La reconstrucción forense no solo es
una herramienta criminalística, sino un método de reconstruir el rostro de las
personas que nos antecedieron
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Autoretrato de Alphonse Bertillon, quien inició su propia disciplina con el fin de ayudar a resolver las muertes de Andrew y Abby Borden que habían sido asesinados en su casa |
Desde muy antiguo el
hombre ha querido conservar la memoria de sus muertos tal y como eran. Con este
objetivo se llegaron a momificar cuerpos muertos pero también se hicieron
replicas en estatuas o en dibujos con el fin de representar bien de forma
realista (las menos), o bien de forma idealizada (las mas) a las personas que
nos precedieron. Si bien existía desde muy antiguo estudios que trataban estos
temas no es hasta el siglo XVII en medio de la Revolución Científica cuando
empiezan a aparecer estudios sistemáticos dedicados a la reconstrucción de los
cuerpos. Así nace el arte forense al que podemos definir como disciplina que
trata de reconstruir como era una persona a partir de un conjunto de caracteres
óseos o genéticos.
En la vanguardia de
este arte podemos encontrar a Gaetano Giulio Zumbo (1656-1701), dedicado a
producir modelos realistas de cuerpos en descomposición. Posteriormente, en el
siglo XIX, el bertillonaje identificaría sujetos vivos mediante fichas que
incluían los rasgos de la frente, nariz, orejas, etc. Datos que se
complementaban con fotografías estandarizadas o dibujos a mano alzada, datos
personales como edad, sexo, lugar de nacimiento.
Sin embargo, la
actividad de reconstruir cuerpos y rostros tiene orígenes a finales del
siglo XIX, siendo la labor de
Schaafhausen al mostrar los primeros intentos de reconstruir las caras de
Shakespaeare a partir de su máscara mortuoria (1875). Más tarde encontramos el
trabajo de Langer en 1884 quien en su investigación aportaría la relación entre
los tejidos blandos del rostro y el cráneo al señalar que los huesos maxilares
determinaban la forma de la nariz. A ellos se añaden la labor de Welcker y
Tadler a la hora de identificar a Kant o Hayden concluyendo asimismo que los
contornos del perfil del cráneo y del rostro son dependientes. Justo en este
ambiente tenemos la actividad del anatomista suizo Wilhem His quien tras hacer
una medición de profundidad del tejido blando en algunos cadáveres reconstruyo
la cara del compositor Johann Sebastian Bach a partir de una reproducción de la
calavera del personaje histórico (1895).
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Comparación del retrato de Haussmann y la reconstrucción digital del rostro de Bach. (Foto: BACHHAUS EISENACH | EFE) |
Después de ellos fueron muchos los científicos que pensaron que midiendo la profundidad del tejido blando en determinados puntos estratégicos lograrían obtener una adecuada reconstrucción. Para ello también empezaron a tener en cuenta el sexo, la edad, la procedencia del sujeto, su entorno social, etc. Así en 1907 Czekanowski llego a clasificar 119 cabezas de cadáveres a partir de su sexo, edad con la ayuda de agujas y contrastando las medidas de los cráneos observando que los tejidos blandos de los hombres eran mayores a la de la mujer. Su segunda conclusión es que con la edad el tejido blando aumenta llegando a un valor máximo cuando se encuentra entre los años 40 y 50. Otro trabajo interesante fue el de Vorchow en 1912 ya que presento disecciones del rostro capa por capa y estudio la correlación entre los tejidos blandos y el cráneo con la ayuda de un mascara que realizaba en yeso y las colocaba en la mitad del rostro para obtener las medidas de grosor del tejido blando a fin de establecer rasgos faciales.
Y así fruto de estas
investigaciones surgen tres líneas de investigación paralelas. La primera se la
debemos al ruso Mikhail M. Gerasimov (1907-1970) quien desarrollo un método
eficaz para reconstruir rostros modelando musculo por musculo para la
identificación de Valentina Kosova (1940). Por contra en 1946 el estadounidense
Wilton Krogman establecería el método americano que incidía en conectar los
puntos anatómicos con arcilla, posteriormente llenar los huecos y finalmente
moldear los rasgos de la cara como la nariz, la boca, los ojos y otras
estructuras faciales. Por su parte tenemos el método inglés o Manchester
Method, creado en 1970 por Richard Neave, unificó el método ruso y americano al
emplear la reconstrucción del musculo por musculo de uno y el pragmatismo de la
profundidad del otro.
Pero no sería hasta
mediados de los años 80 cuando la
Universidad del Colegio de Londres usaba el primer sistema computarizado
para la reconstrucción forense. Un
sistema que empleaba un escáner de láser y una cámara de vídeo para recolectar
las múltiples coordenadas de una superficie al mismo tiempo que fue utilizado
para crear una colección de datos sobre rasgos faciales. Hoy día pese a los
notables avances en la reconstrucción se considera que hay mucho de
especulación en estas reconstrucciones puesto que aunque los cráneos pueden ser
aproximados, la reconstrucción del tejido blando musculo por musculo aun tiene
limitaciones.
Autor| Álvaro Plaza
Sánchez
Imágenes| El
Universal, 2.bp,
ahrc, Somos libres
Edición| José Antonio Cabezas Vigara
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