El monasterio milenario de Santa María la Real de Valdeiglesias se deshace.

Los recortes presupuestarios alcanzan de lleno a una de las joyas arquitectónicas de la región.
Una de las arquerías del claustro gótico del Monstaerio de Santa María de la Real.
Si hay algo que le falta al monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, fundado hace casi 1.000 años, en 1150, es tiempo. Sus restos, imponentes a pesar de siglos de abandono, se deshacen cada minuto, cada segundo en un grito mudo de auxilio. “Cuando los miro, veo cómo se mueven”, describe Ana Muñoz, presidenta de la fundación que intenta salvar el claustro, la iglesia, los muros que quedan de esta joya situada en Pelayos de la Presa, mientras pide no asomarse mucho a la capilla mozárabe, que, a pesar de conservar la bóveda, amenaza ruina.

En 2011 parecían soplar vientos favorables para el monasterio, declarado Bien de Interés Cultural en 1984. El Ministerio de Fomento y la Comunidad de Madrid firmaron un convenio que pretendía su recuperación. Las obras, por un importe de 1,9 millones, se costearían a partes iguales por ambos. Estaba previsto que los trabajos comenzaran en 2013. Pero el monasterio tropezó con los “ajustes presupuestarios” del Gobierno regional, en otras palabras, falta de dinero. Y así se esfumó la parte que el Estado iba a traspasar procedente de los fondos generados por la obra pública y que la Ley de Patrimonio Histórico dice que se destine a actuaciones en bienes culturales, el conocido como el 1% cultural.

“No obstante, se mantiene el objetivo de abrir el monasterio a la visita del público en 2015”, aseguran desde la Consejería de Empleo Turismo y Cultura. Para ello se están realizando actuaciones para la consolidación de los restos arqueológicos, de manera que se garantice la seguridad de las visitas. La inversión prevista en la actualidad es de 400.000 euros, y se dirige a afianzar las bóvedas y arquerías del claustro principal y las dependencias anejas.

De momento se han empleado 60.000 euros el año pasado en la reconstrucción de las crucerías de la galería porticada. A finales de enero está previsto destinar 200.000 euros en la misma actuación. “Yo estoy feliz con lo que se haga”, se conforma Muñoz. Espera que con esta cantidad se pueda abrir el claustro al público y poder retirar alguno de los carteles de peligro que salpican las antiguas dependencias de los frailes. A José Luis García, diputado socialista de la zona suroeste de Madrid y alcalde de San Martín de Valdeiglesias, le parece lamentable que se renuncie a un proyecto que ya estaba redactado y contaba con financiación. “Es una edificación magnífica, que se está perdiendo por la falta de planificación del Gobierno”, señaló.

La Iglesia, anegada con los restos de las bóvedas que se cayeron en 1998 después de unas fuertes lluvias, tendrá que seguir esperando, aunque su estado hace dudar de su capacidad de aguante. Todavía perviven los muros del crucero y la nave de la iglesia, que pueden datar de finales del siglo XII y principios del XIII. La pérdida de la cubierta y el desplome de la bóveda y arcos ha provocado filtraciones y que las fábricas se hayan derrumbado.

Que el claustro se pueda visitar sin peligro, sería un gran paso para la fundación, “porque nos permitiría seguir adelante y que algún día se construya una hostería acorde al lugar”, dice Gómez. En la actualidad, se pueden concertar visitas a través de la página web del Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, pero el resto del tiempo el recinto permanece cerrado.

Es algo que debe a su tío, el arquitecto Mariano García Benito, que compró las ruinas en 1974 por 10 millones de las antiguas pesetas, después de ver un anuncio en prensa. Un golpe de suerte para Santa María La Real, que estaba completamente abandonado. “Empleó toda su energía y mucho dinero de su bolsillo en rehabilitarlo, era su pasión”, explica desde la torre renacentista, que reconstruyó García Benito y convirtió en su vivienda.

El arquitecto, autor de edificios como Cuzco 4, en la plaza del mismo nombre, donó el monasterio al Ayuntamiento de Pelayos, su actual propietario, en diciembre de 2003. Recuperó los jardines, localizó piezas, que aún permanecen colocadas en el suelo del jardín, como un puzle a la espera de que alguien las sitúe en su lugar de origen, afianzó muros y realizó un estudio exhaustivo con planos magníficos de cómo era y lo que se encontró. El arquitecto donó el monasterio al Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, su actual propietario, en 2003.

La ruina del monasterio se empezó a gestar en 1836. Con la desamortización de Mendizábal, los frailes abandonaron sus posesiones, tras casi siete siglos desde su fundación. En ese tiempo, el monasterio se había enriquecido con todos los estilos artísticos surgidos de la Edad Media al siglo XVII. Estilo románico y mudéjar, gótico, renacentista, hasta llegar al barroco, el último estilo que aparece en el complejo.

Un largo tiempo, que dejó para la posteridad obras maestras del Renacimiento como la sillería de nogal que realizo Rafael de León entre 1567 y 1571, que costó 27.663 reales y que ahora está en la catedral de Murcia. O las tablas de Juan Correa de Vivar para los retablos del Monasterio, pintadas entre 1540 y 1545, de las que sobreviven algunas en el Museo del Prado, entre ellas, El juicio final o La Resurrección. Ahora se trata de salvar los restos arquitectónicos de esta joya del Císter, cuyas fuerzas se van desvaneciendo en siglos de abandono.

Vía: El País

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