Un diplomático y un guerrero resucitan en las arenas de la gran necrópolis del Saqara (Menfis).

Tumbas con la pirámide de Zoser escalonada al fondo // Francisco Carrión 
Paser fue embajador y frecuentó las cortes extranjeras. Ptahmes, en cambio, dirigió a las tropas y transitó campos de batalla. Ambos sirvieron al faraón y se ganaron un lugar en la historia del Imperio Nuevo. Las tumbas de los dos nobles, almas de la diplomacia y la guerra, acaban de resucitar bajo las arenas de la necrópolis de Saqara, con la figura al fondo de la pirámide escalonada de Zoser, la primera gran construcción en piedra del mundo.

La tumba de Ptahmes se extiende por el desierto sin preocuparse por los metros cuadrados. Su plano, de 12 metros de longitud y 6 de anchura, evoca a un templo en miniatura. Como en los santuarios de Tebas, un pilón custodia la entrada. Al atravesarlo, emerge la sala hípetra, el espacio a cielo abierto que precede a las columnas de la sala hipóstila y al recogimiento del santuario, compuesto de tres capillas.

Lugar del hallazgo de las tumbas de los nobles // Francisco Carrión
"La tumba se construyó siguiendo el plano y estilo de un templo. Por eso la denominamos tumba templo. Al final del reciento había una pequeña pirámide debajo de la que se enterraba al noble", explica la arqueóloga egipcia Ola el Egeizi, profesora de la Universidad de El Cairo y directora de la misión que este jueves ha anunciado un descubrimiento que data de época ramésida (1292-1069 a.C.), un período en el que gobernaron once faraones bajo el nombre de Ramsés.

De aquel pequeño templo solo ha sobrevivido un esqueleto que el equipo de egiptólogos ha remontado unos centímetros con ladrillos de adobe. "La mayoría de los bloques fueron robados en el siglo XIX y se exhiben actualmente en museos de Holanda, Estados Unidos, Italia e incluso en el museo de Antigüedades de El Cairo", relata la experta entre los restos de una sala hipóstila de la que despuntan tímidamente las bases de las columnas, algunos fragmentos de muro y los maltratados pies de una escultura perdida. Algunos pedazos de la rica decoración aparecieron durante la excavación junto a una reducida colección de ushabtis.

Los restos de la tumba del militar, desperdigados.


Los retazos del enterramiento del militar, quien fue también escriba real, andan desperdigados por el mundo: la pirámide que cubría la cámara funeraria se encuentra en Berlín y la profesora localizó la fachada en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. "Alguien me enseñó la imagen de una pared expuesta allí y me dijo que era la fachada. Entonces descubrí que en la entrada a la tumba solo había bloques sin inscripción", detalla entusiasmada por haber dado por fin con la sepultura de un alto funcionario conocido desde hace décadas por el periplo internacional de sus piezas.

La tumba del embajador, sin terminar.

La tumba de Paser, el segundo difunto célebre que fue embajador en Oriente Próximo y el Mediterráneo, asomó durante los trabajos de limpieza de la zona. De hecho, el edificio -de proporciones diminutas comparado con el del general- descansa sobre el muro que marca la entrada al enterramiento de Ptahmes. El expolio resultó, sin embargo, más clemente con una memoria que aún se guarda en las figuras talladas en las tapias de piedra.

Tanto que, cuatro milenios después, algunas zonas conservan los tintes anaranjado y azulado que lucieron en sus años mozos. Los relieves narran la procesión funeraria, con su esposa llorando su muerte, o el tribunal presidido por Osiris (dios de la resurrección) que da la bienvenida a los difuntos. Según la misión, Paser -quien podría tener algún parentesco con Ptahmes por su proximidad- debió fallecer a temprana edad porque el recinto no fue acabado.

"En la tumba, que fue descubierta recientemente, aparece el título de embajador de los países extranjeros. El hallazgo aporta nueva información sobre la relación de Egipto con las naciones vecinas durante aquel período de la historia y también amplia la historia de este lugar", declara a este diario el ministro de Antigüedades egipcio Mohamed Ibrahim. A su lado, unos obreros achican arena en espuertas que vuelcan sobre una decrépita vagoneta cuyos raíles se pierden en el horizonte.

Saqara -la gran necrópolis de la antigua capital de Egipto, Menfis- es una caja de sorpresas. Los nobles de la dinastía I levantaron aquí las primeras mastabas y Zoser, monarca de la dinastía III, estrenó en su terruño la moda de las pirámides que alcanzaría la plenitud en la meseta de Giza.

En el Imperio Nuevo -con la sureña Tebas, la actual Luxor, en pleno apogeo- los altos funcionarios se reconciliaron con geografía de Saqara. Los hallazgos arrojan luz sobre ese regreso a casa. "Saqara fue la necrópolis del Imperio Antiguo pero los gobernantes del Imperio Nuevo volvieron a elegirla para ser enterrados", concluye la directora de la misión que horada ahora sus secretos.

Vía: El Mundo

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