1955, que recomendaba un mejor estudio de las piezas, el resto de investigadores fueron metiendo la pata uno tras otro, en muchos casos sin ni siquiera haber tenido en sus manos los objetos de piedra. Simón Benítez Padilla hace el estudio más concienzudo en 1965. Define que hay cinco hachas en la colección del Museo, de las que cuatro son de jadeíta. Achacando su llegada a Canarias por el "comercio neolítico", sitúa su procedencia nada menos que en los Alpes occidentales, "bien de la vertiente italiana, bien de la suiza". Otra vez difusionismo e historicismo cultural. José Farrujia considera, no obstante, que "no parece razonable hablar de la llegada de una tribu a Canarias, la cual, como elemento cultural, aportó única y exclusivamente las hachas de jadeíta. Además, habría que explicar por qué esa supuesta arribada fue selectiva, afectando sólo a Gran Canaria y La Gomera (donde se sitúa el origen de una de las cinco piedras)". Pero hay más, las dataciones no corresponden. Para que esto fuera cierto, el poblamiento de Canarias debió haberse producido en la Prehistoria, cuando se considera que fue en el primer milenio antes de nuestra era.

Además del hecho de que la famosa tercera hacha, la reconocida por Chil como antillana, fuera exacta a las dos supuestamente aruquenses, el destino quiso que, en su recopilación de todo lo publicado sobre arqueología en el siglo XIX, Farrujia diera con un libro que le aclaró muchas dudas. En su Historia de las Islas Canarias (1911), Miguel Maffiote y La Roche decía: "Remontándonos con la imaginación a la distancia de siete lustros, nos acordamos de que allá por los años de 1877 sacó el doctor Verneau los moldes de tres hachas de piedra pulimentada, dos de las cuales habían sido enviadas por el doctor D. Domingo Bello y Espinosa a su amigo D. Pedro Maffiote desde la América central, y la otra había sido encontrada en La Gomera y enviada también por D. Vicente Pérez y Sierra al mismo D. Pedro". Eureka. El doctor Bello había vivido la friolera de 30 años en Puerto Rico... Las piezas del puzzle comenzaban a encajar.

El doctor en Prehistoria tinerfeño sitúa el origen de las hachas en la cultura Arawak, Aruaca o Sub-taína, "es decir, a la representada por los pobladores que, procedentes de la región déltica del Orinoco, se expandieron paulatinamente por el arco antillano en varias oleadas migratorias, acaecidas a principios de la era cristiana y con duración variable, del 200 al 600 de nuestra era". En su industria lítica destacan las hachas de forma 'amigdaloide' (como las de Chil), de materiales como peridotita, diorita, nefrita, jaspe o jadeíta. Farrujia cree que Chil cambió Monte Lentiscal por Arucas como lugar del 'feliz hallazgo' por la similitud entre este topónimo y Arawac o Aruac, con toda la intención. 

Las hachas de jadeíta fueron retiradas de la exposición del Museo Canario y, cuando sea posible, se les extraerá una muestra para comprobar de qué están hechas. Ese día, el misterio quedará resuelto.


Extraído de La Provincia

El poblado fenicio del Castillo de Doña Blanca.


El arqueólogo, sumido en su tema de investigación, sueña y anhela hallar el yacimiento que le proporcione los datos necesarios para analizar la etapa histórica que quiere reconstruir mediante todos los elementos posibles de análisis. Cuando cree que ha encontrado lo que buscaba, siente una inmensa satisfacción y un deseo compulsivo de ver lo pretendido y poseerlo, que sólo puede comprender quien esté en una situación similar. Es lo que me ocurrió cuando en una tarde calurosa del mes de mayo de 1979, en la Universidad Autónoma de Madrid, en la última clase del curso, un alumno gaditano, ante mi pregunta de dónde se podría excavar para investigar los inicios de la presencia fenicia en Cádiz, me indicó que conocía un montículo artificial en El Puerto de Santa María donde había recogido materiales fenicios. El lugar es el Castillo de Doña Blanca, del que no había oído nunca hablar ni leído alguna noticia publicada. Y, a partir de ese día, comenzó una historia que dura hasta hoy. Es tan larga la historia, es tan poco el espacio que tengo para escribirla, que sólo referiré una mínima parte de ella, la de su situación y su espacio. Dejo para otra ocasión otros temas de interés. Merece volver sobre ello.
Se sitúa la ciudad, sin nombre todavía, al pie de la Sierra de San Cristóbal, una espina dorsal alargada que separa el mar de la rica campiña. Los primeros fenicios que navegaron a Occidente se asentaron en la isla gaditana y poco después, en tiempo tan escaso que no es fácil precisarlo, eligieron la sierra para construir una ciudad y permanecer por siempre. Un lugar idóneo para sus embarcaciones, para divisar a lo lejos, y en todas las direcciones, al enemigo o al amigo, vigilantes en la cima de la sierra, con abundante agua dulce, piedra y madera para sus construcciones y muy cerca de la campiña, excelente para el cultivo. Un lugar inmejorable para sus pretensiones. Por el flanco oriental del lugar elegido, desembocaba en ese tiempo el río Guadalete, y a sus pies se extendía la antigua línea de la costa, pues hasta ese lugar alcanzaba la bahía gaditana. Hoy el lugar se halla transformado, aunque se puede reconstruir su historia, pues el Guadalete con sus aluviones constantes durante siglos fue rellenando toda la zona delantera hasta la actual Valdelagrana y él mismo discurre, serpenteando entre ellos, hasta desembocar en El Puerto de Santa María. También ha desaparecido la masa forestal, de pinos, olivos y encinas, que se erguía en su entorno. Y la sierra ofrece un aspecto triste y lunar, horadada por las numerosas canteras al aire libre que en pocos años han cambiado su topografía. La ciudad, fenicia y turdetana, tan llena de acción y de historia, se abandonó a fines del siglo III a. de C. Pero los trabajos arqueológicos, con el pico y la pala y el trabajo de operarios, alumnos y arqueólogos, la han despertado de su estado durmiente. Es lo que también aportan estas investigaciones, su poder de resucitar el pasado, para quienes con su trabajo lo hacen posible y para aquellos que tienen la curiosidad y la pasión de conocer las antiguas historias. Por ello es tan excitante. El arqueólogo es, además, un resurrector, si es lícito emplear este término, quien rescata la vida del olvido.
El poblado, o la ciudad amurallada propiamente dicha, es un montículo artificial aproximadamente rectangular, junto a la antigua costa, de más de trescientos metros de este a oeste y de poco más de doscientos de norte a sur, unas siete hectáreas de extensión mal contadas, y posee de 7 a 9 metros de niveles estrictamente arqueológicos, que narran con sus restos de ciudades superpuestas una historia que abarca desde finales del siglo IX a fines del III a.C., unos quinientos años cruciales para la historia de Occidente. En su esquina sudeste se advierte un espigón alargado que conducía al puerto y a la zona portuaria -de unas 6 Ha de extensión-, con grandes naves alargadas que albergarían las embarcaciones en épocas no navegables y otras cuadrangulares para el depósito de mercancías, todo ello ceñido por una recia muralla. Por el norte, y en la falda de la sierra, se extiende la necrópolis en casi 200 Ha. Y en su punto más alto, conocido como Las Cumbres, un altar sacrificial de cazoletas de la Edad del Cobre, el lugar de habitación de la comunidad autóctona del Bronce final y zonas industriales de los siglos IV y III a.de C., entre las que se ha excavado casi por completo una zona industrial para la elaboración de vino, con sus zonas de trabajo, almacenes, santuario y la vivienda del propietario. Junto a la ciudad fenicia, en el lugar denominado La Dehesa, se esparce un poblado muy antiguo, del tercer milenio a.C., que ha proporcionado numerosas viviendas circulares. Y más restos se hallan repartidos por el entorno de la ciudad fenicia. En suma, más de trescientas hectáreas plenas de restos arqueológicos. A esto debemos añadir la ocupación en época islámica -la más antigua conocida-, desde el siglo VIII al XII-XII del Castillo de Doña Blanca, y más tarde la construcción de la ermita, confundida con una torre defensiva que da nombre al yacimiento -Castillo de Doña Blanca, que ha originado una historia romántica y de muerte- y las actividades extractivas de piedra para la construcción que han dejado numerosas canteras de pilares de extraordinaria belleza arquitectónica.
Me quedo aquí, en la descripción de los elementos que componen este extraordinario lugar histórico y arqueológico, que tanto interés despierta entre los investigadores y amantes del pasado.
Extraído de La Voz Digital

Ya en redacción la cripta arqueológica del Patio de Banderas para arrancar las obras en marzo de 2013.


 La Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla redacta ya, con un presupuesto estimado de 3,5 millones de euros y un plazo aproximado de 20 meses para su ejecución, un proyecto integral para instalar en el Patio de Banderas, en los aledaños de los Reales Alcázares, una cripta arqueológica en torno a las ruinas romanas, paleocristianas e islámicas que guarda dicho espacio. El proyecto contempla, además, la transformación de la casa número 15 del Patio de Banderas en un centro de interpretación y la excavación de un túnel que conecte esta antigua vivienda con la propia cripta arqueológica.

   El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido (PP), ha visitado este jueves el imponente yacimiento arqueológico del Patio de Banderas acompañado del primer teniente de alcalde y delegado del Real Alcázar, Javier Landa, y del arqueólogo director de este conjunto palaciego declarado Patrimonio de la Humanidad, Miguel Ángel Tabales.

   Tras inspeccionar el yacimiento, todos ellos han celebrado una rueda de prensa al objeto de exponer el resultado de las últimas excavaciones arqueológicas promovidas en el enclave y el destino de los activos patrimoniales descubiertos en el Patio de Banderas, uno de los lugares más simbólicos de Sevilla por su relación con el recinto palaciego.

LA HISTORIA ANTIGUA DE SEVILLA EN UN SOLO ENCLAVE.

   Durante su comparecencia, el alcalde hispalense y Miguel Ángel Tabales han explicado que en los últimos años, el Patronato del Real Alcázar, que gestiona este conjunto palaciego declarado Patrimonio de la Humanidad, ha promovido una intensa campaña de excavaciones arqueológicas en el Patio de Banderas, donde de hecho se ubicaría el primitivo acceso al recinto fortificado. En este enclave, pero en 1974, el arqueólogo Manuel Bendala Galán había descubierto unos restos arquitectónicos de época medieval que él atribuía entonces a una antigua basílica paleo cristiana.

   Continuando con las catas arqueológicas antaño realizadas por Manuel Bendala Galán y una nueva investigación impulsada en 1999, estas excavaciones han propiciado en los últimos tiempos la identificación del más antiguo vestigio de ocupación humana de la ciudad hispalense, fosas y un fondo de cabaña con restos de lo que pudiera haber sido una cocina utilizada allá por el siglo IX antes de Cristo, según han explicado el primer edil y Tabales.

DESDE LA HISPALIS ROMANA A LA ISBILIYA ISLÁMICA.

   Los arqueólogos han descubierto también restos de muros correspondientes a un antiguo edificio de la Hispalis romana. Se trataría de un edificio datado en el siglo I antes de Cristo, del periodo republicano, y de gran tamaño dada la envergadura de sus sillares. Según ha detallado Miguel Ángel Tabales, estos vestigios arquitectónicos podrían haber correspondido a un almacén quizá relacionado con el puerto de la antigua ciudad romana. Siguiendo la secuencia cronológica, los investigadores han descubierto además restos arquitectónicos datados en el siglo V después de Cristo y relativos a un edificio religioso perteneciente a la cultura paleo cristiana, así como vestigios de otro edificio levantado en torno al siglo VII sobre este último y también asociado al culto cristiano.

   "No hemos encontrado la basílica que Manuel Bendala Galán pensaba que estaba en este entorno", ha dicho no obstante el arqueólogo director del Real Alcázar. Las ruinas más recientes halladas en el yacimiento, según Tabales, corresponden al viario público y los alzados de un barrio de la antigua medina islámica, restos datados estos últimos en el siglo XI después de Cristo.

NUEVAS EXCAVACIONES Y PROYECTO TÉCNICO PARA LA CRIPTA.

   Ambos han destacado el valor de los vestigios arqueológicos que guarda el Patio de Banderas al reunir "la historia de Sevilla desde el siglo IX antes de Cristo hasta el siglo XI" de la era en curso. De hecho, el alcalde ha anunciado que la siguiente fase de la intervención arqueológica cuenta ya con un presupuesto de 234.800 euros, al objeto de que las excavaciones sean reanudadas en aproximadamente un mes y se prolonguen durante otros cinco meses.

   Pero lo más importante es que la Gerencia de Urbanismo, como ha anunciado el alcalde, redacta ya un proyecto integral destinado a instalar sobre el yacimiento arqueológico una "cripta" que acoja las ruinas y permita su visita. Juan Ignacio Zoido ha detallado que el proyecto técnico apunta un presupuesto estimado de 3,5 millones de euros y un plazo de ejecución de aproximadamente 20 meses y contempla, además, la creación de todo un "centro de interpretación" en la casa número 15 del Patio de Banderas, cuya cesión reclama el Consistorio hispalense a la Dirección Nacional de Patrimonio del Estado. El proyecto, además, incluye la construcción de un túnel que conecte el futuro centro de interpretación con la propia cripta arqueológica.

SIN AFECCIONES AL PATIO DE BANDERAS.

   "Queremos que el yacimiento, que contiene la historia de Sevilla durante más de 2.000 años, pueda ser contemplado por todo el mundo y que sea un reclamo turístico para que la ciudad siga creciendo", ha enfatizado el primer edil, quien ha defendido que la cripta en cuestión será instalada "bajo rasante" y no afectaría a "la fisonomía tradicional y la imagen" del Patio de Banderas. El proyecto, además, contempla la integración del área excavada en 1974 por Manuel Bendala Galán en la propia cripta arqueológica, que así sumaría aproximadamente 600 metros cuadrados con una profundidad de entre cinco y seis metros.

   Así, Juan Ignacio Zoido ha explicado que sus previsiones pasan por la "presentación" del proyecto integral de la cripta arqueológica y el centro de interpretación el próximo mes de septiembre, al objeto de que los primeros trabajos arranquen "en marzo" de 2013 una vez licitados y adjudicados.
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Extraído de Europa Press

Descubierta una inscripción de la época romana en la Muralla de Lugo.

El hallazgo se produjo durante las labores de restauración de uno de los cubos.



Una inscripción romana fue descubierta en la Muralla de Lugo durante los trabajos de restauración que los técnicos realizaban en uno de los cubos del monumento. El hallazgo fue dado a conocer durante una visita del conselleiro de Cultura, Jesús Vázquez. Técnicos de la Dirección Xeral de Patrimonio creen que esta inscripción podría referirse a una contrata de la Muralla y aludir al dueño de un taller.
Extraído de La voz de Galicia

Hallados restos prehistóricos en las obras de la autovía en Baio.

En O Valouco hubo asentamientos hace entre 4 y 6 milenios.




Restos arqueológicos de más de cuatro mil años de antigüedad fueron descubiertos recientemente en plena obra de la autovía de la Costa da Morte, entre Carballo y Berdoias. En concreto, aparecieron en los trabajos previos a la construcción lo que parecen evidencias de un asentamiento prehistórico.
A la espera de un estudio más detallado que se está elaborando (y que analizará la Dirección Xeral de Patrimonio), correspondería a un poblado situado en un período entre el Calcolítico (o Edad de Cobre) hasta la Edad de Bronce. Cronológicamente, entre finales del cuarto e inicios del segundo milenio antes de Cristo.
Este asentamiento se encuentra en la zona conocida como O Valouco, en la parroquia de Baio (no lejos de la iglesia vieja y hacia el oeste), del que ya constaba la existencia de una mámoa, tanto en el planeamiento urbano del Concello de Zas como en la documentación evaluada a principios del 2009 por la Dirección Xeral de Calidade e Avaliación Ambiental para el desdoble de la vía entre Zas y Vimianzo, en una distancia de 16,46 kilómetros, resolviendo que no era necesaria una declaración de impacto ambiental.
Tras los análisis realizados desde el mes de octubre por un equipo de arqueólogos ha habido varios hallazgos. Destaca, según la información proporcionada por la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestruturas, la localización de once fondos de cabaña (solo la huella, sin estructura) de varias tipologías y dimensiones, además de nueve zanjas longitudinales «de dudosa adscripción, tanto cultural como cronológica, y funcionalidad». También han aparecido 27 fosas circulares u ovaladas dispersas, 35 agujeros de poste, una estructura de combustión, un hogar y una estructura indeterminada, formada por grandes lajas graníticas.
El material arqueológico recuperado en estos trabajos «es reducido», con 62 piezas cerámicas y 21 líticas (piedras).
Los trabajos de excavación arqueológica realizados hasta el momento han consistido en el registro, documentación y excavación de las estructuras de Valouco, en un área situada entre los puntos kilométrico 0,240 y 0,480 (desdoble de Baio a Vimianzo), abarcando una superficie aproximada de 11.650 metros cuadrados, algo que permitió «conocer la estratigrafía y potencialidad arqueológica del subsuelo», indican los arqueólogos en el informe remitido a la Consellería de Medio Ambiente.
Valoración realizada.
Los expertos añaden: «A la vista de los resultados obtenidos, desde el punto de vista patrimonial consideramos que el yacimiento de Valouco ha sido lo suficientemente valorado tras haber excavado, registrado y documentado en planta todas las estructuras arqueológicas localizadas en el área de ocupación». Mientras se elabore el informe arqueológico, lo arqueólogos mantienen «la cautela» sobre la superficie indicada.
Los arqueólogos recuperaron 62 piezas cerámicas y 22 líticas, entre otros hallazgos.
Extraído de La Voz de Galicia

Las cabezas de los Moái de Isla de Pascua tienen cuerpo y brazos esculpidos.

Un moái (del rapanui moai, “escultura”) es una estatua de piedra monolítica que sólo se encuentra en la Isla de Pascua o Rapa Nui, perteneciente a laV Región de Valparaíso, Chile.
El significado de los moáis es aún incierto, y hay varias teorías en torno a estas estatuas. La más común de ellas es que las estatuas fueron talladas por los habitantes polinesios de las islas, entre los siglos XII y XVII, como representaciones de antepasados difuntos, de manera que proyectaran su mana (poder sobrenatural) sobre sus descendientes.

Debían situarse sobre los ahus (plataformas ceremoniales) con sus rostros hacia el interior de la isla y tras encajarles unos ojos de coral o roca volcánica roja se convertían en el aringa ora (rostro vivo) de un ancestro.
Sorprendente revelación…las cabezas tienen cuerpo.
Moai sin terminar en la ladera de la cantera Rano Raraku
MOAIS EN LA LADERA DEL VOLCAN RANO RARAKU

La piedra volcánica color gris, de las cuales están talladas los moai provenía de este volcán Rano Raraku. Todos los moai que estan de pie han sido erigidos recientemente, ya que los mismos habían sido derribados antes el siglo XVIII. La desordenada ubicación de los moai en Rano Raraku indica que probablemente estaban siendo trasladados al Ahu de algunas aldeas y que fueron abandonados a causa de la guerra.
El tipo de piedra que se encuentra en el lugar es única en la isla, la que es llamada “Toba Lapilli”, la principal característica de ésta es su poca dureza, lo que habría beneficiado a los artesanos permitiéndoles mayor facilidad al momento de tallar los moai. Además de esto, el volcan Rao Raraku, se encontraban cerca del área de la peninsula de “Poike”, donde tenían el recurso madera gracias a las palmeras que allí existieron.
Otro estilo de Moai: Si bien todos los moai son diferentes, todos estan tallados baje el mismo estilo: Angulos rectos, nariz perfilada, faciones duras, cuerpo estilizado. Sin embargo, fue encontrado por el famosisimo explorador Thor Heyerdahl (Uno de los tantos investigadores que han tratado de demostrar la procedencia de la Cultura Polinésica) en una expedición que realizó en 1955: El “Tuku Turi”. Este moai a diferencia de los otros, esta sentado, ademas su cuerpo y cabeza son de forma y proporciones mucho mas anatomicamente correctas que el resto de los moais, su nariz es chata y redondeada. Se estima que su data es del siglo VI.
“En el libro “Aku Aku” aparece que fue una verdadera sorpresa para los Rapa Nui encontrar este moai, porque nunca habían visto otro similar ni escuchado alguna leyenda acerca del Tuku Turi.
ALGUNOS DE LOS MOAI MÁS ESTUDIADOS DE ISLA DE PASCUA
Gráfico comparativo de sus dimensiones
Extraído de Maestro Viejo