La guerra contra los germanos: el desafío de la dinastía julio-claudia

El conflicto que marcó el destino de Roma Imagen meramente ilustrativa. La guerra contra los germanos fue uno de los episodios más dramático...

La dictadura de Sila: el golpe de estado que transformó la República romana

El ascenso de un general ambicioso

Imagen meramente ilustrativa.

La dictadura de Sila fue un período de la historia de Roma en el que el general Lucio Cornelio Sila ejerció el poder absoluto sobre la República romana, entre los años 82 y 79 a.C. El origen de esta dictadura se remonta a las guerras civiles que enfrentaron a los partidarios de Sila, los optimates, que defendían los intereses de la aristocracia senatorial, y los partidarios de Cayo Mario, los populares, que representaban a las clases populares y a los aliados de Roma.

Sila era un hombre de origen patricio, pero de escasa fortuna, que se había distinguido por su participación en la guerra contra Yugurta, en la que capturó al rey númida, y en la guerra contra Mitrídates, el rey del Ponto, que amenazaba las provincias romanas de Asia. Sila había sido elegido cónsul en el año 88 a.C., y había recibido el mando de la guerra contra Mitrídates, pero Mario, que era su rival político y personal, le arrebató el mando mediante una ley popular.

Sila no aceptó esta decisión, y marchó con sus legiones hacia Roma, convirtiéndose en el primer general romano que entró en la ciudad con sus tropas. Sila tomó el control de Roma, y anuló las leyes de Mario, al que obligó a huir. Sila también ordenó la proscripción y el asesinato de muchos de sus enemigos políticos, y restauró el poder del Senado. Sin embargo, Sila tuvo que abandonar Roma para reanudar la guerra contra Mitrídates, dejando a sus aliados al frente de la República.


La guerra abierta contra los populares

Mientras Sila estaba ausente, los populares se reorganizaron y formaron una coalición contra los optimates. Mario regresó a Italia con un ejército de esclavos y gladiadores, y se unió a Lucio Cornelio Cinna, que era el cónsul elegido por el pueblo. Juntos, tomaron Roma por la fuerza, y establecieron un régimen popular, que revocó las medidas de Sila, y promulgó nuevas leyes a favor de los plebeyos y de los aliados. Mario también llevó a cabo una sangrienta venganza contra los partidarios de Sila, y ordenó la ejecución de muchos senadores y caballeros. Mario murió poco después, en el año 86 a.C., y Cinna le sucedió como líder de los populares.

Cinna gobernó Roma durante cuatro años, hasta que fue asesinado por sus propios soldados, que se rebelaron contra él. Su muerte provocó una nueva guerra civil, en la que se enfrentaron los populares, liderados por Cayo Mario el Joven, el hijo de Mario, y por Cayo Papirio Carbo, el sucesor de Cinna, y los optimates, que contaban con el apoyo de Sila, que había terminado la guerra contra Mitrídates, y que regresaba a Italia con un ejército de veteranos y de aliados.

Sila desembarcó en Brindisi, y avanzó hacia Roma, derrotando a los ejércitos de los populares en varias batallas, como la de Sacriporto, la de Porta Colina, o la de la Puerta Esquilina. Sila entró triunfalmente en Roma, y se proclamó dictador, con el pretexto de restaurar la constitución y las leyes de la República.


El final de la dictadura y sus consecuencias

La dictadura de Sila duró tres años, durante los cuales Sila ejerció un poder absoluto y arbitrario sobre la República romana. Sila llevó a cabo una brutal represión contra los populares, y ordenó la proscripción de miles de ciudadanos, que fueron despojados de sus bienes y ejecutados. Sila también reformó el sistema político y social de Roma, con el objetivo de fortalecer el poder del Senado, y de debilitar el de los tribunos de la plebe, los caballeros, y los aliados. Sila también promovió la colonización de Italia y de las provincias, y favoreció a sus partidarios y a sus veteranos, a los que concedió tierras y privilegios.

Sila renunció a su dictadura en el año 79 a.C., y se retiró a su villa de Cumas, donde murió al año siguiente. Sin embargo, su dictadura tuvo importantes consecuencias para la historia de Roma y de la República. Por un lado, Sila sentó un precedente de violencia y de usurpación del poder, que sería imitado por otros generales, como Pompeyo, César, o Augusto, que acabarían con la República y darían paso al Imperio. Por otro lado, Sila creó una nueva clase de soldados, que eran leales a sus generales, y no al Estado, y que se convertirían en los protagonistas de las guerras civiles que sacudirían a Roma en los siglos siguientes.

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