Diez inventos que cambiaron la Historia

Una huella imborrable Imagen meramente ilustrativa. En la vasta y fascinante historia de la humanidad, ciertos inventos han dejado una huell...

Los secretos del Foro Romano de Cartagena, al descubierto.


A partir del sábado que viene comienzan las visitas guiadas para conocer los secretos del yacimiento cartagenero.




Cartagena Puerto de Culturas mostrará los secretos del Barrio del Foro Romano por medio de los arqueólogos y restauradores, que enseñarán a los visitantes los hallazgos y los rincones no visitados del yacimiento, según han informado fuentes municipales en un comunicado.

El equipo que ha dirigido estos trabajos contarán al público, cual ha sido su experiencia en este largo camino, las anécdotas, la emoción de cada pieza encontrada, clave para la interpretación de cada uno de los espacios con más de dos mil años de historia.

Las visitas se realizarán durante los próximos seis sábados, a partir de este sábado y hasta el 9 de junio, con dos pases por día, uno a las 11.00 horas y otro a las 12.00. Para los visitantes interesados en acudir a todas las sesiones, tendrán la opción de adquirir un abono con un cincuenta por ciento de descuento en la entrada.

De este modo, las visitas comenzarán con una explicación general del espacio por parte del guía y a continuación el director de arqueología o restauración realizará esta visita especial, con la siguiente programación para cada uno de los días.

La concejal de Cultura, Rosario Montero, ha explicado que estas visitas son para que tanto el cartagenero como el turista descubran cuál ha sido el fruto del trabajo de los arqueólogos en el Molinete. Son excavaciones que llevan su tiempo es importante que la gente lo conozca y sepa cómo trabaja el arqueólogo.

En otras ciudades los guías van explicando cómo han ido los trabajos y qué es lo que queda por hacer y eso es mucho más gratificante que las visitas normales. Desde que el barrio del Foro Romano se abrió el Viernes de Dolores, han pasado por el yacimiento más de 3.000 visitantes.

Extraído de La Opinión de Murcia

Los inmigrantes del sur de Europa llevaron la agricultura a los cazadores suecos.


Las prácticas agrícolas se expandieron por el viejo continente gracias a la migración de los antiguos europeos del sur a las regiones del norte. Así lo demuestra un estudio genético de restos humanos de hace 5.000 años en Suecia. Las sociedades cazadoras-recolectoras y agrícolas se mezclaron dando lugar al genoma europeo actual.

Fotografía de las excavaciones y los restos de un cazador-recolector en Gottland, Suecia. Imagen: Göran Burenhult

Uno de los hitos más discutidos de la historia de la humanidad es la transición de las sociedades cazadoras-recolectoras a agrícolas. Ahora, el análisis del ADN de restos humanos de hace 5.000 años encontrados en Suecia demuestra que la agricultura llegó al norte de Europa de la mano de los granjeros del sur. Según un equipo de investigadores suecos, estos colonos emigrantes popularizaron las prácticas agrícolas y se mezclaron con los cazadores.

“La llegada de la agricultura es, probablemente, la base de toda nuestra civilización moderna” afirma Mattias Jakobsson, científico de la Universidad de Uppsala y coordinador de este trabajo, publicado en la revista Science.
"Hemos podido analizar el material genético de restos humanos de las dos culturas y lo que resulta sorprendentemente es que vivieron mucho tiempo y muy cerca, a tan solo 400 kilómetros, sin interaccionar”, explica Pontus Skoglund, investigador de la misma universidad sueca y primer autor del estudio.
Los genetistas obtuvieron el ADN de los restos de tres individuos cazadores-recolectores y un agricultor. “Gracias a los arqueólogos sabemos que hay muchas diferencias entre las dos sociedades: las tradiciones funerarias, la cerámica, los restos de animales de caza, etc. Podemos distinguir bien las dos culturas”, señala Jakobsson.
Según los científicos, la gran afinidad genética entre los agricultores del norte y del sur del continente demuestra que la expansión de la agricultura por Europa no fue solo un proceso cultural, sino que implicó la migración de personas."Después de comparar los datos obtenidos con los de las poblaciones modernas europeas nos dimos cuenta de que los cazadores-recolectores de la Edad de Piedra tenían una variabilidad genética muy similar a la de los finlandeses, mientras que los granjeros eran muy cercanos a las poblaciones Mediterráneas”, afirma Skoglund.
"Cuando ponemos estos hallazgos en su contexto arqueológico, emerge la historia de esta migración en la Edad de Piedra –señala Skoglund–. Y el resultado de este movimiento de personas, 5.000 años después, es la mezcla de su material genético en la población moderna”.

La llegada de la agricultura a Europa.
La agricultura se desarrolló en Oriente Medio hace unos 11.000 años y llegó a Europa hace 5.000. Aunque en los últimos 100 años se ha investigado mucho sobre esta cuestión, hasta ahora no se sabía si esta expansión era meramente cultural o implicaba la migración de personas.
El éxito de este estudio recae en las modernas técnicas de laboratorio y el buen grado de conservación del material encontrado. “Una de las fortalezas de nuestros resultados es que no son una extrapolación sino que son fruto del material genético de representantes de las dos culturas” señala Jakobsson.
Para asegurarse de que el ADN obtenido no estaba contaminado con material genético moderno en la investigación se caracterizaron 250 millones de pares de bases de los cuatro esqueletos estudiados. Además los científicos incluyeron varios miles de marcadores genéticos en su estudio y compararon sus hallazgos con una gran cantidad de datos genéticos de los individuos vivos.
Extraído de Agencia Sinc

Hallan sangre en cuchillos milenarios.




La restauradora del Instituto nacional de Antropología e Historia (INAH), Luisa Mainou, identificó —en colaboración con especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)— células sanguíneas humanas mineralizadas de hace dos mil años.

El hallazgo se hizo en 31 cuchillos de obsidiana que eran usados para sacrificios y que fueron encontrados en la ciudad prehispánica de Cantona, Puebla.

De acuerdo a un comunicado del INAH, algunos de estos artefactos también conservan fragmentos de tejidos musculares, tendones, piel y cabello, con lo que verifica, con pruebas de laboratorio, el sacrificio humano entre las culturas mesoamericanas, y abre nuevas posibilidades para solventar el desafío metodológico que implica estudiar esta antigua práctica religiosa.

La observación de las partes microscópicas del cuerpo humano que quedaron adheridas a los cuchillos de Cantona fue posible luego de 20 años de investigación, trabajo en laboratorio y prácticas aplicadas en diversos materiales recolectados en otros sitios arqueológicos que también presentan restos de materia humana.

Mainou detalla en su informe que fue en 1992 cuando detectó por primera vez vestigios de sangre humana en un cuchillo de sacrificio, hallado por el arqueólogo Luis Morlet, en el sitio Zethé-Hidalgo.

La especialista precisa que al revisar la pieza a través del microscopio electrónico de barrido descubrió elementos que por su apariencia, su forma y dimensiones, definitivamente se trataba de células sanguíneas, específicamente eritrocitos, y así comenzó su investigación.

“Poco a poco fueron llegando más piezas al Laboratorio de Restauración de Material Orgánico, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH. Había que conjuntar los resultados de varios casos para poder afirmar científicamente que en esas piezas cortantes se preservaron las pruebas irrefutables (tejidos orgánicos) de los sacrificios”.

Mainou recibió un conjunto de 31 cuchillos de obsidiana, encontrados por los arqueólogos: Yadira Martínez Calleja y Ángel García Cook, en el sitio prehispánico de Cantona, donde se realizaban importantes rituales y ceremonias religiosas, que incluían prácticas como la decapitación, mutilación y desmembramiento, como parte de la cosmovisión religiosa, según afirman estudios arqueológicos. 

“Esta es una ventana a otros mundos culturales, el umbral que puede conducir a la realidad biológica de tiempos antiguos”.

Como si se tratara de la piel de una persona a la que se le va hacer el diagnóstico de una enfermedad, cada cuchillo fue reconocido milímetro a milímetro por la experta del INAH, a través del lente del microscopio estereoscópico.

Con navajas de bisturí despegó una milimétrica cantidad de aquellas manchas y las fue colocando en guardas especiales para preparar las muestras que analizaría en un microscopio más potente, llamado electrónico de barrido, que permite obtener los componentes químicos de esas “cascaritas” que quitó de los artefactos prehispánicos.

En los artefactos prehispánicos también se encontraron restos de tejido muscular, piel, pelo, colágena y fibrina. “Estos hallazgos confirman que los cuchillos se usaron para sacrificio”, dice Luisa Mainou.

Pero encontró algo más, en algunas piezas se halló mayor cantidad de eritrocitos, mientras que otras tienen más piel, y algunas presentan más número de fragmentos de tejido muscular o fibras de colágena o fibrina, “lo que hace suponer que la forma de la herramienta cortante determinaba el uso que se le daba”.

Los especialistas consideran que el estudio del sacrificio humano, a partir de materiales y contextos arqueológicos, implica un desafío metodológico, analítico e interpretativo, debido a la diversidad de formas y circunstancias en que ocurrieron éstos, y que fueron descritos en crónicas de evangelizadores, códices, cerámica, pintura y escultura.
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Extraído de El Informador

Una duplicación genética nos diferenció del resto de los primates.

La copia de un gen implicado en el desarrollo cerebral propició el aumento de nuestras conexiones neuronales hace 2,4 millones de años, revela un estudio.

Investigadores de The Scripps Research Institute de Estados Unidos han demostrado que una copia extra de un gen implicado en el desarrollo cerebral, el SRGAP2, aparecida en el genoma de nuestros ancestros hace unos 2,4 millones de años, propició que las neuronas de nuestro cerebro desarrollasen más conexiones. La consecuencia fue que, desde entonces, comenzamos a diferenciarnos del resto de los primates. El hallazgo, además de ayudar a la comprensión del proceso evolutivo humano, permitirá entender mejor trastornos específicos del desarrollo relacionados con conexiones neuronales anómalas, como el autismo o la esquizofrenia. Por Yaiza Martínez.


¿Qué cambios genéticos propiciaron la aparición de diferencias entre los humanos y otros primates en el proceso evolutivo de nuestra especie? Hasta la fecha, los científicos habían catalogado unos 30 genes que jugaron un papel en este proceso. Estos genes se duplicaron en nuestro genoma menos de seis millones de años antes de que la diferenciación comenzara.


Ahora, un equipo de investigadores de The Scripps Research Institute, en Estados Unidos, ha hecho un importante avance en la comprensión de la genética subyacente a la caracterización única del ser humano.


Concretamente, los científicos han conseguido demostrar que una copia extra de un gen implicado en el desarrollo cerebral, el SRGAP2, aparecida en el genoma de nuestros ancestros hace unos 2,4 millones de años, propició que las neuronas desarrollasen más conexiones.


Según los investigadores, dicha copia del SRGAP2 no aumentó la función del gen original, sino que interfirió con ella, proporcionando más tiempo a las neuronas para hacer sus conexiones, en un cerebro más grande.


Franck Polleux, responsable de la investigación declara en un comunicado de The Scripps Research Institute que este hallazgo parece ser “un importante ejemplo de la innovación genómica que contribuyó a la evolución humana”.
El científico añade que “el descubrimiento de que un gen duplicado pudo interactuar con un gen original también sugiere una nueva forma de pensar sobre cómo se produjo la evolución, y debería darnos claves sobre ciertos trastornos específicos del desarrollo, como la esquizofrenia o el autismo”.


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'Oetzi', el 'hombre de los hielos', fue asesinado de un flechazo.



Glóbulos rojos hallados en las heridas del llamado 'hombre de los hielos', Oetzi, que vivió hace 5.300 años, confirman que murió a causa de un flechazo, según publica hoy la revista británica 'Journal of the Royal Society Interface'.
Oetzi, bautizado así por la región alpina italiana donde fue encontrado, es la víctima del primer asesinato del que se tiene constancia científica.
Su cuerpo momificado fue hallado en un glaciar entre Italia y Austria en 1991 y hasta ahora se pensaba que, aunque resultó gravemente herido por una flecha que le atravesó su espalda, fue posiblemente rematado de un golpe en la cabeza, que le habría causado la muerte.
Sin embargo, según explicó Albert Zink, líder del equipo investigador del 'hombre de los hielos' radicado en Bolzano (norte de Italia), el estudio de los glóbulos rojos confirma que murió alrededor de los 46 años, por los graves daños que la flecha le causó en las arterias.
"Estos glóbulos rojos tienen la misma morfología que los modernos, por lo que Oetzi no sufría ninguna enfermedad derivada de una alteración en ellos, y nos indican también que la herida de su espalda era fresca, por lo que murió pocos minutos después de recibir el impacto de la flecha", aseguró Zink.

Los glóbulos rojos más antiguos.

"Lo más probable es que muriese en el mismo sitio en el que fue encontrado porque no tenemos ninguna prueba de que fuese transportado desde otro lugar", añadió el investigador, que dirige un equipo dedicado en exclusiva al estudio de Oetzi.
Estos glóbulos rojos, encontrados en la espalda y en la mano derecha, son además los más antiguos de los que se tiene constancia.
Su hallazgo "fue una gran sorpresa porque no estábamos seguros de encontrar ninguno. Hemos estado buscándolos durante casi 20 años y es la primera vez que los vemos", afirmó Zink.
Los glóbulos rojos, las células más abundantes en la sangre, suelen degradarse muy rápido y no aparecieron en los escáneres previosrealizados al cadáver de Oetzi.

Análisis del tejido de las heridas.

Sin embargo, el equipo de Zink analizó ahora muestras de los tejidos que rodean las dos heridas de Oetzi, una en su mano derecha y otra en su espalda, con un microscopio de fuerza atómica.
Esta herramienta nanotecnológica permite escanear la superficie de las muestras y distinguir detalles tridimensionales con una amplificación de varios millones de veces.
Así, hallaron varias estructuras circulares que recordaban la forma de los glóbulos rojos y Zink pudo confirmar mediante una técnica láser la presencia de hemoglobina y otras proteínas.
Este descubrimiento significa que, además del cadáver, también se conservó la sangre de Oetzi en buen estado durante más de 5.000 años gracias a las bajas temperaturas reinantes en el glaciar.

Una visión de la Edad del Cobre.

Hallado junto con una colección de ropas y armas, Oetzi ofrece una visión sin precedentes sobre el Neolítico tardío o la Edad del Cobre, que se exhibe desde 1998 en el museo de Bolzano.
Con anterioridad, el equipo de Zink había documentado la presencia de hemoglobina -una proteína presente en los glóbulos rojos cuyo objetivo es transportar el oxígeno hacia los diferentes tejidos del cuerpo- en una herida de su mano. En febrero pasado los arqueólogos revelaron su genoma completo.
Extraído de El Mundo

Silencio arqueológico.


La historia de una ciudad cualquiera, Cádiz por ejemplo, se reescribe cada vez que los arqueólogos se sumergen en el subsuelo para rescatar un hallazgo de valor. La arqueología es la expresión más auténtica de la nunca inventada máquina del tiempo, su trabajo, concienzudo y preciso, permite descubrir cómo eran nuestros antepasados, cómo vivían, a qué se dedicaban o cómo morían, una información vital para conocer nuestras raíces más profundas. Es tan fundamental para la historia de una ciudad, como por ejemplo para Cádiz, que en ocasiones no se entiende el mutismo oficial que generalmente rodea a un hallazgo, hasta el punto de prohibir que los arqueólogos hagan declaraciones a los medios, ellos que son los que saben, aunque sea para ofrecer una primera valoración de sus investigaciones. Es un silencio que se antoja excesivo en un asunto de indudable carácter público y de inequívoco interés histórico y cultural.

Extraído de Diario de Cádiz

El expolio que renace en California.


Los monjes de una abadía recomponen parte del «puzle» de un monasterio expoliado en la Alcarria hace 80 años por W. R. Hearst.



«El impresionante techo abovedado de la reconstruida sala capitular española puede verse finalmente en todo su esplendor. Los equipos han quitado el apuntalamiento y andamiaje antes del Domingo de Pascua». Son las frases que el 5 de abril escribió un monje de la abadía de New Clairvaux, en California, en el blog del proyecto «Sacred Stones» o Piedras sagradas, como se denomina la operación de reconstrucción de una parte del monasterio de Óvila, expoliado en Guadalajara en 1931.
Comienza así a escribirse el epílogo de una apasionante historia con dos vertientes, la de la vergonzosa destrucción de un conjunto arquitectónico del siglo XII en el corazón de la Alcarria, y la del empeño de un grupo de monjes cistercienses-trapenses por ponerlo en pie, 80 años después, a 10.000 kilómetros de distancia.
La demolición de Santa María de Óvila, en Trillo, es uno de los más graves saqueos a cielo abierto registrados en la historia española junto al del monasterio de Sacramenia de Segovia, actualmente en Miami. Detrás de ambos está la mano negra de William Randolph Hearst, el magnate de los medios de comunicación norteamericano retratado crudamente por Orson Welles en Ciudadano Kane. Fue «el gran acaparador», como lo denomina el arquitecto José Miguel Merino de Cáceres, profesor titular de Historia de la Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid y supervisor de la reconstrucción de la sala capitular.
Hoy, los monjes de New Clairvaux preparan la ceremonia de albricias, fiesta que se hacía antiguamente tras la retirada de los andamios, en la que se ofrecía un alboroque o convite a los obreros. Faltan aún tareas como sellar las juntas, solar el recinto y aplicar una lechada a las piedras para paliar el contraste entre las originales y las añadidas.Pero se ya se ve el final de una obra que ha atravesado muchas incertidumbres económicas y no poca complejidad técnica. Detrás quedan años de empeño de una comunidad de apenas 30 de monjes que soñaban con hacer resonar entre las sagradas piedras los capítulos de la regla de San Benito, como había ocurrido seis siglos antes en España. Pero también un minucioso trabajo para rescatar y recrear un conjunto arquitectónico del que no existían planos detallados, cuyas únicas pistas eran sillares deteriorados.
En realidad, sólo el 40 por ciento de la materia prima de las columnas, arcos y bóvedas que hoy exhiben con orgullo los monjes son piedras originales que salieron de Trillo, primero en camiones hasta Madrid, después por ferrocarril a Valencia, y finalmente en cargueros hasta San Francisco. Cuenta Merino de Cáceres, que ha dedicado media vida a estudiar los sucios manejos del tándem Hearst-Byne en España, que un centenar de peones de Trillo trabajaron en el desmontaje de la sala capitular y la iglesia, que el megalómano millonario quería erigir en su residencia estadounidense de Wyntoon. El extravagante proyecto de Hearst se vio truncado por las dificultades económicas subsiguientes al crac del 29, y las piedras acabaron extendidas a la intemperie en el parque Golden Gate de San Francisco, donde fueron pasto de pillajes, incendios y el castigo de la climatología. Pese a todo, en 1955 sobrevivían los suficientes sillares como para llamar la atención de Thomas X. Davis, el abad que obtuvo los derechos para usarlos en un nuevo monasterio.
Merino de Cáceres, experto en restauración de patrimonio, logró elaborar los planos con los que los canteros, el arquitecto y el constructor de la abadía californiana, sin conocimientos en arquitectura medieval, han logrado recomponer esta obra. Tuvo que convencerles, y no fue fácil, de que trabajaran con la medida del «pie castellano», usada en la arquitectura medieval, porque no había otra manera de guardar la relación exacta entre naves y bóvedas. Otra titánica tarea fue la de recomponer el rompecabezas, dado que las señales pintadas durante el desmontaje se habían perdido: «Hubo que extender todas las piezas, identificarlas, y con ellas, midiendo el pie del gigante, averiguar cuánto medía el gigante y qué dimensiones tenían las distintas partes, para luego elaborar los planos», relata el arquitecto.
Y antes de resolver el puzle, fue necesario reponer todas las piezas perdidas, o bien tallando a su medida piedras inservibles procedentes de otras partes del monasterio, o bien con nuevo material, extraído de una cantera de Texas. Una vez solventado, y salvadas las medidas antisísmicas obligadas en la zona, el montaje posterior era sencillo, desde el punto de vista técnico, aunque la obra se ha interrumpido en varias ocasiones por la falta de fondos. Mención aparte merece la campaña realizada para sufragar los costes de una obra inviable para la minoritaria confesión católica. Un comité de recaudación se encarga de atraer benefactores privados por distintos canales: la página web, reuniones sociales, boletines periódicos, visitas a las obras y desde este mes, a las espectaculares bóvedas apuntadas del nuevo Óvila californiano. Hearst no pudo verlo.
Extraído de ABC