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Los niños sin salvación en la Edad Media

Los niños muertos al nacer no podían recibir un enterramiento cristiano

Miniatura de un tratado ginecológico que representa una cesárea

Aunque se desconocen las cifras exactas, la tasa de mortalidad infantil en época medieval debió ser altísima. A la tragedia familiar, afectiva, se unía una desgracia espiritual, ya que las personas sin bautizar no podían acceder al cielo. Las familias no sólo penaban por la pérdida del niño sino también por su inevitable condenación.

En la mortalidad infantil se incluían no sólo los fallecimientos de niños pequeños sino también los bebés fallecidos durante el parto, los no nacidos e incluso los abortos, ya que se consideraba que Dios insuflaba la vida en el momento de la concepción.Por ello, resultaba importante dar una solución a la salvación del alma de los niños y los fetos.Es por este motivo que, durante la época medieval, se desarrollaron distintos métodos para tratar de garantizar la salvación de los niños antes de su nacimiento.

Una de las medidas más evidentes para lograr la salvación de los bebés era llevar a cabo el bautizo lo antes posible. El bautismo era, originalmente, una ceremonia que se practicaba a los adultos, sin embargo, por la necesidad de extender este sacramento a los niños, a partir del siglo XII se volvió habitual bautizar a los niños pocos días después del nacimiento. De esta manera, si el niño fallecía repentinamente, iría al cielo.

Aun así, no siempre era posible llevar a cabo el bautismo, ya que muchos nacidos no sobrevivían el momento del alumbramiento. Se implantó una medida extrema para casos en los que la partera consideraba que la vida del niño peligraba durante el parto. En estas circunstancias, se permitía a la matrona administrar el bautismo, invocando la trinidad en latín o en lengua vernácula y rociando el cuerpo del niño con agua. También debía darle un nombre. De este modo, en caso de fallecimiento durante el parto, el alma del niño se podría salvar.

Cuando el bebé ni siquiera vivía lo suficiente para lleva a cabo este bautismo improvisado, existía aún otra posibilidad: Elrito del respiro. Este ritual consistía en llevar el cuerpo sin vida del niño a un santuario de tregua y depositarlo ante una imagen de la Virgen o un santo, pidiendo que el niño volviese a la vida, aunque fuera un instante, para que pudiera alcanzar la Salvación. Ante el menor indicio de vida, se le administraría el bautizo para que descansase en paz. Este tipo de milagros aparecen en muchos escritos medievales, como en las Cantigas de Santa María, y parece haber sido una práctica bastante extendida.

En el caso de los abortos, la situación era mucho más desesperada. A menudo se optaba por enterrar al niño a escondidas en terreno sagrado, a pesar de que estaba expresamente prohibido. Esto se hacía habitualmente por la noche, ya que la vigilancia en estos lugares era prácticamente inexistente. Conservamos documentos y vestigios arqueológicos que sugieren que esta clase de enterramientos eran bastante frecuentes. Sin embargo, aunque el niño naciera muerto, las parteras solían asegurar que había nacido vivo para que así pudiera disfrutar de un entierro cristiano.

Ya en el siglo XIV se encontró una solución más fiable que consistía en bendecir el vientre materno. De este modo, cualquiera que fuese el resultado del parto, la salvación del niño estaba garantizada. Los lolardos llevaron esta teoría más allá, considerando que los hijos de cristianos no necesitaban ser bautizados ya que habían sido concebidos en un vientre cristiano.

Bibliografía

GONZÁLEZ HERNANDO, Irene (2014): “Niños muertos sin descanso en la Baja Edad Media: El caso de los no bautizados” en AGUIRRE CASTRO, Mercedes; DELGADO LINACERO, Cristina y GONZÁLEZ-RIVAS, Elena (eds.): Fantasmas, aparecidos y muertos sin descanso, Abada Editores, Madrid, pp. 159-180.

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